Un día que el rey Arturo regresaba con sus caballeros de una partida de caza, tropezó con un maravilloso cortejo que seguía a una dama vestida de blanco, montada en un hermoso caballo blanco, al lado de un jovencito, muy hermoso y robusto. Cuando el rey se halló frente a la dama, ésta le dijo:
-Señor, yo soy la Dama del Lago. Y he venido hasta vos para pediros un favor: desearía que armaseis caballero a este joven, que es de alto linaje, y a quien he criado como a mi propio hijo. Algún día podré revelaros su verdadero nombre y deciros cuál es su familia.
El rey complació a la gentil dama y armó al joven, consagrándole caballero. La dama besó entonces al joven en la frente y partió . La llegada del misterioso jovenzuelo suscitó gran admiración en toda la corte, y en especial en la reina Ginebra, que quedó fascinada por la luz que irradiaba de su noble rostro y su mirada ardiente. En tanto, el nuevo caballero aguardaba con ansia el momento de poder demostrar, en cualquier empresa difícil, el valor de que era capaz. Y la ocasión no tardó en presentarse.
El día de San Juan se presentó en la corte una doncella que suplicó calurosamente al rey quisiera designar un campeón para defender en duelo las razones de la dama de Noham, que había sido retada por el rey de Nortumberlandia y se exponía por falta de un defensor a perder su feudo. El joven caballero se adelantó entonces pidiendo la gracia de ser elegido, y como el rey sonriera complacido, él creyó leer en su sonrisa un asentimiento, y tomando de la mano a la doncella, se fue guiado por ella. Tanto era el fervor de su entusiasmo que no se acordó siquiera de llevar con él su espada.
Apenas la dama de Noham vio llegar a aquel jovenzuelo imberbe, se creyó perdida y suspiró tristemente. Su sorpresa y su preocupación aumentaron aún al verle sin espada. Preguntó entonces:
-¿Cómo haréis , pues, para combatir?
-No os preocupéis, señora- respondió el adolescente. Haré lo mejor que sepa. Ya veréis.
Hizo en efecto, o mejor que supo, y bien lo aprendió a su costa el rey de Nortumberlandia , pues el ardiente jovenzuelo se lanzó contra él con tal ímpetu, que al solo choque de su escudo lo derribó ; después saltó prestamente de la silla, le arranco de la mano la espada y apuntó con ella a la garganta. El duelo terminó y el feudo de Noham quedó liberado del defensor.
La fama de esta hazaña se difundió rápidamente por todo el país , llegando hasta la corte del rey Arturo. La reina Ginebra eligió entre las múltiples armas de su palacio una bella espada con empuñadura de oro y la envió al caballero como premio a su valor.
Pero las aventuras no acabaron aquí. Pues mientras Lanzarote se volvía a la corte del rey, encontró a Zoraida, una doncella de la dama del Lago, que ésta le enviaba para proponerle una nueva empresa. Se trataba de vencer los hechizos que conturbaban al castillo de la dolorosa guardia. Este castillo estaba defendido por un doble cinturón de murallas y en cada muralla hallábanse diez guardias formidables guerreros. Dentro de la fortaleza ocurrían , sin embargo, hechos misteriosos e inexplicables: aparecían horribles monstruos, resplandecían luces arcanas, se escuchaban espantosos fragores que retumbaban pavorosamente en los subterráneos. En premio a tal empresa, Zoraida prometía al caballero, darle , por fin , a conocer su nombre y su historia. ¡Imaginadse con qué entusiasmo aceptó el audaz jovenzuelo! Sin perder tiempo se dirigió al castillo, venció a los diez guerreros formidables de guardia en la primera muralla, venció también , aunque con más esfuerzos, a los diez de la segunda muralla, y, por fin, penetró en el interior de la fortaleza.
Allí le aguardaban las más duras. Tuvo que pelear contra dragones, hidras, quimeras, espantosas serpientes y monstruos que adoptaban diversos aspectos, nunca antes vistos, y la batalla fue áspera y ruda, pues cada monstruo tenía que ser combatido y vencido de modo diferente. Pero al fin, el caballero, los destruyo a todos. Entonces empezaron a aparecer y desaparecer fantasmas que hacían estremecer con sus formas repugnantes , sus aullidos horrendos, sus cegadores rayos. La lucha con ellos fue más difícil, pues los fantasmas se esfumaban sin poder ser capturados y, al ser heridos, no presentaban consistencia.
Sin embargo, con paciencia y valor, el joven triunfó también con los fantasmas. Creía ya haber terminado la dura hazaña cuando, de los subterráneos , surgieron bandas enteras de diablos desencadenados. ¿Qué hacer? El joven caballero no se turbó , sino que permaneció impasible y sereno, seguro de sí mismo y de sus propias fuerzas. Y cuando hubo disperso y puesto en fuga también las diabólicas legiones, volvieron por fin al castillo la paz y la tranquilidad. Entonces el joven rogó a Zoraida que quisiera revelarle su nombre y su historia.
-Tú te llamas Lanzarote-le dijo Zoraida-, y eres hijo del buen rey Bando, primo de Arturo. Tu madre se llama Elena, y era la reina más bellas de la Gran Bretaña. Habías nacido hacía poco, cuando tu padre fue desposeído de su reino por el malvado rey Claudio de la tierra desierta. El pobre Bando tuvo que huir al destierro con su esposa y contigo, niño e pocos meses . Pero durante el camino el desgraciado del rey cayó victima de una emboscada enemiga y la reina murió de pena antes de cerrar los ojos apareció prodigiosamente en aquel sitio la Dama del Lago, que no es otra que la maga Viviana, esposa del buen mago Merlín, te cuidó y te educo como a hijo suyo. El resto ya lo sabes. Ahora ve y cuéntale tu historia al rey Arturo.
