La mitología hindú es extraordinariamente compleja y rica. Existen multitud de mitos en el subcontinente indio, surgidos en los orígenes remotos de su civilización, que se han ido modificando y enriqueciendo con los siglos y ante la presencia de las numerosas tradiciones foráneas que han ocupado el territorio a lo largo del tiempo.
La superposición de culturas, la tolerancia y asimilación de creencias extranjeras y la variadísima geografía han dado lugar a un universo heterogéneo, intrincado y aparentemente caótico. Pero este caos no es más que el espejo del principio fundamental de la mitología de India, eje en torno al que giran todos los mitos allí nacidos: "el Universo está dotado de una diversidad ilimitada y todo puede ocurrir simultáneamente".
En los mitos indios hay dioses que son al mismo tiempo padres e hijos de sus hijos, dioses que se desdoblan y que adoptan formas diversas, diosas que son femeninas y masculinas y divinidades que encarnan simultáneamente las fuerzas del bien y del mal. Efectivamente, todas las realidades tienen cabida en el universo indio y ninguna es excluyente. Esta paradoja sólo puede explicarse cuando se comprende que la realidad empírica no está, según el pensamiento hindú, regida por los principios racionales de tiempo y espacio: el mundo que se percibe a través de los sentidos es una mera ilusión, y los ejes sobre los que se sustenta, convenciones vanas.
El desarrollo del pensamiento mítico de India
Lo que hoy se conoce cómo "mitología hindú" es una amalgama de creencias, leyendas e historias populares que tienen su origen en la fusión de dos importantes tradiciones: la védica, que penetra en India hacia el año 1500 a.C con las invasiones de los pueblos indoeuropeos, y la tradición autóctona preexistente.
El sustrato preario
La primera civilización conocida de India es la llamada Civilización neolítica de Harappa, también conocida como del Civilización del Valle del Indo, que se desarrolló a partir del tercer milenio a.C. en torno a los cinco afluentes del río Indo que dan nombre al Punjab. Sus ciudades poseían una estructura urbana altamente desarrollada y, aunque hoy todavía se sepa poco de su forma de organización religiosa y de sus creencias, constituyen el embrión de algunas de las piezas fundamentales que compondrán la mitología india.
Entre las obras artísticas encontradas en las ciudades del Valle del Indo destacan toda una serie de pequeñas figurillas de diosas madres, que ponen de manifiesto la existencia de un culto a la fertilidad y a la sexualidad, que podrían identificarse con el posterior culto a la sakti o energía femenina. Además, en las distintas excavaciones arqueológicas realizadas se han encontrado algunas piezas escultóricas sorprendentes, que podrían considerarse como antecedentes de la civilización india posterior; entre ellas, un sello con una figura masculina astada y sentada en la caracerística postura india de meditación (o de loto), que posee tres rostros y un tocado de hojas de árbol pippal, el árbol sagrado de hindúes y budistas. Este personaje posee un falo en posición erecta que lo pone en clara relación con la una divinidad hindú posterior: el dios Shiva. También podrían ser antecedentes del culto a este dios y a su consorte femenina (sakti) dos torsos encontrados en Harappa y datados entre el 2.300 y el 1.750 a.C. Estas piezas presentan una serie de orificios en los hombros y el cuello que, muy posiblemente, sirviesen para insertar varios brazos y cabezas, en señal de omnipotencia y de omnisciencia, tal y como ocurre con los dioses hindúes. El tradicionalmente conocido como "Torso femenino" representa a una figura muy posiblemente andrógina que aparece danzando, y es captada en un movimiento de giro muy similar al que caracteriza al posterior "Shiva, Señor de la Danza" (Nataraja).
La india literaria: vedismo y brahmanismo
Tras la invasión de los pueblos indoeuropeos de la península de Indostán se desarrollaron en India los llamados período védico (1.500 a 600 a.C) y período brahmánico (600 a 300 a.C) de los que contamos con numerosísimos testimonios literarios, aunque los restos arqueológicos son prácticamente inexistentes. Es durante este importante período histórico cuando se desarrolla la mitología india, gracias a la incorporación del elemento indoeuropeo al sustrato preexistente. A las creencias y divinidades de la civilización del Valle del Indo, basados fundamentalmente en una forma de vida agraria y en una organización matriarcal, se vendrían a añadir ahora toda una serie de nuevas aportaciones basadas en la nueva cultura patriarcal y ganadera.
