domingo, 27 de octubre de 2013

Los santos de Shiva

Pies de Tigre (Vyaghrapada)

Un casto e instruido brahmán residía junto al Ganges. Tenía un hijo dotado de extraños poderes y dones de la mente y el cuerpo. Él se convirtió en un discípulo de su padre; cuando había aprendido todo lo que su padre podía enseñarle, el sabio le dio su bendición, y preguntó a su hijo: «¿Qué resta que yo pueda hacer por ti?» Entonces el hijo se inclinó hasta los pies de su padre, diciendo: «Enséñame la más alta forma de virtud enti-e las reglas de la ermita.» El padre contestó: «La más alta virtud es adorar a Shiva.» «¿Dónde puedo hacer mejor esto?», preguntó el joven. El padre respondió: «Él impregna todo el universo; sin embargo, hay sitios en la tierra donde se manifiesta especialmente, tanto como el mismo Omnipresente se manifiesta en cuerpos individuales. El mayor de esos santuarios es Tillai, donde Shiva aceptará tu adoración; allí está la columna de la luz pura.»
El joven asceta dejó a sus padres y partió en su largo viaje al Sur. Pronto llegó a un hermoso lago cubierto de flores de loto, y junto a él vio una columna bajo un gomero. Él bajó su cabeza en adoración del señor y se hizo a sí mismo su sacerdote, haciendo el servicio de ofrecer flores y agua con infalible devoción día a día. Ahora, muy lejos, el construyó para sí mismo una pequeña ermita y estableció una segunda columna en el bosque. Pero encontró difícil cumplir con el servicio a ambos santuarios, dado que no estaba satisfecho con las flores de las charcas y campos y arbustos, dado que deseaba hacer ofrendas diarias de los más exquisitos pimpollos de lo más alto de los árboles más nobles del bosque. Daba igual cuán temprano comenzara, de todas formas los brillantes rayos del sol marchitaban la mitad de ellos antes de que pudiera recoger los suficientes, y tampoco podía ver en las horas oscuras para escoger las flores más perfectas.
Desesperado por conseguir un servicio perfecto se lanzó al suelo e imploró a los dioses que le ayudaran. Shiva apareció y, con una sonrisa amable, ofreció un deseo al devoto joven. El pidió que pudiera obtener las manos y los pies de un tigre, provistos de fuertes garras y con penetrantes ojos en ellas, para poder trepar rápidamente a los más altos árboles y encontrar las flores más perfectas para servir al santuario. Esto Shiva lo concedió, y así el joven se convirtió en el «Pie de Tigre» y el de «Seis Ojos».

Santo del Ojo (Kan-Appan)