Lanzarote se sintió muy satisfecho al saber que era hijo de un rey, aun cuando sintiera el dolor de no haber conocido a un padre tan noble y a una madre tan bella.
En la corte del rey Arturo fue acogido con todos los honores debidos al valiente caballero que había mostrado ser, y cuando se supo que además era pariente del rey, todos le quisieron y admiraron más todavía, en especial la reina Ginebra. Otras muchas hazañas afortunadas realizó Lanzarote, que ahora sería demasiado largo relatar, algún día quizás las leeréis en un relato más largo.
sábado, 28 de febrero de 2009
viernes, 27 de febrero de 2009
Los caballeros de la tabla redonda
El rey Uter de Pandragón había muerto y toda Gran Bretaña estaba de luto.¿Quién le sucedería en el trono? Del castillo real de Logres fueron enviados seis caballeros en busca del mago Merlín para pedirle consejo sobre tan importante decisión.
Merlín era un mago bueno y muy poderoso, cuyos consejos habían sido siempre preciosos al gobierno del país. Pero no era fácil dar con él. Aparecía cuando menos se esperaba y se escondía, en cambio, cuando sabía que se le necesitaba, transformándose en lagartija, en enano, en niño o en mujer, tomando, en fin , los aspectos más diversos. Aquella vez compareció ante los seis caballeros con el aspecto de un pobre mendigo andrajoso y estuvo burlándose largo rato de ellos antes de darse a conocer. Al fin se mostró en su verdadero aspecto y aconsejó esperar la noche de Navidad para elección del nuevo rey. Les entregó un yunque en el que se hallaba sólidamente incrustada una espada y les dijo que debería ser elegido rey aquel que fuese capaz de arrancarla.
La noche de Navidad llegó a fin. El yunque con la espada fue transportad a la plaza del pueblo y allí en presencia del arzobispo, se presentaron, uno tras otro, todos los barones y nobles del reino para intentar la prueba. Pero fue inútil; ninguno de ellos fue capaz ni tan siquiera de mover un centímetro la espada. Desanimado, el pueblo iba ya a abandonar la plaza y regresar a su casas, cuando se adelantó un jovencillo delgado y tímido. ¿Quién sería? Nadie le conocía. El jovenzuelo preguntó al arzobispo con voz débil si podía intentar la prueba. El arzobispo estaba perplejo y los altos dignatarios que se hallaban a su lado sonreían: ¿Cómo aquel endeble muchachuelo iba a conseguir lo que los grandes y robustos señores de Gran Bretaña no habían logrado? El arzobispo, sin embargo, no dijo que no al muchacho; le dejó hacer. Y con gran asombro de todo, apenas el muchacho empuño la espada ésta se separó sin esfuerzo del yunque. El pueblo entonces le aclamó: era un milagro y con él se manifestaba la bondad divina. Por lo tanto el jovenzuelo fue coronado rey.
Se supo entonces que se llamaba Arturo y que había sido discípulo del mago Merlín.
Apenas subido al trono, el joven rey Arturo supo hacerse amar de sus súbditos por su gran valor y por su exquisita bondad. No había presa empresa temeraria que no intentase, cuando se trataba de defender la inocencia calumnia; y cuando él intentaba una empresa, la llevaba siempre a buen fin.
Bastará recordar el castigo que infligió al desgraciado rey Claudio de la Tierra Desierta, que había invadido el territorio del débil rey Leogadán, molestándole y persiguiéndole durante siete años. El pobre Leogadán no sabía como liberarse de aquel abuso, cuando he aquí que cierto día vio comparecer entre las filas de su ejercito a un caballero desconocido que se ofreció a combatir por él. El caballero demostró más fuerte que todo un ejercito e hizo prodigios de valor. El solo derrotó y exterminó a gran parte del ejercito enemigo, desafiando en duelo al propio rey Claudio y matándole. El valeroso héroe fue llevado en triunfo hasta palacio, donde se celebró un espléndido banquete en su honor. Asistió a él la hija de Leogadán , que se llamaba Ginebra. Era una hermosa princesita, blanca y rubia como un hada. El caballero desconocido se enamoró perdidamente de ella n cuanto la vio y la hermosa Ginebra, por su parte, también se enamoro de él. Pero ninguno de los dos osó demostrar sus sentimientos. Compareció entonces de improviso en la sala el mago Merlín, que, sentándose al lado del rey, empezó a decirle:
-Señor, ¿cómo no habéis pensado todavía en casar a vuestra hermosa y virtuosa hija?
El rey suspiró que no había tenido tiempo de pensar en ello, ocupado en su lucha contra el funesto rey Claudio.
-Pues bien-repuso Merlín, he aquí una ocasión propicia para casarla. Dádsela al caballero desconocido que ha salvado vuestro reino. ¿No veis que está enamorado de vuestra hija y ella de él ? Además os confiaré una cosa: este caballero tan valeroso, y tan sabio, es el célebre rey Arturo, señor de Gran Bretaña. ¡En verdad que vuestra Ginebra no podría aspirar a nada mejor!
Las bodas s quedaron pronto concertadas. Y de este modo, el más esforzado de los caballeros tuvo por esposa a la más bella de las princesas.
En aquél mismo tiempo se casó también el mago Merlín. He aquí como sucedió, esté paseaba cierta ocasión a orillas de un lago, cuando descubrió , sentada en la orilla, a una gentil doncella, llamada Viviana, que se miraba en el agua, peinando sus hermosos cabellos. La doncella era muy hermosa, y parecía también muy inteligente, tanto que Merlín empezó a hablar con ella animadamente . Pronto quedó prendado de su rara ingenuidad, unida, sin embargo, a una instintiva y profunda sabiduría . El la hizo reír mucho con sus juegos de magia, transformándose en luciérnaga o en rana, haciendo surgir en medio del lago un magnifico castillo, o caminad sobre el agua sin mojase. La doncella le preguntó el secreto de aquellos juegos; y Merlín se dio cuenta de que ella poseía una rara facilidad para aprender rápidamente las fórmulas mágicas e incluso repetir aquellos juegos con éxito.