Entre las aportaciones más importantes de los pueblos arios destaca la del sánscrito, la lengua en la quese escribirán las grandes epopeyas indias (el Mahabharata y el Ramayana), y los libros religiosos (Vedas), principales fuentes de la mitología india. Los arios, pueblos nómadas y ganaderos, trajeron consigo además toda una serie de creencias y costumbres relacionadas con su forma de vida, tales como la devoción por la vaca y el culto a dioses masculinos, vinculados a fenómenos de la naturaleza tales como el trueno (Indra) o el sol (Surya).
Se llama tradicionalmente período védico al momento histórico en el que debieron escribirse los Vedas (literalmente 'sabiduría' o 'ciencia') y período brahmánico al momento en que el pensamiento religioso se ha definido y comienza a evolucionar, dando lugar a comentarios e interpretaciones (el Vedanta). Durante el llamado período brahmánico se producen también las primeras reacciones heterodoxas y las consiguientes escisiones: fundamentalmente el budismo y del jainismo. En este momento la religión védica dará paso a una nueva visión de la religión y a un práctica popular que toma el nombre de brahmanismo, que considera los Vedas como la revelación divina y otorga a los brahmanes (la casta de los sacerdotes) la capacidad exclusiva de transmitir sus enseñanzas y de realizar los sacrificios.
El renacimiento hindú
El brahmanismo dio lugar en el siglo VI a.C a una importante escisión: el budismo, hoy religión mayoritaria de Asia, y que en India se convirtió en la religión dominante desde el siglo III a.C hasta el siglo V d.C.
Bajo el dominio budista, el brahmanismo había permanecido vivo de forma continuada, si bien había sufrido importantes transformaciones en su estructura y su mitología. Este brahmanismo modificado, que vuelve a renacer en India en el siglo V d.C. recibe el nombre de hinduismo.
La desaparición del budismo de India no se debe en absoluto a un enfrentamiento entre religiones, ni a una conquista, sino que se trata de un fenómeno de absorción y de asimilación mediante el que las formas de devoción que tenían su origen en las tradición védica y en los cultos agrarios anteriores resurgen con tal fuerza que acaban por asimilar totalmente el budismo y lo hacen suyo, además de convertir todos sus logros en instrumentos para su propia expresión. Por eso, multitud de mitos brahmánicos perviven en el budismo y por eso también la mitología hindú toma elementos del budismo.
Curiosamente, el paso de la India budista a la India hindú coincide con una serie de cambios políticos, sociales y económicos que pueden ponerse en relación con las sociedades feudales de la Europa Medieval y que permiten, por sus paralelismos, hablar del comienzo del "Medievo" indio: los grandes imperios de la Antigüedad quedan, a raíz de la invasión de los hunos hacia el año 490 d.C., divididos en multitud de pequeños señoríos con infinidad de dinastías de procedencias muy distintas que se solaparon en el tiempo y en el espacio y que se tuvieron que esforzarse, a partir de entonces, por mantener sus dominios por medio del poder militar.
La nueva religión, el hinduismo, se convirtió en un bastión en el que apoyar la legitimidad de los nuevos reyes, que se consideran herederos de los grandes héroes de las epopeyas indias. Los cultos populares y devocionales y el tantrismo inundaron con sus mitos y leyendas la nueva religiosidad, y de la mezcla de todas estas tradiciones dispares y a veces antagónicas surge el corpus mitológico de India.
Dioses hindúes
Dentro de la mitología hindú pueden diferenciarse dos grandes grupos de dioses: los dioses védicos, que tiene su origen en las invasiones indoeuropeas, y los dioses puránicos, que cobran auge a partir del siglo IV d.C., con la compilación de los Purana.
