domingo, 4 de agosto de 2013

149 Las Lemias y el rey Cicico

a. Heracles, después de apoderarse del Jabalí de Erimanto, apareció de pronto en Págasas y fue invitado por unanimidad a que actuara como capitán del Argo, pero accedió generosamente a servir a los órdenes de Jasón, quien, aunque era un principiante, había proyectado y proclamado la expedición. En consecuencia, cuando se botó la nave y se echaron suertes para ocupar los bancos, a razón de dos remeros por cada banco, fue Jasón quien sacrificó una yunta de bueyes a Apolo de los Embarques. Mientras el humo del sacrificio se elevaba propiciamente al firmamento, formando oscuras columnas arremolinadas, los argonautas se sentaron para celebrar su baquete de despedida, en el que Orfeo apaciguó con su lira ciertas disputas de borrachos. Se hicieron a la mar a la primera luz de la aurora, con rumbo a Lemnos.

b. Alrededor de un año antes de esto, los lemnios se habían peleado con sus esposas, quejándose de que olían mal, y tomaban como concubinas a muchachas tracias capturadas en sus incursiones. En venganza, las lemnias asesinaron a todos sin compasión, a viejos y jóvenes igualmente, con excepción del rey Toante, a quien salvó la vida en secreto su hija Hipsípila, poniéndolo a la deriva en una embarcación sin remos. Ahora bien, cuando el Argo apareció a la vista y las lemnias lo tomaron por una nave enemiga proveniente de Tracia, se pusieron las armaduras de sus maridos difuntos y corrieron audazmente a la costa para rechazar el ataque que les amenazaba. Pero el elocuente Equión desembarcó con el báculo en la mano como heraldo de Jasón y no tardó en tranquilizarlas;, entonces Hipsípila convocó un consejo en el que propuso que se enviaran alimentos y vino a los argonautas, pero no se les admitiera en su ciudad de Mirina, por temor a que se les acusara por la matanza. Polixo la anciana nodriza de Hipsípila, se levantó para alegar que sin hombres la raza lemnia no tardaría en extinguirse. «Lo más sensato —dijo— sería que os ofrecieseis amorosamente a esos aventureros bien nacidos y así no sólo pondríais nuestra isla bajo una fuerte protección, sino que además pariríais una raza nueva y fornida.»

c. Este consejo desinteresado fue fuertemente aplaudido y los argonautas fueron bien acogidos en Mirina. Por supuesto, Hipsípila no le dijo a Jasón toda la verdad, sino que, balbuceando y ruborizándose, le explicó que después de haber sufrido muchos malos tratos por parte de sus maridos, sus compañeras se habían levantado en armas y les habían obligado a emigrar. Dijo que el trono vacante de Lemnos sería para Jasón si lo pedía. Aunque Jasón aceptó agradecido el ofrecimiento, declaró que antes de fijar su residencia en la fértil Lemnos debía terminar su búsqueda del Vellocino de Oro. Pero Hipsípila no tardó en convencer a los argonautas para que aplazasen su partida, pues cada aventurero estaba rodeado por numerosas mujeres jóvenes todas las cuales deseaban compartir el lecho con él. Hipsípila reclamó para ella a Jasón y le agasajó regiamente; fue entonces cuando él engendró a Euneo y su mellizo Nebrófono, a quien algunos llaman Deifilo, o Toante el Joven. Euneo llegó a ser rey de Lemnos y proporcionó a los griegos vino durante la guerra de Troya.

d. Muchos hijos engendraron en esta ocasión también los otros argonautas, y si no hubiera sido por Heracles, que guardaba el Argo y que finalmente se dirigió resueltamente a Mirina, golpeando las puertas de las casas con su clava y pidiendo a sus compañeros que volvieran a cumplir su deber, es probable que el vellocino de oro no saliera nunca de Cólquide. Pronto los obligó a volver a la costa y esa misma noche se embarcaron para Samotracia, donde fueron debidamente iniciados en los misterios de Perséfone y sus servidores, los Cabiros, que salvaban a los navegantes del naufragio.

e. Mas tarde, cuando las lemnias descubrieron que Hipsípila, violando su juramento, había salvado a Toante —fue arrojado a tierra en la isla de Sicinos y luego fue rey de los aurios— la vendieron como esclava al rey Licurgo de Nemea. Pero algunos dicen que unos piratas tracios hicieron una incursión en Mirina y la capturaron. Cuando llegó a la edad viril, Euneo purificó a la isla culpable de homicidio, y los ritos que utilizó se siguen repitiendo en el festival anual de los Cabiros: durante
nueve días permanece apagado el fuego en todos los fogones lemnios y se hacen ofrendas a los muertos, después de lo cual se lleva en un barco fuego nuevo, del altar de Apolo en Délos.

f. Los argonautas siguieron navegando, dejando a Imbros a estribor, y como se sabía que el rey Laomedonte de Troya guardaba la entrada del Helesponto y no dejaba entrar ninguna nave griega, se deslizaron por el estrecho de noche, manteniéndose cerca de la costa tracia, y llegaron a salvo al Mar de Mármara. Cuando se acercaban al territorio de los doliones desembarcaron en el cabo de una península escarpada llamada Arctón, a la que corona el monte Díndimo. Allí los recibió el rey Cícico, hijo de Éneo y anterior aliado de Heracles, quien se acababa de casar con Clito, de la Percote frigia, y les invitó cordialmente a compartir su banquete de boda. Mientras se realizaban las festividades los guardianes del Argo fueron atacados con piedras y palos por ciertos gigantes de seis manos nacidos de la Tierra, desde el interior de la península, pero los rechazaron.