-¿Por qué no nos casamos?-le preguntó Merlín, encantado de su gracia. Haríamos, en verdad, una hermosa pareja.
Viviana aceptó con entusiasmo, con la condición de que Merlín la convirtiese, a su vez, en maga. Algún tiempo después, Merlín se presentó al rey Arturo y le dijo:
-Señor, ahora que he tomado esposa, sólo podremos vernos muy de tarde en tarde. Quizás no me dejaré ver nunca más. Pero antes de dejaros quiero deciros algo muy grave. Estáis destinado a grandes empresas. La mayor de ellas, sin embargo será la búsqueda del Grial. Debéis saber que en alguna parte del mundo existe la copa santa en que José de Arimatea recogió la sangre de Cristo, pero nadie sabe exactamente donde se encuentra: esta copa se llama Grial. A al fin, deberéis instituir una nueva orden caballeresca, en la que agruparéis a los más valerosos guerreros de nuestro reino y de los reinos vecinos. Y para que exista entre vosotros una completa hermandad de armas y todos seáis considerados iguales, deberéis reunirlos en torno a una mesa redonda. Y por eso la orden instituida se llamara “de la tabla redonda”
La idea agradó al rey Arturo que la hizo proclamar por sus heraldos. Inmediatamente de todas partes afluyo la flor y nata de los caballeros y el día de navidad el rey inauguró la gran Tabla redonda, en torno a la cual se reunieron 150 caballeros. Un solo asiento debería quedar vacío, según el consejo de Merlín, siendo éste destinado al caballero elegido, que algún día comparecería para ocuparlo. Los otros asientos fueron ocupados por los caballeros legados de todas partes del reino; y el rey se sentó entre ellos, como un igual.Pronto sintieron los caballeros sus corazones invadidos por una gran ternura fraterna: un lazo profundo los uniría para siempre en cualquier empresa santa que intentasen. Juraron no negar jamás su ayuda a los débiles y a los oprimidos, y si uno de ellos se hallaba en peligro, todos deberían acudir inmediatamente en su ayuda; y si uno de ellos desaparecería en la conquista del Grial; todos los demás se pondrían rápidamente en su búsqueda, lo mismo durase esta un día o un año.
Merlín era un mago bueno y muy poderoso, cuyos consejos habían sido siempre preciosos al gobierno del país. Pero no era fácil dar con él. Aparecía cuando menos se esperaba y se escondía, en cambio, cuando sabía que se le necesitaba, transformándose en lagartija, en enano, en niño o en mujer, tomando, en fin , los aspectos más diversos. Aquella vez compareció ante los seis caballeros con el aspecto de un pobre mendigo andrajoso y estuvo burlándose largo rato de ellos antes de darse a conocer. Al fin se mostró en su verdadero aspecto y aconsejó esperar la noche de Navidad para elección del nuevo rey. Les entregó un yunque en el que se hallaba sólidamente incrustada una espada y les dijo que debería ser elegido rey aquel que fuese capaz de arrancarla.
La noche de Navidad llegó a fin. El yunque con la espada fue transportad a la plaza del pueblo y allí en presencia del arzobispo, se presentaron, uno tras otro, todos los barones y nobles del reino para intentar la prueba. Pero fue inútil; ninguno de ellos fue capaz ni tan siquiera de mover un centímetro la espada. Desanimado, el pueblo iba ya a abandonar la plaza y regresar a su casas, cuando se adelantó un jovencillo delgado y tímido. ¿Quién sería? Nadie le conocía. El jovenzuelo preguntó al arzobispo con voz débil si podía intentar la prueba. El arzobispo estaba perplejo y los altos dignatarios que se hallaban a su lado sonreían: ¿Cómo aquel endeble muchachuelo iba a conseguir lo que los grandes y robustos señores de Gran Bretaña no habían logrado? El arzobispo, sin embargo, no dijo que no al muchacho; le dejó hacer. Y con gran asombro de todo, apenas el muchacho empuño la espada ésta se separó sin esfuerzo del yunque. El pueblo entonces le aclamó: era un milagro y con él se manifestaba la bondad divina. Por lo tanto el jovenzuelo fue coronado rey.
Se supo entonces que se llamaba Arturo y que había sido discípulo del mago Merlín.
Apenas subido al trono, el joven rey Arturo supo hacerse amar de sus súbditos por su gran valor y por su exquisita bondad. No había presa empresa temeraria que no intentase, cuando se trataba de defender la inocencia calumnia; y cuando él intentaba una empresa, la llevaba siempre a buen fin.
Bastará recordar el castigo que infligió al desgraciado rey Claudio de la Tierra Desierta, que había invadido el territorio del débil rey Leogadán, molestándole y persiguiéndole durante siete años. El pobre Leogadán no sabía como liberarse de aquel abuso, cuando he aquí que cierto día vio comparecer entre las filas de su ejercito a un caballero desconocido que se ofreció a combatir por él. El caballero demostró más fuerte que todo un ejercito e hizo prodigios de valor. El solo derrotó y exterminó a gran parte del ejercito enemigo, desafiando en duelo al propio rey Claudio y matándole. El valeroso héroe fue llevado en triunfo hasta palacio, donde se celebró un espléndido banquete en su honor. Asistió a él la hija de Leogadán , que se llamaba Ginebra. Era una hermosa princesita, blanca y rubia como un hada. El caballero desconocido se enamoró perdidamente de ella n cuanto la vio y la hermosa Ginebra, por su parte, también se enamoro de él. Pero ninguno de los dos osó demostrar sus sentimientos. Compareció entonces de improviso en la sala el mago Merlín, que, sentándose al lado del rey, empezó a decirle:
-Señor, ¿cómo no habéis pensado todavía en casar a vuestra hermosa y virtuosa hija?