Para denominar a las divinidades, ya sean puránicas, vedicas o budistas, en India se utiliza el nombre genérico de deva (el masculino) y devi (el femenino). El término devi significa 'brillante', y se identifica también con sakti, la energía femenina, un concepto fundamental de la mitología india, que debe entenderse no sólo como la consorte o esposa del dios, sino también como la manifestación activa de éste, como la energía creadora, parte inseparable del principio masculino, que permite a la divinidad actuar. La devi constituye, por tanto, uno de los polos que en el pensamiento hindú forman el Universo, una de las dos fuerzas que no son antagónicas sino complementarias: Devî frente a Deva, shakti frente a Shiva, Prakriti frente a Purusha. Existen numerosos textos indios consagrados a la diosa, y entre ellos cabe destacar el Devî-Mâhâtmya y la Devî-Upanishad. Devî tiene la capacidad de asumir numerosas formas distintas, y entre las más conocidas destacan Parvati, Durga, Kali, Uma y Sati. El título de Mahadeva, o 'Gran Dios', se reserva para las divinidades con poder creador, es decir, fundamentalmente para Brahma, Vishnú y Shiva y sus respectivas manifestaciones femeninas o Mahadevi. La tradición hindú considera que su panteón está constituido por hasta treinta y tres millones de deva, que también reciben el nombre equivalente de sura y tienen su morada en el legendario monte Meru.
Además de los dioses propiamente dichos, la mitología hindú ofrece toda una serie de seres fantásticos, de origen semidivino, que amplían el panteón.
Dioses védicos
El adjetivo védico se refiere a todo lo relacionado con los vedas (véase Raza veda). Las invasiones indoeuropeas que penetrando en la península desde el noroeste, arrasaron las primitivas culturas neolíticas del Valle del Indo e introdujeron toda una serie de nuevos elementos y tradiciónes en el territorio de India. Entre estas nuevas aportaciones destacan una cosmogonía y un ritual que fueron absorbidos por los aborígenes, así como una cultura ganadera y guerrera que adoraba divinidades fundamentalmente masculinas identificadas con fuerzas de la Naturaleza, que se fundió con muchos aspectos del sustrato preario, fundamentalmente agrícola y sedentario, volcado al culto de la energía femenina o sakti y a la creencia en la reencarnación. De la unión de estas dos tradiciones surgiría la cultura védica, origen y base de toda la civilización india. Los dioses védicos, como es propio de la tradición indoeuropea, son básicamente masculinos y guerreros y están relacionados con fenómenos atmosféricos. No fueron nunca representados plásticamente durante el período védico. Entre ellos destacan los siguientes:
Dyaus (el Cielo) y Prithivi (la Tierra): origen del mundo y padres de los demás dioses. Dyaus es equiparable al Zeus griego, se identifica con el Cielo y Prithivi (también llamada Urvi), su consorte, con la Tierra. Prithivi es una de las divinidades arias más antiguas, y se la considera madre de los demás dioses; es la encarnación de la maternidad y la fertilidad, y por ello sus pechos están, según la tradición, llenos de néctar.
El mito de la vaca Prishhni: en relación con Prithivi existe un mito indio que la identifica con la vaca Prishhni y relata su origen. La muerte del malvado rey Vena hizo sumirse a la tierra en una terrible anarquía que llevó a los sabios a concluir que en realidad era mejor tener un rey malo que no tener rey, y decidieron resucitarle; frotaron entonces el muslo del difunto Vena e hicieron surgir de él el pecado en forma de enano negro; así, una vez purificado el cuerpo, frotaron el brazo derecho y de él surgió un hermoso príncipe de nombre Prithu a quien se pidió que reinara y que acabara con la terrible carestía que asolaba el mundo. Prithu amenazó entonces a la Tierra con matarla si no daba sus frutos; ésta asumió la forma de una vaca y pidió a su agresor que le diese el don de un ternero para poder producir leche y con ella regar y fecundar todos los campos. Según la tradición india, éste fue el principio de la civilización de los hombres, el momento en que comenzó la agricultura, y en el que los hombres construyeron sus primeras casas.
