viernes, 29 de marzo de 2019

BREVE HISTORIA DE LAS LEYENDAS MEDIEVALES : JUAN MARTÍNEZ DE MARCILLA E ISABEL DE SEGURA: LOS AMANTES DE TERUEL

La historia de los Amantes de Teruel es un amor acabado en tragedia, al igual que lo
fue el de Tristán e Isolda. La leyenda siempre ha estado rodeada de dudas y
preguntas, los críticos que han cuestionado su veracidad a menudo han motivado
avances en su estudio a la búsqueda de respuestas para preguntas como: ¿qué base
real tiene la leyenda? ¿Los Amantes de Teruel existieron en realidad? ¿Es una
creación de la Edad Moderna o refleja una tradición anterior?
La respuesta a la historicidad de los Amantes de Teruel no está resuelta al gusto
de todos pero existen testimonios como la tradición oral, la exhumación de las
supuestas momias de los amantes a mediados del siglo XVI, los documentos escritos
que narran los hechos y menciones aisladas en la literatura que intentan demostrar su
autenticidad.
El argumento de la leyenda narra cómo en 1217 vivía en Teruel un joven llamado
Juan Martínez de Marcilla que se enamoró de Isabel de Segura, hija de uno de los
hombres más ricos del pueblo. El amor de Marcilla se vio correspondido, pero el
padre de la doncella se negó al matrimonio por la diferencia de fortunas. Entonces
Marcilla decidió partir en busca de riquezas y pidió a su amada un plazo de cinco
años para amasarlas y poder casarse con ella. Isabel de Segura se mantendría fiel a su
compromiso pese a las presiones de su padre para que contrajera matrimonio con otro
pretendiente. Finalmente, pasado el plazo sin tener noticias de su amado, cedió a las
presiones paternas y se casó con el elegido por su padre.
Al poco de la boda llegó Marcilla con la fortuna necesaria para reclamar a su
amada. Al enterarse de lo sucedido intentó hablar con Isabel escondiéndose en la
habitación de los recién casados. Aquella noche Isabel entró en la habitación con su
marido y le pidió que respetara un voto de castidad que había prometido. Cuando el
esposo dormía, Marcilla salió de su escondite y pidió a Isabel un beso como premio y
en recuerdo del amor que sentía por ella. La doncella se lo negó y Marcilla cayó
muerto de amor en el suelo de la habitación.
Isabel despertó a su esposo y ambos trasladaron el cadáver a la puerta de la casa
de los Marcilla por miedo a ser culpados de asesinato. Al día siguiente se hicieron los
funerales por el difunto. El remordimiento torturaba a Isabel, que no podía parar de
pensar que había sido la causa de la muerte de su amante. Decidió seguir el cortejo
fúnebre hasta la iglesia de San Pedro y allí abrazó el cuerpo inanimado de Marcilla y
le dio el beso que le había negado en vida. Después del beso cayó muerta abrazada al
cadáver de su amado. Los habitantes de Teruel decidieron enterrar juntos a los
difuntos ante tan extraordinarios acontecimientos.
Las primeras alusiones a los Amantes de Teruel las encontramos en una novela
anónima de mediados del siglo XV titulada Triste deleytaçión. Otra referencia aparece