El rey suspiró que no había tenido tiempo de pensar en ello, ocupado en su lucha contra el funesto rey Claudio.
-Pues bien-repuso Merlín, he aquí una ocasión propicia para casarla. Dádsela al caballero desconocido que ha salvado vuestro reino. ¿No veis que está enamorado de vuestra hija y ella de él ? Además os confiaré una cosa: este caballero tan valeroso, y tan sabio, es el célebre rey Arturo, señor de Gran Bretaña. ¡En verdad que vuestra Ginebra no podría aspirar a nada mejor!
Las bodas s quedaron pronto concertadas. Y de este modo, el más esforzado de los caballeros tuvo por esposa a la más bella de las princesas.
En aquél mismo tiempo se casó también el mago Merlín. He aquí como sucedió, esté paseaba cierta ocasión a orillas de un lago, cuando descubrió , sentada en la orilla, a una gentil doncella, llamada Viviana, que se miraba en el agua, peinando sus hermosos cabellos. La doncella era muy hermosa, y parecía también muy inteligente, tanto que Merlín empezó a hablar con ella animadamente . Pronto quedó prendado de su rara ingenuidad, unida, sin embargo, a una instintiva y profunda sabiduría . El la hizo reír mucho con sus juegos de magia, transformándose en luciérnaga o en rana, haciendo surgir en medio del lago un magnifico castillo, o caminad sobre el agua sin mojase. La doncella le preguntó el secreto de aquellos juegos; y Merlín se dio cuenta de que ella poseía una rara facilidad para aprender rápidamente las fórmulas mágicas e incluso repetir aquellos juegos con éxito.
-¿Por qué no nos casamos?-le preguntó Merlín, encantado de su gracia. Haríamos, en verdad, una hermosa pareja.
Viviana aceptó con entusiasmo, con la condición de que Merlín la convirtiese, a su vez, en maga. Algún tiempo después, Merlín se presentó al rey Arturo y le dijo:
-Señor, ahora que he tomado esposa, sólo podremos vernos muy de tarde en tarde. Quizás no me dejaré ver nunca más. Pero antes de dejaros quiero deciros algo muy grave. Estáis destinado a grandes empresas. La mayor de ellas, sin embargo será la búsqueda del Grial. Debéis saber que en alguna parte del mundo existe la copa santa en que José de Arimatea recogió la sangre de Cristo, pero nadie sabe exactamente donde se encuentra: esta copa se llama Grial. A al fin, deberéis instituir una nueva orden caballeresca, en la que agruparéis a los más valerosos guerreros de nuestro reino y de los reinos vecinos. Y para que exista entre vosotros una completa hermandad de armas y todos seáis considerados iguales, deberéis reunirlos en torno a una mesa redonda. Y por eso la orden instituida se llamara “de la tabla redonda”
La idea agradó al rey Arturo que la hizo proclamar por sus heraldos. Inmediatamente de todas partes afluyo la flor y nata de los caballeros y el día de navidad el rey inauguró la gran Tabla redonda, en torno a la cual se reunieron 150 caballeros. Un solo asiento debería quedar vacío, según el consejo de Merlín, siendo éste destinado al caballero elegido, que algún día comparecería para ocuparlo. Los otros asientos fueron ocupados por los caballeros legados de todas partes del reino; y el rey se sentó entre ellos, como un igual.Pronto sintieron los caballeros sus corazones invadidos por una gran ternura fraterna: un lazo profundo los uniría para siempre en cualquier empresa santa que intentasen. Juraron no negar jamás su ayuda a los débiles y a los oprimidos, y si uno de ellos se hallaba en peligro, todos deberían acudir inmediatamente en su ayuda; y si uno de ellos desaparecería en la conquista del Grial; todos los demás se pondrían rápidamente en su búsqueda, lo mismo durase esta un día o un año.
miércoles, 25 de febrero de 2009
Sigfrido
Bajo la vigilante y amorosa guía de Mime, Sigfrido crecía cada día más hermoso y más fuerte. El enano le había enseñado una porción de cosas útiles : sabía distinguir las hierbas y toda clase de piedras , sabía trabajar el hierro y el oro...Pero el mayor placer del jovenzuelo era correr libremente por el bosque, en rivalidad con el viento, cazar pajarillos, enfrentarse con lobos y osos vagabundos, vencerles y arrastrarles luego atados por el cuello, hasta la cabaña de Mime. Su más ardiente deseo era poseer una espada.
Y en efecto, el enano trabajaba día y noche, forjando espadas, pero con un golpe leve de sus poderosos brazos, Sigfrido las destrozaba todas en un momento: ninguna espada era bastante buena para él, ninguna podía resistir la extraordinaria fuerza del muchacho .Entonces Mime pensó unir los dos trozos de la espada Dolor que Siglinda le había confiado antes de morir. Tal vez sería aquélla precisamente la espada que Sigfrido necesitaba. Pero no consiguió soldar los dos pedazos. No querían unirse, y al primer golpe, volvían a romperse.
Un día, al atardecer, cuando el enano cansado del trabajo, se hallaba a la puerta de su cabaña, esperando a Sigfrido, vio de pronto, a su lado, a un extraño mendigo que le miraba con ojos destellantes.
-¿Qué quieres de mi?- le preguntó Mime de mal talante. Vete.
-Sin embargo...-Empezó a decir el mendigo, con una voz dulcísima. Sin embargo, yo podría decirte muchas cosas...Sé, por ejemplo, que te afanas inútilmente en unir los dos trozos de la espada dolor; sé que quieres armar con ella a Sigfrido para que mate a Fafner, el dragón, y poder de este modo apoderarte del tesoro de los nibelungos...