Indra. En la mitología hindú es uno de los dioses más venerados. Encarna el valor y la fortaleza de los guerreros arios y es el dios del firmamento y de la tormenta. Gobierna un ejército formado por los vientos (Marut), las fuerzas de la naturaleza (Vasu) y los espíritus aéreos (Vidyadhara). Al contrario del resto de los grandes dioses hindúes, Indra se considera nacido de un padre y una madre.
El mito de la serpiente Vritra: es una de las numerosas leyendas sobre Indra. Cuenta cómo el dios derrotó a la sequía, que había adoptado la forma de la serpiente Vritra, gracias a sus dos poderosas armas, el rayo y la lluvia, que le permitieron liberar a las aguas y hacer que fluyesen los ríos.
Agni. Es el dios del fuego,un elemento sagrado para los indios y venerado como intermediario entre los hombres y los dioses ya en los textos védicos. Se le identifica también con el Sol y con el relámpago y, según la tradición, participó en la lucha contra unos vampiros demoníacos (rakshasa). Se le representa como un hombre colorado, con tres piernas y siete brazos y con tres cabezas barbudas, cada una de las cuales simboliza sus posibles manifestaciones: el Sol, el relámpago y el fuego.
Surya. Es la divinidad solar, a quien se representa frecuentemente conduciendo un carro que surca el cielo tirado por siete caballos blancos o un solo caballo de siete cabezas. A este dios se dedicaron muchos templos durante el período hindú, entre los que destacan los Templos de Surya en Konarak (Orissa) y Modhera (Gujarat). Su esposa Sanjana, abrumada por el esplendor de su marido se vió obligada a abadonarle, y rogó a Chhaya (la Sombra) que suplantase su personalidad y ocupase su lugar. Pasaron los años y el dios no notó el cambio hasta que un día Chhaya maldijo a Yamâ, la hija de Sanjana, y la hizo caer fulminada. Según la tradición india, ninguna maldición de una madre tiene efecto sobre sus hijos, así que Surya descubrió el engaño y partió en busca de su verdadera consorte, a la que encontró en un bosque convertida en yegua. Para estar junto a ella y que ésta pudiese soportar su presencia, Surya se transformó en un caballo y así pasó varios años. Finalmente Vishvakarma decidió reducir a una octava parte el esplendor del sol para que los amantes pudiesen volver a vivir unidos con sus veraderos cuerpos.
Varuna. Es el dios que encarna la ley divina, y en ocasiones representa a los mares y océanos. El es el encargado de hacer brillar el sol, de que el viento se mueva y de encauzar los ríos para que lleguen al océano; ningún elemento del cosmos actúa sin su supervisión. Se dice que habita en una casa con mil puertas y que por ello siempre está accesible a los hombres, cuyo corazón conoce a la perfección.
Soma. Llamado en algunos himnos "el Creador", se identifica con una bebida enbriagadora que se utiliza como ofrenda a los dioses. El Soma es capaz de conceder poderes sobrenaturales y que posteriormente fue identificado con el Amrita.
Otras divinades védicas importantes son Vayu, Aditi y Yama.
Dioses puránicos
A partir del siglo IV d.C., con la compilación de los Purana, se suman al panteón védico toda una serie de divinidades que restarán protagonismo a las anteriores. El panteón puránico está encabezado por la tríada de dioses Brahma, Vishnu y Shiva -la tríada divina-, que encarnan respectivamente la creación, la preservación y la destrucción del universo. Cada uno de estos dioses posee, además, multitud de advocaciones y de manifestaciones femeninas o Shakti.
Brahma
Brahma es el dios todopoderoso, inconmensurable, padre de todos los dioses y creador del Universo. Curiosamente, a pesar de su papel de creador, los adoradores de Shiva consideran que Brahma fue creado por éste, mientras que los adoradores de Vishnu sostienen que nació del ombligo de su dios, cuando éste descansaba sobre la serpiente Ananta. Generalmente se le representa con cuatro cabezas y cuatro brazos, llevando un rosario en una mano, en otra un báculo y en otra los cuatro Vedas. Aparece montado sobre un ganso.