Vivía hace mucho tiempo un jerarca del bosque que pasaba todos sus días cazando, de modo que en los bosques resonaban los ladridos de los perros y los gritos de los sirvientes. Era un adorador de Subrahmanian, la deidad montaña del Sur, y sus ofendas eran bebida fuerte, pavos y pavos reales, aconipañados con danzas salvajes y grandes banquetes. Tenía un hijo, de nombre Robusto, a quien siempre llevaba con él en sus expediciones de caza, dándole la educación, así decían ellos, de un joven cachorro de tigre. Llegó el momento en que el jerarca se volvió débil, y pasó su autoridad a Robusto.
Él también pasaba sus días cazando. Un día un gran verraco se escapó de las redes en que había sido cogido y se largó. Robusto le persiguió con dos sirvientes. una larga y cansadora persecución, hasta que al final el verraco cayó de agotamiento y Robusto lo cortó en dos. Cuando la comitiva llegó propusieron asar el verraco y tomar un descanso, pero allí no había agua; entonces Robusto cargó el verraco sobre sus espaldas y se fueron muy lejos. Entonces vieron la colina sagrada de Kalaharti; uno de los sirvientes señaló su cumbre, donde había una imagen del dios con mechones enmarañados. «Vayamos allí a rezar», dijo. Robusto alzó otra vez al verraco y fueron más y más lejos. Pero al caminar, el verraco se volvía más y más liviano, maravillando cada vez más a su corazón. Dejó el verraco y corrió a buscar el significado del milagro. No pasó mucho tiempo hasta que llegó a una columna de piedra, la parte superior de la cual tenía la forma de la cabeza del dios; inmediatamente ella habló a su alma, preparada por alguna bondad o austeridad de algún nacimiento anterior, de modo que toda su naturaleza cambió y no pensó en nada sino en el amor al dios que ahora veía por primera vez; besó la imagen, como una madre abrazando a un hijo perdido hace tiempo. Vio el agua que había sido vaciada recientemente sobre ella, y la cabeza se pobló de hojas; uno de sus seguidores, que venía justo detrás, dijo que esto debió haber sido hecho por un viejo brahmán devoto que había vivido cerca en los días del padre de Robusto.
Entonces vino al corazón de Robusto que él mismo debía tal vez prestar algún servicio al dios. Él no quería dejar la imagen sola, pero no tenía alternativa, y volviendo de prisa al campamento eligió algunas partes tiernas de la carne asada, las probó para ver si estaban buenas y, poniéndolas en una bandeja de hojas y cogiendo un poco de agua del río en su boca, corrió de vuelta a la imagen, dejando a sus asombrados seguidores sin palabras, dado que naturalmente ellos pensaron que se había vuelto loco. Cuando llegó a la imagen salpicó agua de su boca, hizo una ofrenda de la carne de verraco y dejó junto a ella flores salvajes de su propio cabello, rogando al dios que recibiera sus obsequios. Entonces el Sol cayó, y Robusto permaneció junto a la imagen de guardia con su arco encordado y su flecha afilada. Al amanecer fue a cazar para tener más ofrendas para poner frente al dios.
Mientras tanto el brahmán devoto que había servido al dios tantos años vino a hacer sus acostumbrados servicios matinales; trajo agua pura en vasijas sagradas, flores frescas y hojas, y recitó rezos sagrados. ¡Cómo se horrorizó al ver que la imagen había sido profanada con carne y agua sucia! Rodó de pena ante la columna (el monolito), preguntando al Gran Dios por qué había permitido la profanación de este santuario, dado que las ofrendas aceptables para Shiva son agua pura y flores frescas; se dice que hay mayor mérito en dejar una sola flor ante un dios que en ofrecer mucho oro. Para este sacerdote brahmán la muerte de las criaturas era un crimen repugnante comer carne, una inmensa abominación; tocar la boca de un hombre, una violación, y él observaba a los bárbaros cazadores como criaturas de orden inferior. Reflexionaba, sin embargo, que no debía tardar en llevar adelante su propio acostumbrado servicio; por ello limpió a la imagen cuidadosamente e hizo sus rezos corno era su costumbre de acuerdo con el rito Veda, cantó el himno convenido, circunvaló el santuario y volvió a su morada.
Durante algunos días tuvo lugar esta alternancia de los servicios a la imagen: el brahmán ofreciendo agua pura y flores en la mañana, y el cazador trayendo carne por la noche. Mientras tanto, llegó el padre de Robusto, pensando que su hijo estaba poseído, y se esforzó por hacer razonar al joven convertido; pero fue en vano, y no pudieron sino regresar a su pueblo y dejarle solo.
El brahmán no podía soportar este estado de cosas por mucho tiempo; apasionadamente llamó a Shiva para proteger su imagen de esta diaria profanación. Una noche el dios se apareció ante él diciendo: «Eso por lo que protestas es aceptable y bienvenido por mí. El que ofrece carne y agua de su boca es un cazador ignorante de los bosques que no sabe nada de tradiciones sagradas. Pero no lo observes a él, observa solamente su motivo; su rudo cuerpo está lleno de amor a mí, esa niisma ignorancia es su conocimiento de mí. Sus ofrendas, abominables a tus ojos, son puro amor. Pero tú debes observar mañana la prueba de su devoción.»
Al día siguiente Shiva mismo ocultó al brahmán detrás del santuario; entonces, para revelar toda la devoción de Robusto, hizo que pareciera que fluía sangre de uno de los ojos de su propia imagen. Entonces cuando Robusto trajo sus acostumbradas ofrendas, inmediatamente vio su sangre y gritó: «Oh mi señor, ¿quién te ha herido? ¿Quién ha hecho este sacrilegio cuando yo no estaba aquí para cuidarte?» Entonces buscó en todo el bosque para encontrar al enemigo; no encontrando a nadie, se puso a curar la herida con hierbas medicinales, pero fue en vano. Entonces recordó la máxima de los médicos, que lo mismo cura a lo mismo, e inmediatamente cogió una afilada flecha y quitó su propio ojo derecho y lo aplicó a la imagen del dios, y ¡mira! la sangre paró al instante. Pero, ¡ay de mí!, el segundo ojo comenzó a sangrar. Por un momento Robusto se sintió abatido e impotente; entonces tuvo la inspiración de que todavía tenía un medio de curarlo, y probó su eficacia. Cogió la flecha y se quitó el otro ojo, poniendo su pie contra el ojo de la imagen, para poder encontrarla cuando ya no viera.
Pero el propósito de Shiva estaba cumplido; adelantó una mano de la columna y paró la mano del cazador, diciéndole: «Es suficiente; desde ahota tu sitio estará siempre a mi lado en Kailas.» Entonces el sacerdote brahmán también vio que el amor es mayor que la pureza ceremonial, y Robusto ha sido amado para siempre como el «Santo del Ojo».