Al oír estas palabras Mime se tornó pálido como la cera; pero el mendigo , no hizo caso y continuó:
-Y sé también quién podría de nuevo soldar la espada encantada.
-¿Quién?¿Quién?-Pregunto Mime.
-Sólo aquel que no sepa que es el miedo, podrá conseguirlo.
Y diciendo esto , el misterioso mendigo desapareció, mientras un trueno terrible y lejano, retumbaba en todo el valle del Rhin. En tanto Mime pensaba: “¿Cómo puedo ser entonces yo quien una la espada, si siempre tiemblo de miedo?”.En aquel momento se oyó la voz de Sigfrido diciendo:
-¡!Mime, Mime! ¿Tienes ya la espada? Quiero mi espada.¿Cómo?¿No la has conseguido todavía? Vamos, dámela a mí; yo la arreglaré.
Y tomando de manos de Mime los dos trozos de la espada, las arrojó en el crisol, reanimó el fuego e hizo fundir el metal. Sigfrido había comprendido que no era posible soldar los dos pedazos, sino que era precio fundirlos y forjar con la espada rota, una nueva. Cuando ésta salió finalmente de las manos del joven, Sigfrido quiso probarla inmediatamente: la cogió y blandiéndola en el aire, descargó un golpe en el yunque y éste se partió en dos.
-¡Mira, Mime!- gritó entonces Sigfrido, fuera de sí de la alegría .Por fin tengo una espada. Pronto, lévame frente al dragón.
Al amanecer del día siguiente. Sigfrido y Mime abandonaron la cabaña. El bosque se hallaba todavía sumergido en las sombras de la noche y apenas se oía alguno que otro pajarillo madrugador. Un jilguero siguió a los dos hombres, saltando y volando de rama en rama, y parecía que con su canto, quisiera hablar y revelarle a Sigfrido muchas cosas.¿Qué querría decirle el pajarillo? ¿Cómo comprender su lenguaje? Llegaron, por fin, a la cueva donde se hallaba oculto el tesoro de los nibelungos. El enorme dragón Fafner, se hallaba allí, a la entrada de la cueva, vigilante y terrible. Mime, que sentía terror con sólo nombrarlo, se mantuvo aparte; pero Sigfrido se lanzó resueltamente contra el monstruo , que ya empezaba amenazador a mover su horrible cola, preparándose para el asalto y se irguió sobre las patas posteriores para arrojarse sobre el muchacho. Era lo que Sigfrido esperaba para lanzar con todas sus fuerzas la terrible espada contra el pecho descubierto del dragón, hiriéndole en el corazón; luego, de un salto, se hizo rápidamente a un lado enseguida. Pues con un rugido tremendo , Fafner cayó a tierra, como una avalancha y de su enorme corpachón salieron grandes chorros de sangre. Arañó con sus enormes uñas la tierra, se retorció convulsionándose y por último, quedó inmóvil en el suelo, muerto.
Sigfrido se acercó para recuperar su espada, y al arrancarla de la herida, una gota de sangre mojó sus labios. Ahora bien, es cosa sabida que si la sangre de un dragón llega a tocar los labios de un ser humano, el afortunado llegará a comprender el lenguaje de los pájaros. Y, en efecto, Sigfrido, entendió lo que el jilguero quería decirle con su canto:
-Sigfrido, entra en la cueva de los nibelungos y encontrarás en ella oro y piedras preciosas en abundancia; pero mucho más precioso que todo esto, es el yelmo que transforma a las personas y el anillo que proporciona, al que lo lleva, todo lo que desea. Escucha mi consejo, sin embargo: desconfía de Mime que es un traidor y te quiere matar para apoderarse de todas estas cosas.
Sigfrido corrió a la cueva y allí encontró grandes cofres repletos de oro. Arcas rebosantes de maravillosas joyas.
Sin apenas mirarlas, Sigfrido se apresuró a coger el yelmo y el anillo. Luego, fue al encuentro de Mime. El enano estaba acechándole y apenas le vio se lanzó sobre él con un enorme cuchillo para matarle; pero con un golpe feroz de su espada, Sigfrido partió en dos la cabeza del desdichado enano. En tanto, el pajarillo volvió a hablar:
-Báñate ahora en la sangre del dragón , Sigfrido y serás invulnerable. Ninguna espada podrá ya nunca penetrar tu carne.
Sigfrido obedeció a su amigo; se desnudó y se sumergió en la sangre de Fafner que formaba un enorme charco en el suelo. En aquel momento, una hoja de tilo se desprendió de la rama y fue a caer justamente en el medio de la espalda del héroe: de modo que aquel punto del cuerpo que no pudo ser bañado por la sangre dl Dragón quedo vulnerable.
-El jilguero continuó :
-Lejos de aquí se eleva una alta montaña, coronada de fuego sígueme, y te conduciré hasta ella. Una vez allí, atraviesa sin miedo las llamas y encontrarás a la que ha de ser tu esposa.
Sigfrido obedeció una vez más.¿Cómo no obedecer, al sabio pajarillo? Con saltos y revoloteos el pajarillo le predecía, sirviéndole de guía. Llegaron así a la cima de un monte, en el que brillaba un gran incendio. Las llamas altísimas, llegaban casi al cielo; pero el héroe, sin miedo ninguno, se lanzó en medio de ellas, y las cruzó...Al otro lado, había un prado muy verde y una gran paz de paraíso. En medio del pardo, se hallaba tendido un guerrero. ¿Quién sería? ¿Y porqué estaba en aquella posición? ¿Se hallaba muerto o herido? El joven liberó la cabeza del guerrero del pesado yelmo y sólo entonces ,se dio cuenta de que era una hermosa joven, de largos y sedosos cabellos negros.
