Cuentan que el pájaro de la lluvia tenía mujer. Dijo a un hombre:
—Me caso con tu hija.
—Cásate.
Entonces el pájaro de la lluvia se casó con aquella mujer. Y los suegros, como se morían de sed, dicen al yerno:
—Ve a traernos agua.
El yerno va, llega junto al agua y bebe; cuando concluye de beber se dice: «¿Qué jugarreta puedo hacerles?». Entonces se dice:
«Pondré arena en las calabazas».
Entonces llena de arena las calabazas, toma un poquito de agua y la vierte sobre la arena. Después lleva el agua a la aldea.
En cuanto llega, se la da a los suegros, que se ponen muy contentos al ver unas calabazas tan grandes llenas. Y dicen:
—Hoy tendremos mucha agua para beber.
Después llevan las calabazas a la choza y exclaman:
—Te lo agradecemos.
Y el pájaro de la lluvia dice:
—Está bien.
Entonces el pájaro de la lluvia se dice: «Les he hecho una buena jugarreta».
Su mujer le pregunta:
—¿Dónde está el agua?
—Se la he llevado a mis suegros.
Entonces la mujer del pájaro de la lluvia dice:
—Échame agua en mi taza.
La suegra inclina la calabaza; ve que cae en la taza la poca agua que hay, que es muy poca. Entonces dice a su marido:
—No hay agua; no hay más que arena, no hay agua.
El suegro llama al yerno y le dice:
—¿Por qué nos has traído arena en lugar de agua?
El pájaro de la lluvia responde:
—He querido sacar agua, pero había mucha arena; por eso ha entrado en la calabaza.
El suegro dice:
—La verdad es que nos has hecho una mala partida.
—Y expulsándolo, le advierte —: Vete del lado de mi hija —y añade—: En adelante no beberás más agua del río; tan sólo agua del rocío y de lluvia.
Aquí se acaba la historia del pájaro de la lluvia.
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