Manikka Vaçagar y los chacales


Este santo nació cerca de Madura; a sus dieciséis años había agotado todo el círculo de enseñanza contemporáneo de los brahmanes, especialmente las escrituras de los shaivas; el informe de su aprendizaje e inteligencia llegó al rey, quien envió a buscarlo y lo hizo primer ministro. En la corte Panadia disfrutó del lujo del cielo de Indra, y se movió entre los cortesanos como la Luna plateada entre las estrellas, vestido con ropas reales, rodeado de caballos y elefantes, protegido por el paraguas del Estado; dado que el sabio rey dejó todo el gobierno en sus manos. A pesar de ello el joven ministro no perdió su cabeza; él recordaba que los placeres externos no son sino lazos para el alma, y deben ser abandonados por aquellos que alcanzan la Liberación. Sentía gran compasión por las esforzadas multitudes que nacían una y otra vez sufriendo penas irremediables. Su alma se derretía en apasionadas nostalgia hacia Shiva. Continuó administrando justicia y gobernando bien, pero siempre tenía la ilusión de encontrar un maestro que le revelara Ci «Camino de la Liberación». Como una abeja revolotea de una flor a otra él fue de uno a otro maestro de los shaivas, pero no encontró una verdad satisfactoria. Un día un mensajero vino a la corte anunciando que un barco había llegado al puerto trayendo una preciosa carga de espléndidos caballos de otras tierras. El rey inmediatamente despachó a su ministro con un gran tesoro para comprar los bellos caballos, y él partió con la debida ceremonia (pompa), acompañado por regimientos de soldados.
Mientras tanto Shiva mismo, sentado en su corte en el cielo con Urna su esposa, anunció su intención de descender a la Tierra con la forma humana de un gui-u o maestro, y que él podía iniciarse como discípulo para la conversión del Sur y la gloria del discurso del Tamil. Consecuentemente, cogió su sitio bajo un bien extendido árbol, rodeado de muchos sirvientes en la forma de santos shaivas, sus discípulos. Ante este evento los árboles dieron sus pimpollos, los pájaros cantaron sobre cada rama del bosque cerca junto al puerto donde el señor había cogido su asiento. Entonces el joven enviado pasó por allí, acompañado por su séquito, y oyó el sonido de los himnos shaivas procedentes del bosque. Envió un mensajero para averiguar el origen de la música divina, y le dijeron que había un santo maestro establecido, como el mismo Shiva, bajo un gran árbol, acompañado de miles de devotos. Ante esto él desmontó y se dirigió reverentemente hacia donde estaba el sabio, quien apareció ante su visión como el mismo Shiva, con su ojo en llamas. Hizo preguntas acerca de las divinas verdades enseñadas por el sabio y sus discípulos; él se convirtió y se echó a los pies del maestro con lágrimas en los ojos. renunciando a los honores mundanos: recibió una solemne iniciación y se convirtió en Jivanmukta, uno que alcanza la Liberación mientras todavía encama una forma humana. Adoptó las cenizas blancas y los cabellos trenzados de un yogui shaiva. Más aún, traspasó los tesoros confiados a él para la adquisición de los caballos.
La comitiva real se acercó al ministro convertido y protestó por esta disposición de la propiedad de su señor; pero él les mandó marcharse: «¿Por qué», preguntó, «me traéis otra vez asuntos mundanos como éste?» Ellos se volvieron a Madura y anunciaron al rey lo que había sucedido. Éste no se enfureció anormalmente, y envió una orden real para que su ministro volviera inmediatamente. Éste sólo respondió: «No conozco otro rey que no sea Shiva, de quien ni siquiera los mensajeros de la muerte pueden apartarme.» Shiva, sin embargo, le ordenó que regresara a Madura y no temiera nada, sino que dijera que los caballos llegarían a su debido momento. El dios también le proveyó de un equipaje adecuado y de un rubí sin valor. El rey al principio aceptó sus garantías de que los caballos llegarían, pero la historia de los otros cortesanos prevaleció, y dos días antes de la prometida llegada de los caballos el joven ministro fue metido en prisión.
El señor, sin embargo, cuidaba de sus discípulos. Él juntó una multitud de chacales, les convirtió en espléndidos caballos y los envió a la corte, con multitudes de deidades menores disfrazadas de mozos de cuadra; él mismo cabalgó a la cabeza de la tropa, disfrazado del mercader a quien se suponía se habían comprado los caballos. El rey estaba por supuesto encantado, y liberó al ministro con muchas disculpas. Los caballos fueron entregados y enviados a los establos reales; los dioses disfrazados partieron y todo parecía estar bien.