en el Cancionero navarro de Herberay des Essarts, de 1463. Pero no fue hasta 1555
cuando se descubrieron en la iglesia turolense de San Pedro dos momias que
supuestamente eran las de los Amantes, si bien su identificación era insegura y hacía
falta una prueba documental que atestiguara la autenticidad de la leyenda. La
voluntad de demostrar la veracidad de los hechos hizo que los restos de los amantes
fueran exhumados hasta tres veces: en 1555, 1586 y 1619.
El debate sobre la autenticidad de las momias tuvo un nuevo episodio
recientemente cuando, en 2004, la Fundación de los Amantes de Teruel hizo público
el hallazgo del acta de un proceso judicial eclesiástico contra el presbítero Juan Ortiz,
los diáconos Miguel Sanz y Juan Mateo Pobo y el sacristán de la iglesia de San Pedro
Francisco Hernández, acusados de desenterrar sin permiso los cadáveres de los
Amantes la noche del 13 de abril de 1619. No fue un acto de pillaje, cometieron el
delito impulsados por la necesidad de saber si la leyenda era cierta.
En 2005 se hicieron públicos unos estudios de tejido muscular y piel de las
momias recogidos por un equipo de investigadores de Atapuerca y analizados por la
Universidad Complutense de Madrid, el Instituto Carlos III de Madrid y el Instituto
Evolución y Comportamientos Humanos de Atapuerca. Las siete muestras analizadas
fueron sometidas a las pruebas del carbono 14 y determinaron que se trataba de los
restos de un hombre y una mujer de principios del siglo XIV. La datación de las
momias sería un siglo posterior a los hechos de 1217, pero desmentía las teorías de
que los cuerpos pertenecían a cadáveres recientes o de la Guerra Civil española.
Otra prueba decisiva apareció en 1619: un protocolo del notario y secretario
turolense Juan Yagüe Salas copió de un documento anónimo el relato de la historia de
los Amantes de Teruel, convirtiéndose en el documento escrito más valioso para
demostrar la historicidad de la leyenda. Realidad o ficción, la leyenda de los Amantes
de Teruel reunió muchos elementos comunes en los argumentos de las obras de la
literatura medieval: un amor prohibido, la separación del héroe de su dama o la
tragedia final. Podemos encontrar paralelismos en otras leyendas de este libro, como
Tristán e Isolda, o en el cuento de Girólamo y Salvestra del Decamerón de
Boccaccio, como analizamos a continuación.
El italiano Giovanni Boccaccio, uno de los autores más importantes de la
literatura medieval, escribió a mediados del siglo XIV el Decamerón que incluía el
cuento de Girólamo y Salvestra, con una temática muy similar a la de los Amantes de
Teruel. Esto plantea la pregunta: ¿cuál de las dos narraciones fue la primera, la de los
Amantes de Teruel o la contenida en el cuento de Bocaccio? ¿Quién sirvió de
inspiración a quién? Los detractores de la autenticidad de la leyenda turolense
argumentan que el cuento de Bocaccio fue la primera narración de tema amantístico y
que sirvió de inspiración a la tradición española.
La respuesta ha encendido acalorados debates, pero parece claro que primero fue
la leyenda de los Amantes de Teruel. Una prueba de ello es que la historia anónima
del protocolo de Yagüe Salas comienza con el párrafo diciendo: «Año 1217. Fue juez

de Teruel D. Domingo Celada». La fecha de 1217 indica que la cronología del suceso
turolense es anterior al Decamerón de Bocaccio. En la relación de jueces de Teruel
está probada la existencia de Domingo Celada por estas fechas. Actualmente,
estudiosos como Carlos Luís de la Vega o el doctor en literatura Conrado Guardiola
Alcover coinciden en señalar que Bocaccio con su cuento enriqueció un texto más
primitivo.
La leyenda de los Amantes de Teruel siempre ha estado presente en la literatura
española con versiones de algunos de sus mejores autores. Los dramaturgos Tirso de
Molina y Juan Pérez de Montalbán escribieron en 1615 y 1638, respectivamente, una
versión teatral. Otra célebre interpretación fue la obra del dramaturgo español Juan
Eugenio Hartzenbusch titulada Los Amantes de Teruel que se estrenó en 1837 en el
madrileño Teatro del Príncipe, convirtiéndose en una pieza clave del romanticismo
español. El músico español Tomás Bretón, a su vez, compuso una ópera en cuatro
actos sobre los Amantes y la estrenó en el Teatro Real de Madrid el 12 de febrero de
1889.
Podemos concluir afirmando que, aunque faltan pruebas definitivas, la figura de
los Amantes de Teruel es verosímil y la conocemos gracias a la transmisión por la
tradición oral y a un relato básico que fue ampliado y deformado a lo largo del
tiempo por escritores y poetas.

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