La consorte de Brahma (su shakti o energía activa) es Saraswati. Es la diosa de la sabiduría, de las artes y de la ciencia; se le atribuye la invención de la escritura (Devanagari) y se la representa como a una hermosa mujer joven montada sobre un ganso y tocando la vina. En sus cuatro brazos lleva además sus atributos característicos: un libro y un rosario.
Se identifica con el dios védico Prajapati, el primer ser nacido, cuyo mito cuenta cómo surgió de las aguas primordiales llorando por su soledad y cómo sus lágrimas dieron lugar a la tierra, al cielo y al aire. Pero las leyendas sobre la creación del mundo por parte de Brahma son muchas y muy distintas.
El mito de la creación: es uno de las inumerables mitos que explican el origen del Universo, en el que se cuenta como Brahma creó a todas las criaturas expandiendo su propio cuerpo. Primero creó las aguas primordiales y allí depositó un huevo del que él mismo nació después de ser lustrado por el sol durante mil años; a continuación, sacó la tierra de debajo de las aguas asumiendo la forma de un jabalí (esta hazaña se atribuirá posteriormente al dios Vishnu en su encarnación como Varaha). El dios se dividió en dos, dando así nacimiento a una hembra de la que se enamoró, y en sus esfuerzos por mirarla, surgieron de su cuello cuatro cabezas más (una de ellas fue cortada por Shiva en su manifestación como Bhairava).
El tiempo. La vida de Brahma tiene una duración determinada, y se regenera periódicamente; cada una de las eras cósmicas recibe el nombre de kalpa, que se corresponde con un día de la vida del dios; este día de Brahma equivale a su vez a 2.000 mahayuga (que a su vez tienen unos 4.320 millones de años). Cada kalpa está compuesta de cuatro yuga, períodos que sufren un proceso de creación, evolución y destrucción del cosmos; esta destrucción recibe el nombre de pralaya: un período de no-creación, de igual duración que una kalpa, que se corresponde con una noche de Brahma.
Vishnu
Vishnu encarna las fuerzas pasivas del Universo, es el dios preservador. Se trata de una divinidad que aparece ya mencionada en los textos védicos, aunque de manera secundaria, y que cobra protagonismo a partir del siglo V d.C. Sus seguidores reciben el nombre de vaishnava, y consideran que Vishnu es el dios supremo del que emanan el resto de las divinidades. Se le representa con la piel oscura y generalmente en postura frontal, erguido (samapada). Suele ir ataviado con ropa amarilla, que simboliza los Vedas, y tiene cuatro brazos en los que lleva sus atributos característicos: como la maza, símbolo de la inteligencia; la concha marina, el arco, símbolo del poder de la ilusión; la espada, capaz de cortar el nudo de la ignorancia; un disco o chakra, símbolo del pensamiento. Vishnu va montado sobre el ave Garuda (un ser fantástico, mitad águila mitad hombre).
Su consorte es Lakshmi, divinidad de la fortuna, la belleza y el amor a quien se representa con un loto y un fruto, también tiene numerosos nombres y advocaciones.
Vishnu es uno de los pocos dioses hindúes que tiene la capacidad de reencarnarse y bajar al mundo de los hombres para liberarles de algún gran mal; en total son diez las veces que esto ha ocurrido, y la forma que el dios ha adoptado en cada una de ellas recibe el nombre de avatara o terrenalización. (Para ampliar esta información, véase la entrada correspondiente a este dios).
Este dios tiene numerosos nombres y advocaciones, entre los que destacan Keshava, Govinda, Narayana, Hari y Jagganatha ('Señor del mundo'), una advocación del dios propia de la zona de Orissa. Una de las formas más características de representar a Vishnu es en el momento de la génesis cósmica, cuando recibe el nombre de Anantasayin. La mitología india cuenta que el dios espera el inicio de cada ciclo cósmico descansando sobre la serpiente Ananta (el infinito), una cobra de múltiples cabezas que flota sobre las aguas primordiales del caos original; en el momento del inicio de cada era (kalpa) suge del ombligo del dios un loto del que nace Brahma.
