a. Heracles, después de apoderarse del Jabalí de Erimanto,
apareció de pronto en Págasas y fue invitado por unanimidad a que actuara como
capitán del Argo, pero accedió generosamente a servir a los órdenes de Jasón,
quien, aunque era un principiante, había proyectado y proclamado la expedición.
En consecuencia, cuando se botó la nave y se echaron suertes para ocupar los
bancos, a razón de dos remeros por cada banco, fue Jasón quien sacrificó una
yunta de bueyes a Apolo de los Embarques. Mientras el humo del sacrificio se
elevaba propiciamente al firmamento, formando oscuras columnas arremolinadas,
los argonautas se sentaron para celebrar su baquete de despedida, en el que
Orfeo apaciguó con su lira ciertas disputas de borrachos. Se hicieron a la mar
a la primera luz de la aurora, con rumbo a Lemnos.
b. Alrededor de un año antes de esto, los lemnios se habían
peleado con sus esposas, quejándose de que olían mal, y tomaban como concubinas
a muchachas tracias capturadas en sus incursiones. En venganza, las lemnias
asesinaron a todos sin compasión, a viejos y jóvenes igualmente, con excepción
del rey Toante, a quien salvó la vida en secreto su hija Hipsípila, poniéndolo
a la deriva en una embarcación sin remos. Ahora bien, cuando el Argo apareció a
la vista y las lemnias lo tomaron por una nave enemiga proveniente de Tracia,
se pusieron las armaduras de sus maridos difuntos y corrieron audazmente a la
costa para rechazar el ataque que les amenazaba. Pero el elocuente Equión
desembarcó con el báculo en la mano como heraldo de Jasón y no tardó en
tranquilizarlas;, entonces Hipsípila convocó un consejo en el que propuso que
se enviaran alimentos y vino a los argonautas, pero no se les admitiera en su ciudad
de Mirina, por temor a que se les acusara por la matanza. Polixo la anciana
nodriza de Hipsípila, se levantó para alegar que sin hombres la raza lemnia no
tardaría en extinguirse. «Lo más sensato —dijo— sería que os ofrecieseis
amorosamente a esos aventureros bien nacidos y así no sólo pondríais nuestra
isla bajo una fuerte protección, sino que además pariríais una raza nueva y
fornida.»
c. Este consejo desinteresado fue fuertemente aplaudido y los
argonautas fueron bien acogidos en Mirina. Por supuesto, Hipsípila no le dijo a
Jasón toda la verdad, sino que, balbuceando y ruborizándose, le explicó que
después de haber sufrido muchos malos tratos por parte de sus maridos, sus
compañeras se habían levantado en armas y les habían obligado a emigrar. Dijo que
el trono vacante de Lemnos sería para Jasón si lo pedía. Aunque Jasón aceptó
agradecido el ofrecimiento, declaró que antes de fijar su residencia en la
fértil Lemnos debía terminar su búsqueda del Vellocino de Oro. Pero Hipsípila
no tardó en convencer a los argonautas para que aplazasen su partida, pues cada
aventurero estaba rodeado por numerosas mujeres jóvenes todas las cuales
deseaban compartir el lecho con él.
Hipsípila reclamó para ella a Jasón y le agasajó regiamente; fue entonces
cuando él engendró a Euneo y su mellizo Nebrófono, a quien algunos llaman
Deifilo, o Toante el Joven. Euneo llegó a ser rey de Lemnos y proporcionó a los
griegos vino durante la guerra de Troya.
d. Muchos hijos engendraron en esta ocasión también los otros
argonautas, y si no hubiera sido por Heracles, que guardaba el Argo y que
finalmente se dirigió resueltamente a Mirina, golpeando las puertas de las
casas con su clava y pidiendo a sus compañeros que volvieran a cumplir su
deber, es probable que el vellocino de oro no saliera nunca de Cólquide. Pronto
los obligó a volver a la costa y esa misma noche se embarcaron para Samotracia,
donde fueron debidamente iniciados en los misterios de Perséfone y sus
servidores, los Cabiros, que salvaban a los navegantes del naufragio.
e. Mas tarde, cuando las lemnias descubrieron que Hipsípila,
violando su juramento, había salvado a Toante —fue arrojado a tierra en la isla
de Sicinos y luego fue rey de los aurios— la vendieron como esclava al rey
Licurgo de Nemea. Pero algunos dicen que unos piratas tracios hicieron una
incursión en Mirina y la capturaron. Cuando llegó a la edad viril, Euneo
purificó a la isla culpable de homicidio, y los ritos que utilizó se siguen
repitiendo en el festival anual de los Cabiros: durante
nueve días permanece apagado el fuego en todos los fogones lemnios
y se hacen ofrendas a los muertos, después de lo cual se lleva en un barco
fuego nuevo, del altar de Apolo en Délos.
f. Los argonautas siguieron navegando, dejando a Imbros a
estribor, y como se sabía que el rey Laomedonte de Troya guardaba la entrada
del Helesponto y no dejaba entrar ninguna nave griega, se deslizaron por el
estrecho de noche, manteniéndose cerca de la costa tracia, y llegaron a salvo
al Mar de Mármara. Cuando se acercaban al territorio de los doliones
desembarcaron en el cabo de una península escarpada llamada Arctón, a la que
corona el monte Díndimo. Allí los recibió el rey Cícico, hijo de Éneo y
anterior aliado de Heracles, quien se acababa de casar con Clito, de la Percote
frigia, y les invitó cordialmente a compartir su banquete de boda. Mientras se
realizaban las festividades los guardianes del Argo fueron atacados con piedras
y palos por ciertos gigantes de seis manos nacidos de la Tierra, desde el
interior de la península, pero los rechazaron.