Era la valquiria Brunilda, a quien el dios Wotan había dejado allí dormida, muchos años antes, en castigo por su desobediencia. Cuando la joven abrió los ojos, miró largo rato a Sigfrido; luego exclamó:
-¿Quién eres, hermoso héroe, y cómo has osado atravesar la muralla de fuego?
Sigfrido callaba, deslumbrado ante tanta belleza, por último, cuando fue capaz de articular alguna palabra, dijo su nombre y narró, en breves palabras, su historia.
-Entonces, gloria a ti ¡Oh héroe que me habías sido prometido!- añadió la valkiria. Has despreciado el peligro y eres, por eso, digno de que yo sea tu esposa. Sigfrido no llegaba a convencerse de que se había ganado una esposa tan bella. Quitó de su dedo el mágico anillo y lo puso en el dedo de Brunilda, en prenda de amor eterno.
Y en efecto, el enano trabajaba día y noche, forjando espadas, pero con un golpe leve de sus poderosos brazos, Sigfrido las destrozaba todas en un momento: ninguna espada era bastante buena para él, ninguna podía resistir la extraordinaria fuerza del muchacho .Entonces Mime pensó unir los dos trozos de la espada Dolor que Siglinda le había confiado antes de morir. Tal vez sería aquélla precisamente la espada que Sigfrido necesitaba. Pero no consiguió soldar los dos pedazos. No querían unirse, y al primer golpe, volvían a romperse.
Un día, al atardecer, cuando el enano cansado del trabajo, se hallaba a la puerta de su cabaña, esperando a Sigfrido, vio de pronto, a su lado, a un extraño mendigo que le miraba con ojos destellantes.
-¿Qué quieres de mi?- le preguntó Mime de mal talante. Vete.
-Sin embargo...-Empezó a decir el mendigo, con una voz dulcísima. Sin embargo, yo podría decirte muchas cosas...Sé, por ejemplo, que te afanas inútilmente en unir los dos trozos de la espada dolor; sé que quieres armar con ella a Sigfrido para que mate a Fafner, el dragón, y poder de este modo apoderarte del tesoro de los nibelungos...
Al oír estas palabras Mime se tornó pálido como la cera; pero el mendigo , no hizo caso y continuó:
-Y sé también quién podría de nuevo soldar la espada encantada.
-¿Quién?¿Quién?-Pregunto Mime.
-Sólo aquel que no sepa que es el miedo, podrá conseguirlo.
Y diciendo esto , el misterioso mendigo desapareció, mientras un trueno terrible y lejano, retumbaba en todo el valle del Rhin. En tanto Mime pensaba: “¿Cómo puedo ser entonces yo quien una la espada, si siempre tiemblo de miedo?”.En aquel momento se oyó la voz de Sigfrido diciendo:
-¡!Mime, Mime! ¿Tienes ya la espada? Quiero mi espada.¿Cómo?¿No la has conseguido todavía? Vamos, dámela a mí; yo la arreglaré.
Y tomando de manos de Mime los dos trozos de la espada, las arrojó en el crisol, reanimó el fuego e hizo fundir el metal. Sigfrido había comprendido que no era posible soldar los dos pedazos, sino que era precio fundirlos y forjar con la espada rota, una nueva. Cuando ésta salió finalmente de las manos del joven, Sigfrido quiso probarla inmediatamente: la cogió y blandiéndola en el aire, descargó un golpe en el yunque y éste se partió en dos.
-¡Mira, Mime!- gritó entonces Sigfrido, fuera de sí de la alegría .Por fin tengo una espada. Pronto, lévame frente al dragón.
Al amanecer del día siguiente. Sigfrido y Mime abandonaron la cabaña. El bosque se hallaba todavía sumergido en las sombras de la noche y apenas se oía alguno que otro pajarillo madrugador. Un jilguero siguió a los dos hombres, saltando y volando de rama en rama, y parecía que con su canto, quisiera hablar y revelarle a Sigfrido muchas cosas.¿Qué querría decirle el pajarillo? ¿Cómo comprender su lenguaje? Llegaron, por fin, a la cueva donde se hallaba oculto el tesoro de los nibelungos. El enorme dragón Fafner, se hallaba allí, a la entrada de la cueva, vigilante y terrible. Mime, que sentía terror con sólo nombrarlo, se mantuvo aparte; pero Sigfrido se lanzó resueltamente contra el monstruo , que ya empezaba amenazador a mover su horrible cola, preparándose para el asalto y se irguió sobre las patas posteriores para arrojarse sobre el muchacho. Era lo que Sigfrido esperaba para lanzar con todas sus fuerzas la terrible espada contra el pecho descubierto del dragón, hiriéndole en el corazón; luego, de un salto, se hizo rápidamente a un lado enseguida. Pues con un rugido tremendo , Fafner cayó a tierra, como una avalancha y de su enorme corpachón salieron grandes chorros de sangre. Arañó con sus enormes uñas la tierra, se retorció convulsionándose y por último, quedó inmóvil en el suelo, muerto.
Sigfrido se acercó para recuperar su espada, y al arrancarla de la herida, una gota de sangre mojó sus labios. Ahora bien, es cosa sabida que si la sangre de un dragón llega a tocar los labios de un ser humano, el afortunado llegará a comprender el lenguaje de los pájaros. Y, en efecto, Sigfrido, entendió lo que el jilguero quería decirle con su canto:
-Sigfrido, entra en la cueva de los nibelungos y encontrarás en ella oro y piedras preciosas en abundancia; pero mucho más precioso que todo esto, es el yelmo que transforma a las personas y el anillo que proporciona, al que lo lleva, todo lo que desea. Escucha mi consejo, sin embargo: desconfía de Mime que es un traidor y te quiere matar para apoderarse de todas estas cosas.
Sigfrido corrió a la cueva y allí encontró grandes cofres repletos de oro. Arcas rebosantes de maravillosas joyas.