El mito de los Tres Pasos (Trivikrama). Relata cómo el dios Vishnu fue capaz de abarcar con tres pasos la totalidad del universo: el cielo, la tierra y los infiernos, que simbolizan también al sol en sus tres fases: el amanecer, el apogeo y el ocaso. Se trata de un mito que evidencia el caráter henoteísta del hinduísmo: pone de manifiesto la capacidad de Vishnu para asumir el papel de Ser Supremo, origen de todas las cosas, creador, preservador y destructor del cosmos, suplantando así a Brahma o a Shiva.
El mito de Bhrigu. Es otra de las historias que proponen la supremacía de Vishnu sobre el resto de los dioses: En cierta ocasión, los sabios de la tierra discutían sobre cual de los dioses era el más poderoso y decidieron ponerles a prueba enviandoles a Bhrigu. Éste llegó primero ante la presencia de Brahma, y penetró en él sin rendir los debidos honores; el dios se encolerizó y estuvo a punto de matar al osado joven, pero, recordando que se trataba de su propio hijo, le perdonó la vida. Bhrigu se encaminó entonces a la morada de Shiva y, cuando éste de le acercó para abrazarle le volvió la espalda; el dios, ofendido y furioso, estuvo a punto de acabar con su vida, pero finalmente se la perdonó gracias a los ruegos de su mujer. Cuando el emisario llegó ante Vishnu, éste se encontraba durmiendo en brazos de su mujer, Lakshmi, y comenzó a pisotearle. Vishnu se incorporó tranquilamente y pidió perdón al recién llegado por no haberle recibido con los honores necesarios y por haberle causado daño en los pies con su pecho. Bhirigu retornó entonces a la tierra y explicó a los hombres que el más grande de los dioses era Vishnu, pues era el único que estaba exento de impaciencia y de pasión.
Shiva
Shiva, el tercero de los dioses que compone la tríada hindú era desconocido en los Vedas; es el encargado de la destrucción, y encarna las fuerzas aniquiladoras del universo y la muerte. Pero para sus seguidores (saivas o sivaítas), no es un ser demoníaco, sino que el papel de destructor tiene un carácter de regeneración del ciclo de la vida. Como ocurre con el resto de los dioses hindúes, Shiva ocupa para muchos el primer lugar en el panteón hindú, y sus seguidores lo sitúan por encima de Brahma y Vishnu.
El dios tiene gran cantidad de manifestaciones distintas entre las que destacan la de yogi, en la que aparece sentado en postura de loto, vestido con pieles de animales y con el pelo enmarañado, recogido sobre la cabeza. Entre sus atributos distintivos está el tridente (trishula), la llama de fuego, la luna creciente, los cráneos humanos (kapala), un hacha mágica (parashu), un pequeño tambor llamado damaru, una piel de tigre o elefante.
Su vehículo o vahana es un toro blanco llamado Nandi, símbolo de las fuerzas terrestres y de las pasiones domeñadas.
Shiva representa la conjugación de los elementos opuestos: el principio y el fin de las cosas, la destrucción y la creación, el nacimiento y la muerte. Se le representa por medio del lingam, un símbolo fálico que suele aparecer asociado al yoni (representación del órgano sexual femenino), al que se adora como símbolo de la potencia creadora y de la energía masculina.
El mito del lingam. El mito del origen del linga cuenta cómo en el principio del Universo sólo había agua y una noche infinita sin estrellas. Vishnu, el nacido de sí mismo, flotaba sobre las aguas primordiales considerándose el Único hasta que apareció Brahma en forma de haz luminoso, y empezaron a discutir sobre quién era superior. En medio de la disputa surgió de las aguas un linga envuelto en llamas que crecía hacia arriba de forma imparable. Ni Brahma convertido en ganso y volando hacia arriba, ni Vishnu, convertido en jabalí y buceando hasta el fondo, pudieron comprobar el veradero tamaño del sorprendente objeto. Los dioses no tuvieron más remedio que reconocer al linga como superior y al postrarse ante él, éste se abrió y Shiva surgió de su interior.