g. Después los argonautas dedicaron la piedra que les servía como ancla a Atenea, en cuyo templo se la exhibe hasta el presente, y, tomando a bordo otra más pesada, se alejaron remando tras una despedida cordial en dirección al Bosforo. Pero de pronto comenzó a soplar un viento del nordeste y no tardaron en avanzar tan despacio que Tifis decidió cambiar la dirección de la nave y volver a ponerse al socaire de la península. Fue desviada de su curso y los argonautas, que vararon su embarcación al azar en medio de la más intensa oscuridad, fueron atacados inmediatamente por guerreros bien armados. Sólo después de haberlos vencido en una feroz batalla y de matar a algunos y poner a los demás en fuga descubrió Jasón que había ido a parar a la costa oriental de Arctón y que el noble rey Cícico, que había tomado a los argonautas por piratas, yacía muerto a sus pies. Clito, enloquecido por la noticia, se ahorcó; y las ninfas del bosquecillo lloraron tan lastimosamente que sus lágrimas formaron la fuente que ahora lleva su nombre.

h. Los argonautas realizaron juegos fúnebres en honor de Cícico, pero el mal tiempo los detuvo durante muchos días más. Por fin un alción revoloteó sobre la cabeza de Jasón y se posó gorjeando en la proa del Argo; en vista de lo cual Mopso, que entendía el lenguaje de las aves, explicó que todo iría bien si aplacaban a la Diosa Rea. Ella había exigido la muerte de Cícico en represalia por la de su león sagrado, muerto por él en el monte Díndimo, y estaba ofendida con los argonautas por haber causado aquella carnicería entre sus hermanos los gigantes de seis brazos nacidos de la Tierra. En consecuencia erigieron una imagen a la diosa, tallada por Argo de una cepa antigua, y danzaron plenamente armados en la cima de la montaña. Rea agradeció su devoción e hizo que un manantial —llamado ahora el Manantial de Jasón— brotase de unas rocas cercanas. Se levantó un viento favorable y continuaron el viaje. Sin embargo, los doliones prolongaron su luto durante todo un mes, sin encender fuego y viviendo de alimentos sin cocinar, costumbre que se observa todavía durante los Juegos Cícicos anuales.

1.      Se hace que Jasón haga escala en Lemnos porque, según Homero, Euneo, que reinaba allí durante la guerra de Troya, era hijo suyo; y porque Eufemo, otro argonauta, engendró a Leucofano («apariencia blanca») con una lemnia (Tzetzes: Sobre Licofrón 886; Escoliasta sobre las Odas piticas de Píndaro ív.455), convirtiéndose así en el antepasado de una larga dinastía cirenea. La matanza de lemnios indica que los isleños conservaban la forma de sociedad ginecocrática, apoyada por sacerdotisas armadas, que se observaba entre ciertas tribus libias en  la  época de Herodoto (véase 8.1), y que los visitantes helenos sólo podían comprender esta anomalía como una revolución femenina. Mirina era el nombre de su diosa (véase 131.3). Quizá se decía que las lemnias olían mal porque trabajaban con .glasto —utilizado por sus vecinas tracias para tatuarse—, planta de un olor tan nauseabundo y duradero que las familias de Norfol la  que trabajan con glasto se han visto siempre obligadas a casarse entre ellas.

2.      Samotracia era un centro de la religión heládica, y los iniciados en sus Misterios de la diosa Luna —el secreto de los cuales ha sido bien mantenido— tenían derecho a llevar un amuleto purpúreo (Apolonio de Rodas: i.197; Diodoro Sículo: v.49), valorizado como una protección contra peligros de toda clase, pero especialmente los naufragios. Filipo de Macedonia y su esposa Olimpia se iniciaron en esos misterios (Aristófanes: La paz 277, con escoliastas); César Germánico no pudo tomar parte en los Misterios sólo a causa de un agüero y murió poco después (Tácito: Anales ii.54). Ciertas vasijas de bronce antiguas encontradas en Samotracia se dice que habían sido dedicadas por los argonautas.

3.      Los hermanos de Rea, los gigantes de seis brazos nacidos de la Tierra de la Isla del Oso, quizás han sido deducidos de ilustraciones que representaban a hombres velludos vestidos con pieles de oso y las garras extendidas. E1 relato de la muerte de Cícico es lo bastante minucioso para que indique una tradición germina de la incursión en el Mar Negro, aunque tan poco relacionada con la extinción anual de los fuegos en Cícico como la supuesta matanza de los lemnios con una ceremonia análoga en Mirina, durante el festival de los Cabiros, que duraba nueve días. Al término del año, cuando el rey sagrado era sacrificado, se apagaban habitualmente los fuegos en muchos reinos y se renovaban más tarde como uno de los ritos de la instalación del nuevo rey.

4.      La muerte del león de Rea se refiere probablemente a  la  supresión de su culto en Cícico en favor del Olimpianismo.

5.      Los alciones eran mensajeros de la diosa del Mar, Alcíone (« la  reina que evita [las tormentas]»; véase 45.1-2).


No hay comentarios:

Publicar un comentario