Sin apenas mirarlas, Sigfrido se apresuró a coger el yelmo y el anillo. Luego, fue al encuentro de Mime. El enano estaba acechándole y apenas le vio se lanzó sobre él con un enorme cuchillo para matarle; pero con un golpe feroz de su espada, Sigfrido partió en dos la cabeza del desdichado enano. En tanto, el pajarillo volvió a hablar:
-Báñate ahora en la sangre del dragón , Sigfrido y serás invulnerable. Ninguna espada podrá ya nunca penetrar tu carne.
Sigfrido obedeció a su amigo; se desnudó y se sumergió en la sangre de Fafner que formaba un enorme charco en el suelo. En aquel momento, una hoja de tilo se desprendió de la rama y fue a caer justamente en el medio de la espalda del héroe: de modo que aquel punto del cuerpo que no pudo ser bañado por la sangre dl Dragón quedo vulnerable.
-El jilguero continuó :
-Lejos de aquí se eleva una alta montaña, coronada de fuego sígueme, y te conduciré hasta ella. Una vez allí, atraviesa sin miedo las llamas y encontrarás a la que ha de ser tu esposa.
Sigfrido obedeció una vez más.¿Cómo no obedecer, al sabio pajarillo? Con saltos y revoloteos el pajarillo le predecía, sirviéndole de guía. Llegaron así a la cima de un monte, en el que brillaba un gran incendio. Las llamas altísimas, llegaban casi al cielo; pero el héroe, sin miedo ninguno, se lanzó en medio de ellas, y las cruzó...Al otro lado, había un prado muy verde y una gran paz de paraíso. En medio del pardo, se hallaba tendido un guerrero. ¿Quién sería? ¿Y porqué estaba en aquella posición? ¿Se hallaba muerto o herido? El joven liberó la cabeza del guerrero del pesado yelmo y sólo entonces ,se dio cuenta de que era una hermosa joven, de largos y sedosos cabellos negros.
Era la valquiria Brunilda, a quien el dios Wotan había dejado allí dormida, muchos años antes, en castigo por su desobediencia. Cuando la joven abrió los ojos, miró largo rato a Sigfrido; luego exclamó:
-¿Quién eres, hermoso héroe, y cómo has osado atravesar la muralla de fuego?
Sigfrido callaba, deslumbrado ante tanta belleza, por último, cuando fue capaz de articular alguna palabra, dijo su nombre y narró, en breves palabras, su historia.
-Entonces, gloria a ti ¡Oh héroe que me habías sido prometido!- añadió la valkiria. Has despreciado el peligro y eres, por eso, digno de que yo sea tu esposa. Sigfrido no llegaba a convencerse de que se había ganado una esposa tan bella. Quitó de su dedo el mágico anillo y lo puso en el dedo de Brunilda, en prenda de amor eterno.
lunes, 23 de febrero de 2009
La promesa del vikingo
En medio del mar había una vez una isla habitada sólo por los vikingos, guerreros formidables que no sentían temor de nada y que llevaban a cabo la empresas más arriesgadas , siempre con éxito .
Una noche se hallaban reunidos en banquete y habían bebido en exceso vinos y licores, de tal modo que sus mentes empezaban a sentirse un poco turbadas. Y decidieron que, para que aquélla noche fuese famosa en los siglos de los siglos, debían pronunciar un solemne juramento. En efecto, desenvainaron todos sus espadas y juraron declarar la guerra al poderoso rey de Noruega y arrojarlo de su tierra. El joven Vagn, que era el más fuerte y el más valeroso de todos, se adelantó y dijo:
-Yo combatiré a vuestro lado hasta mi último respiro; pero no me contento con esto, Quiero hacer un juramento que me toca a mí solo. Juro no volver a poner los pies en esta isla, si antes no he matado a Lera, el más formidable guerrero de Noruega, y he hecho mi esposa a Ingeborg, la más hermosa doncella del norte.
Al día siguiente, los vikingos partieron en sus espléndidos navíos, haciendo proa hacia Noruega; a mitad del camino se encontraron con las naves enemigas. Pronto se desencadenó una tremenda batalla y el agua se tiñó con la sangre de los héroes. Ante el furor de los vikingos, que desencadenaban un verdadero huracán de flechas, entre los gemidos de os heridos y los clamores guerreros, muy pronto los noruegos empezaron a retirarse. Pero he aquí que una terrible tempestad e repente se soltó sobre los vikingos: el granizo golpeaba los yelmos con violencia, atravesándolos e hiriendo a los combatientes; el viento los cegaba , y a la lluvia , que caía sin cesar, se mezclaban flechas y dardos. Luego, de repente, las nubes se animaron y , en medio de ellas aparecieron, en fantástica cabalgata , las valquirias , divinidades guerreras que se lanzaron , contra los guerreros de la isla. Se vio entonces una nave blanquísima , en cuya proa se erguía una mujer con los brazos tendidos, de cuyos dedos brotaban flechas, numerosas como gotas de agua, mientras sus ojos llameaban, ante ella cayeron los más nobles guerreros, mientras los supervivientes eran llevados prisioneros por los noruegos victoriosos.
Vagn se hallaba entre éstos, y junto con sus compañeros fue transportado a palacio.
Por la noche, los jefes de los vencedores se reunieron para celebrar la aplastante derrota de los enemigos, y el rey , para premiar a Lera, el más cruel y el más poderoso de sus guerreros, le concedió la gracia de matar a todos los prisioneros. Bajo la terrible espada de Lera cayeron, una a una , las nobles cabezas de los vikingos. Cuando le lego la vez a Vagn, el joven insultó a al héroe noruego con despreciativas palabras y éste airado, se lanzó contra él con toda su fuerza. Pero con un brusco movimiento , el vikingo evitó el golpe, y Lera, arrastrado por su propio impulso cayó a tierra. Entonces Vagn, rápido, se apoderó de su espada, y antes de que nadie pudiera impedirlo, la hundió hasta la empuñadura en el pecho del guerrero. Cuando, los presentes, queriendo vengar, se disponían a lanzarse contra el temerario joven. Erik, el hijo del rey los detuvo. Admiraba la habilidad y el valor del vikingo , sintió por él una súbita simpatía. Lo hizo liberar y lo conservó a su lado en la corte. Protegido por el príncipe , Vagn permaneció en la corte durante largo tiempo, se casó con la princesa Ingeborg, la más hermosa doncella del norte, y con ella regresó a su amada isla en la mitad del océano. De esta manera el vikingo había cumplido el juramento.