g. Después los argonautas dedicaron la piedra que les servía como
ancla a Atenea, en cuyo templo se la exhibe hasta el presente, y, tomando a
bordo otra más pesada, se alejaron remando tras una despedida cordial en
dirección al Bosforo. Pero de pronto comenzó a soplar un viento del nordeste y
no tardaron en avanzar tan despacio que Tifis decidió cambiar la dirección de
la nave y volver a ponerse al socaire de la península. Fue desviada de su curso
y los argonautas, que vararon su embarcación al azar en medio de la más intensa
oscuridad, fueron atacados inmediatamente por guerreros bien armados. Sólo
después de haberlos vencido en una feroz batalla y de matar a algunos y poner a
los demás en fuga descubrió Jasón que había ido a parar a la costa oriental de
Arctón y que el noble rey Cícico, que había tomado a los argonautas por
piratas, yacía muerto a sus pies. Clito, enloquecido por la noticia, se ahorcó;
y las ninfas del bosquecillo lloraron tan lastimosamente que sus lágrimas
formaron la fuente que ahora lleva su nombre.
h. Los argonautas realizaron juegos fúnebres en honor de Cícico,
pero el mal tiempo los detuvo durante muchos días más. Por fin un alción
revoloteó sobre la cabeza de Jasón y se posó gorjeando en la proa del Argo; en
vista de lo cual Mopso, que entendía el lenguaje de las aves, explicó que todo
iría bien si aplacaban a la Diosa Rea. Ella había exigido la muerte de Cícico
en represalia por la de su león sagrado, muerto por él en el monte Díndimo, y
estaba ofendida con los argonautas por haber causado aquella carnicería entre
sus hermanos los gigantes de seis brazos nacidos de la Tierra. En consecuencia
erigieron una imagen a la diosa, tallada por Argo de una cepa antigua, y
danzaron plenamente armados en la cima de la montaña. Rea agradeció su devoción
e hizo que un manantial —llamado ahora el Manantial de Jasón— brotase de unas
rocas cercanas. Se levantó un viento favorable y continuaron el viaje. Sin
embargo, los doliones prolongaron su luto durante todo un mes, sin encender fuego
y viviendo de alimentos sin cocinar, costumbre que se observa todavía durante
los Juegos Cícicos anuales.
1.
Se
hace que Jasón haga escala en Lemnos porque, según Homero, Euneo, que reinaba
allí durante la guerra de Troya, era hijo suyo; y porque Eufemo, otro
argonauta, engendró a Leucofano («apariencia blanca») con una lemnia (Tzetzes:
Sobre Licofrón 886; Escoliasta sobre las Odas piticas de Píndaro ív.455),
convirtiéndose así en el antepasado de una larga dinastía cirenea. La matanza
de lemnios indica que los isleños conservaban la forma de sociedad
ginecocrática, apoyada por sacerdotisas armadas, que se observaba entre ciertas
tribus libias en la época de Herodoto (véase 8.1), y que los
visitantes helenos sólo podían comprender esta anomalía como una revolución
femenina. Mirina era el nombre de su diosa (véase 131.3). Quizá se decía que
las lemnias olían mal porque trabajaban con .glasto —utilizado por sus vecinas
tracias para tatuarse—, planta de un olor tan nauseabundo y duradero que las
familias de Norfol la que trabajan con
glasto se han visto siempre obligadas a casarse entre ellas.
2.
Samotracia
era un centro de la religión heládica, y los iniciados en sus Misterios de la
diosa Luna —el secreto de los cuales ha sido bien mantenido— tenían derecho a
llevar un amuleto purpúreo (Apolonio de Rodas: i.197; Diodoro Sículo: v.49),
valorizado como una protección contra peligros de toda clase, pero
especialmente los naufragios. Filipo de Macedonia y su esposa Olimpia se
iniciaron en esos misterios (Aristófanes: La paz 277, con escoliastas); César
Germánico no pudo tomar parte en los Misterios sólo a causa de un agüero y
murió poco después (Tácito: Anales ii.54). Ciertas vasijas de bronce antiguas
encontradas en Samotracia se dice que habían sido dedicadas por los argonautas.
3.
Los
hermanos de Rea, los gigantes de seis brazos nacidos de la Tierra de la Isla
del Oso, quizás han sido deducidos de ilustraciones que representaban a hombres
velludos vestidos con pieles de oso y las garras extendidas. E1 relato de la
muerte de Cícico es lo bastante minucioso para que indique una tradición
germina de la incursión en el Mar Negro, aunque tan poco relacionada con la
extinción anual de los fuegos en Cícico como la supuesta matanza de los lemnios
con una ceremonia análoga en Mirina, durante el festival de los Cabiros, que
duraba nueve días. Al término del año, cuando el rey sagrado era sacrificado,
se apagaban habitualmente los fuegos en muchos reinos y se renovaban más tarde
como uno de los ritos de la instalación del nuevo rey.
4.
La
muerte del león de Rea se refiere probablemente a la
supresión de su culto en Cícico en favor del Olimpianismo.
5.
Los
alciones eran mensajeros de la diosa del Mar, Alcíone (« la reina que evita [las tormentas]»; véase
45.1-2).
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