Antes del amanecer el pueblo fue despertado por horribles aullidos; los caballos se habían vuelto otra vez chacales y, lo que es peor, estaban devorando a los caballos reales en los establos del rey. El rey se dio cuenta de que había sido engañado, y cogió al pícaro ministro y lo expuso al sol de mediodía, con una pesada piedra sobre su espalda. Éste rogó a su señor; Shiva en respuesta liberó las aguas del Ganga de sus enmarañados cabellos e inundó el pueblo. Otra vez el rey se dio cuenta de su error y restituyó al sabio a un puesto de honor, y se puso a construir un dique para salvar al pueblo. Cuando esto estuvo hecho, el rey ofreció entregar el reino al santo, pero Manikka Vaçagar prefirió retirarse al puerto donde primero había visto a su señor. Allí cogió su sitio a los pies del guru. La tarea de Shiva, sin embargo, estaba ahora acabada; partió al cielo, dejando el encargo a Manikka Vaçagar de establecer la fe a través de Tamilakam. A partir de ese momento el santo pasó su vida deambulando de pueblo en pueblo, cantando devotamente y lleno de pasión los himnos de los cuales le vino su nombre de «Aquel cuyo Discurso son Rubíes». Finalmente llegó a Chitambaram, la ciudad sagrada donde diariamente se realiza la danza de Shiva, también la morada del santo llamado «Pie de Tigre»; el santo vivió allí hasta que murió convirtiéndose en el señor, Ésta fue la forma de esa beatificación. Después de una gran controversia con herejes budistas de Ceilán apareció un venerable aunque desconocido devoto, quien rogó ser permitido anotar todas las canciones de los santos de su propios labios. Hizo esto y luego desapareció, dado que él no era otro sino el mismo Shiva, quien cogió las canciones para el cielo para que los dioses disfrutaran. A la mañana siguiente una copia perfecta fue encontrada, con mil versos en total, firmada por el mismo dios, junto a su imagen en Chitambaram. Todos los devotos del templo se apresuraron a pedirle una explicación al santo; él les dijo que le siguieran, y los llevó adonde estaba la imagen de Shiva en la Corte Dorada. «Éste es el significado. Esto es lo importante», dijo, y con ello desapareció, derritiéndose en la misma imagen, y no fue visto nunca más.

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