El mito del descenso del Ganges. El Ramayana relata el episodio mítico del descenso del río Ganges (Ganga) sobre la tierra. Un asceta llamado Agatsya se tragó en cierta ocasión la totalidad del océano; como consecuencia, la humanidad estuvo a punto de sucumbir de sed y hambre. Gracias a los rezos del sabio Bhagiratha, los dioses hicieron descender al río del cielo. Para frenar el impacto de la caida, el dios Shiva colocó su cabeza bajo el potente chorro de agua, y de ahí proviene la iconografía característica en la que se representa al dios con las aguas fluyendo por sus cabellos (Gangadhara).
El Mahabharata
Tras el período védico, la literatura india produjo sus dos grandes poemas épicos: el Mahabharata y el Ramayana. El primero de ellos, con más de cien mil versos, es la obra literaria más extensa del mundo y tuvo una importancia decisiva en el pensamiento y la mitología de India. Aunque tradicionalmente la autoría del Mahabharata se atribuye al sabio Vyasa, se sabe que la obra fue transmitida a lo largo de varios siglos durante los que sufrió numerosas tranformaciones y añadidos y que es, en realidad, fruto de la actividad poética de varias generaciones que van desde el final de la época védica hasta el siglo VII d.C. en que se estableció la versión definitiva.
La epopeya cuenta la guerra entre dos clanes indoeuropeos: los Pandava y los Kaurava, y la lucha por la hegemonía sobre los territorios del norte de India. Los protagonistas son los cinco hermanos Pandava, casados con una sola mujer, Draupadi; de los cinco el más valeroso es Arjuna, del cual será auriga el dios Krishna, uno de los avatares de Vishnu.
El Ramayana y el dios Rama
El Ramayana es, junto al Mahabharata, uno de los dos grandes poemas épicos de India y constituye la fuente de numerosas leyendas y mitos del hinduismo. Cuenta las gestas de Rama, príncipe heredero del rey de Ayodhya Dasaratha, que se vio obligado a marchar al exilio junto a su mujer, Sita, y su hermano Lakshmana. Se trata de una historia de aventuras, pero también de una gran historia de amor en la que, además, se exponen los principios del Dharma o ley moral y donde la unión de Rama y Sita sirve como metáfora para explicar la unión del alma individual con el alma universal. La causante del exilio de Rama es Kaikeyi, una de las mujeres del rey que, celosa de la suerte de Rama como heredero, intriga hasta conseguir que el rey le destierre por catorce años, para que sea su propio hijo quien herede el trono; éste, de nombre Bharata, rechaza la sucesión, pero actúa como regente de su hermanastro hasta el momento en que vuelve a ocuparse de su reino, una vez cumplido íntegramente su exilio, tal y como era el deseo de su padre. Durante los años de destierro, los tres jóvenes viven numerosas aventuras en el bosque, donde se enfrentan a un ejército de demonios antropófagos (rakshasa). Ravana, el rey de los demonios, consigue raptar a Sita engañando a Lakshmana al hacerse pasar por una bella gacela dorada. Rama consigue rescatar a Sita gracias a la ayuda de Hanuman.
Formas de Shakti
Shakti es una palabra védica que significa 'poder', 'energía' o 'fuerza'. En la mitología hindú es el nombre genérico de las consortes de los dioses y la forma de aludir a la "Diosa Madre", venerada bajo nombres distintos. También llamada Devi o Bhagavati, la shakti encarna la energía primigenia, el principio activo del Universo y el aspecto dinámico del dios. Se trata de uno de los principios fundamentales del tantrismo, sin el que la divinidad masculina no puede actuar.
Su origen se remonta a los cultos prearios y populares dedicados a diosas de la fertilidad y se identifica con el mundo físico y sus ritmos inherentes; es pues, el principio de todas las criaturas: una visión antropomorfa de la materia primordial, o, lo que es lo mismo, una antropomorfización de la tierra. Las diosas, o shakti más representativas del panteón hindú son Sati o Uma, Parvati, Kali (las tres representaciones del dios Shiva), Durga, Lakshmi y Sarasvati.
No hay comentarios:
Publicar un comentario