domingo, 24 de marzo de 2019

Algunos hechos milagrosos

Este breve ejemplario de una vastísima realidad, puede concluir recordando que, a
veces, el nombre de la imagen se debe a curiosos lances. La Virgen del Dado, que se
encuentra en la capilla del mismo nombre, en la catedral de León, fue trasladada allí
desde el parteluz de la puerta del norte, donde una noche un jugador al que las cosas
no le habían ido bien, de regreso a su casa, lanzó los dados con furia contra la
imagen, una Virgen gótica con el Hijo en brazos. Un dado golpeó la frente del niño,
que se puso a sangrar. El milagro hizo que el jugador se convirtiese en un devoto de
Nuestra Señora y que acabase sus días como piadoso fraile franciscano.
También deberían evocarse las imágenes de la Virgen que, en muchos lugares de
España, han sido ocasión, y lo son todavía, de hechos milagrosos. Nuestra Señora de
la Natividad, en Méntrida, Toledo, ha resucitado a varios muertos o agonizantes. El
primer milagro ocurrió con motivo de la instauración de la imagen en el pueblo, a
mediados XVII. Una mujer que había dejado la alcoba en que acababa de del siglo
producirse el fallecimiento de su marido para saludar, llena de tristeza, a la procesión
de la Virgen, encontró al regresar que el difunto estaba otra vez vivo y pedía que le
quitaran la mortaja para vestirse decentemente. Otra milagrosa recuperación de vida
fue la de un cazador muy devoto de la Virgen de la Natividad, que fue malherido por
un jabalí y que, tras haber sido desahuciado por el médico y recibido los últimos
sacramentos, despertó al día siguiente con las heridas curadas. Y se cuenta también la
verdadera historia de un niño muerto que volvió a la vida en el momento en que iba a
ser enterrado, por intercesión de esa misma Virgen.
Como ejemplo de una peculiar historia de curaciones milagrosas puede ser
significativo el santuario de la Madre de Dios de la Balma, junto a los montes de
Tossa y el río Bergantes, cerca de Zorita, en Valencia. La imagen fue hallada en una
cueva por un pastor, que recuperó con tal motivo el movimiento del brazo que tenía
baldado desde su nacimiento. Como en otras ocasiones, la imagen se negó a moverse
del sitio y en aquellos escabrosos lugares hubo que erigir su iglesia. Desde hace
muchos años, en el mes de septiembre, son llevados a aquel lugar posesos de diversas
procedencias para que los exorcismos de los sacerdotes y las indicaciones de algunas
mujeres expertas, con la ayuda de la Virgen, consigan sacarles los demonios del
cuerpo.
Otras son recordadas por la extraña naturaleza de sus milagros. La Virgen del
Coro, en el convento aragonés de Santa Clara de Villarluengo, o mejor su bendito
Hijo, fueron protagonistas de un hecho milagroso muy particular. Había en el
convento una monja que sufría continuas tentaciones concupiscentes, y es de suponer
que en su tribulación debía acudir con frecuencia al confesonario de la capilla, para
descargar su alma en los oídos del capellán. Se cuenta que, en cierta ocasión, la
monja, en un momento de insoportables tentaciones pecaminosas, fue a la capilla y se
postró ante la imagen de la Virgen, y que ésta, compadecida, hizo que su Hijo
chupase de uno de sus sagrados pechos una bocanada de leche y rociase con ella la
cara de la atribulada monja. Cuando la encontraron sus compañeras conservaba la
leche en la cara y daba señales de una inusitada placidez.

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