domingo, 27 de octubre de 2013

El Mahabharata relatado en 15 episodios (III)La recompensa del maestro

Llegó el momento en que Drona pensó en solicitar a quienes había estado enseñando lo que se le debía como maestro. Entonces reunió juntos a todos sus discípulos, y dijo: «Coged a Drupada, rey de Panchala, en la batalla, y traedlo aquí atado hasta mí. Ésta es la única recompensa que deseo como vuestro maestro y preceptor.»
La iniciativa fue totalmente aceptada por los ansiosos jóvenes, y con alegría juntaron un imponente conjunto de carros, armas y seguidores, y partieron hacia la capital de Drupada, sin olvidar en su camino que iban a atacar a los Panchalas. Príncipes y nobles avanzaban encantados de poder ostentar a su paso su valor y sus habilidades. Y nunca esto fue más notable que cuando entraron por las puertas de la ciudad y recorrieron con estrépito las calles de la capital Drupada.
Oyendo el clamor, el mismo rey se asomó a los balcones del palacio para ver el espectáculo. Pero estos caballeros, dando gritos de guerra, le dispararon una lluvia de flechas. Entonces Drupada, acompañado por sus hermanos, saliendo ahora por las puertas del palacio sobre su blanco carro, se enfrentó él mismo a la fuerza invasora. Sin embargo, a partir de ese momento Arjuna contuvo a sus hermanos y a sí mismo de participar en lo que parecía una mera melée. Se dio cuenta de que el rey Panchala, luchando en su propia capital, no sería vencido con tácticas de este tipo, sino que éstas podían tener el efecto de fatigarlo y entonces sí sería la oportunidad de los Pandavas para actuar.
Tal como él lo había predicho, el carro blanco del rey era visto, ahora aquí, ahora allí, siempre hacia adelante, y acercándose hacia el punto donde el peligro y las incursiones de los invasores eran mayores, y durante esos rápidos movimientos no dejaba de descargar sobre la tropa una tan constante y rápida lluvia de flechas que los kurus comenzaron a ser presa del pánico y a pensar que se estaban enfrentando, no a uno, sino a muchos Drupadas.
Para entonces la alarma se había esparcido por la ciudad, y tambores y trompetas comenzaron a sonar en cada casa, mientras los hombres salían, con sus armas listas, para asistir a su rey. Entonces surgió de la gran multitud de los Panchalas un terrible rugido, mientras el sonar de las cuerdas de los arcos parecía hendir los mismos cielos. Una nueva y feroz respuesta surgió por un momento de los guerreros invasores, pero siempre que se disparaba una flecha parecía estar Drupada en persona para contestarla. El estaba aquí, allá y en todas partes, y moviéndose a toda velocidad sobre el campo de batalla, como una feroz rueda, atacó a Duryodhana, y también a Karna, y les hirió, amainando con verdadero derecho su sed de batalla, tanto que, viendo a la multitud de ciudadanos a que se oponían, los Kurus quebrantados huyeron con un gemido hasta donde estaban los Pandavas esperando.

El poder de Arjuna


Apresuradamente los Pandavas, venerando a Drona, subieron a sus carros. El liderazgo cayó sobre Arjuna, como por instinto, y él, prohibiendo a Yudhishthira luchar o exponerse, rápidamente asignó a los gemelos, sus hermanos menores, protectores de las ruedas de su carro, mientras que Bhima, siempre luchando en la vanguardia, corrió hacia adelante, maza en mano, para liderar el ataque. Así, como la figura de la muerte, Arjuna entró en la multitud de los Panchalas. Bhima con su porra comenzó a matar los elefantes que los cubrían. Y la batalla se volvió feroz y terrible de observar. Arjuna eligió al rey y a su general para atacarlos personalmente. Entonces consiguió voltear su mástil, y cuando éste había caído saltó del carro, y dejó a un lado su arco para cambiarlo por la espada, y con ella cogió a Drupada, el rey, con tanta facilidad como un gran pájaro coge a la serpiente de agua.
Habiendo así exhibido su poder en la presencia de ambas multitudes, Arjuna dio un fuerte grito y avanzó saliendo de entre los Panchalas, llevando con él a su cautivo. Ante esta visión los Kurus enloquecieron y hubieran devastado toda la capital de los Panchalas, pero Arjuna con una fuerte voz les cohibió. «Drupada», dijo, «es nuestro amigo y aliado. Lo hemos vencido a él personalmente para satisfacer a Drona. ¡Bajo ningún concepto vamos a matar a su gente! »
Entonces todos los príncipes juntos, trayendo con ellos a sus cautivos, volvieron adonde se encontraba Drona, y dejaron ante él a Drupada, junto con muchos de sus ministros y amigos.

La venganza de Drona


Drona se rió tranquilamente ante el rey que una vez había sido su amigo. «No temas, oh rey», dijo; «tu vida será perdonada. Pero ¿no te interesaría cultivar mi amistad?» Entonces, por un momento, hubo un silencio. Abriendo otra vez sus labios dijo: «En realidad, Drupada, yo te amo hoy tanto como antiguamente en nuestra niñez y aún deseo tu amistad. Tú me dijiste, ay de mí, que sólo un rey podía ser amigo de un rey, y por esa razón te restituiré sólo parte de tu territorio, de modo que, siendo rey yo mismo, podré disfrutar de tu afecto en condiciones de igualdad. Tú serás rey de todas las tierras que se encuentran al sur del río Ganges, y yo reinaré sobre las del norte. Y ahora, Drupada, ¿te humillarías a distinguirme con tu amistad?»
Con estas palabras Drona liberó a Dmpada y le confirió la soberanía de la mitad de su propio reino, aquellos territorios que se encontraban al sur del Ganges.
Drupada, con muchas disculpas, le aseguró su profunda admiración y respeto. Pero en su propia mente la lección que el mortificado rey llevó al corazón fue la de la superioridad de recursos de su viejo amigo, y desde ese momento deambuló en todas direcciones, aun como Drona había ido a Hastinapura, con la esperanza de descubrir algún poder oculto u otro medio, por devoción u otra forma, para obtener un hijo que pudiera tener éxito en una venganza contra el hombre que le había humillado. Y sucedió que su enemistad hacia Drona creció con el tiempo hasta ser uno de los principales motivos en la vida de Drupada, rey de los Panchalas.


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