jueves, 28 de febrero de 2019
La mujer y la hiena
Un hombre tenía dos mujeres; la una mansa y solícita, la otra tan parlanchina, que a menudo lo hacía encolerizarse. Ni las advertencias ni los golpes la corregían, y, finalmente, tomó la resolución de relegarla en un bosque, entre hienas. La mujer se construyó una choza pequeña, en la cual vino tranquilamente a instalarse como dueña una hiena. La mujer quiso protestar, pero la hiena, no contenta con beberse y comerse todo lo que preparaba la mujer, la obligó también a cuidar de sus crías. Pues bien: un día que la hiena ordenó a la mujer que hirviese agua mientras volvía, la mujer tuvo la desdichada idea de agarrar a las crías y echarlas en el agua hirviendo; después corrió, del todo temblorosa, a refugiarse en casa del marido, a quien halló tranquilamente sentado en el umbral de la cabaña, lanza en mano. Se arrojó a los pies del esposo para pedir ayuda y protección, y cuando llegó la hiena, echando espuma, el marido la tendió muerta de un lanzazo. La lección no resultó vana para la mujer, porque desde ese día fue la alegría y el contento de los suyos.
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