Una noche se hallaban reunidos en banquete y habían bebido en exceso vinos y licores, de tal modo que sus mentes empezaban a sentirse un poco turbadas. Y decidieron que, para que aquélla noche fuese famosa en los siglos de los siglos, debían pronunciar un solemne juramento. En efecto, desenvainaron todos sus espadas y juraron declarar la guerra al poderoso rey de Noruega y arrojarlo de su tierra. El joven Vagn, que era el más fuerte y el más valeroso de todos, se adelantó y dijo:
-Yo combatiré a vuestro lado hasta mi último respiro; pero no me contento con esto, Quiero hacer un juramento que me toca a mí solo. Juro no volver a poner los pies en esta isla, si antes no he matado a Lera, el más formidable guerrero de Noruega, y he hecho mi esposa a Ingeborg, la más hermosa doncella del norte.
Al día siguiente, los vikingos partieron en sus espléndidos navíos, haciendo proa hacia Noruega; a mitad del camino se encontraron con las naves enemigas. Pronto se desencadenó una tremenda batalla y el agua se tiñó con la sangre de los héroes. Ante el furor de los vikingos, que desencadenaban un verdadero huracán de flechas, entre los gemidos de os heridos y los clamores guerreros, muy pronto los noruegos empezaron a retirarse. Pero he aquí que una terrible tempestad e repente se soltó sobre los vikingos: el granizo golpeaba los yelmos con violencia, atravesándolos e hiriendo a los combatientes; el viento los cegaba , y a la lluvia , que caía sin cesar, se mezclaban flechas y dardos. Luego, de repente, las nubes se animaron y , en medio de ellas aparecieron, en fantástica cabalgata , las valquirias , divinidades guerreras que se lanzaron , contra los guerreros de la isla. Se vio entonces una nave blanquísima , en cuya proa se erguía una mujer con los brazos tendidos, de cuyos dedos brotaban flechas, numerosas como gotas de agua, mientras sus ojos llameaban, ante ella cayeron los más nobles guerreros, mientras los supervivientes eran llevados prisioneros por los noruegos victoriosos.
Vagn se hallaba entre éstos, y junto con sus compañeros fue transportado a palacio.
Por la noche, los jefes de los vencedores se reunieron para celebrar la aplastante derrota de los enemigos, y el rey , para premiar a Lera, el más cruel y el más poderoso de sus guerreros, le concedió la gracia de matar a todos los prisioneros. Bajo la terrible espada de Lera cayeron, una a una , las nobles cabezas de los vikingos. Cuando le lego la vez a Vagn, el joven insultó a al héroe noruego con despreciativas palabras y éste airado, se lanzó contra él con toda su fuerza. Pero con un brusco movimiento , el vikingo evitó el golpe, y Lera, arrastrado por su propio impulso cayó a tierra. Entonces Vagn, rápido, se apoderó de su espada, y antes de que nadie pudiera impedirlo, la hundió hasta la empuñadura en el pecho del guerrero. Cuando, los presentes, queriendo vengar, se disponían a lanzarse contra el temerario joven. Erik, el hijo del rey los detuvo. Admiraba la habilidad y el valor del vikingo , sintió por él una súbita simpatía. Lo hizo liberar y lo conservó a su lado en la corte. Protegido por el príncipe , Vagn permaneció en la corte durante largo tiempo, se casó con la princesa Ingeborg, la más hermosa doncella del norte, y con ella regresó a su amada isla en la mitad del océano. De esta manera el vikingo había cumplido el juramento.
domingo, 22 de febrero de 2009
El mendigo
Frigildo, de la estirpe gloriosa de los wikingos, había sido en otros tiempos un poderoso señor, dueño de muchas tierras y castillos fortificados y había tenido vasallos que le obedecían, respetaban y temían .Pero uno hombres codiciosos e injustos le habían arrebatado sus riquezas y lo habían arrojado del país como traidor, a él , que siempre había sido el más leal y valeroso defensor de su patria.
Entonces Frigildo se dedicó a recorrer los mares en unión de unos pocos compañeros que le permanecieron fieles en la desgracia. Pronto la fama de su audacia y el valor de sus empresas se difundió por el mundo entero, acudieron a él de todas partes los que gustaban de la guerra y la aventura . Al frente de este minúsculo y valeroso ejército , Frigildo se dedicó a acudir allí donde sabía que un tirano oprimía al pueblo, trayendo la libertad con el fulgor de su espada; capturaba a los bandidos que hacían inseguros los caminos para los honrados mercaderes; socorría a los débiles, castigaba a los tiranos. En todo el Norte no había un solo el hombre que no respetase el nombre de Frigildo el Fuerte. Pero la nostalgia de su tierra, el recuerdo de sus bosques y de sus tranquilos fiordos , donde se refugiaban los pájaros marinos, así como su deseo de vengarse del que tanto daño le había causado, afligían siempre el corazón del guerrero, que , un día, no pudiendo resistir más, abandonó a sus compañeros y regresó a su patria. Apenas puso el pie en tierra, se juró a sí mismo llevar a cabo la venganza que tantas veces meditara en las largas noches de insomnio, pasadas en el destierro, contra el rey Ring, causante de todos sus males.
Se dirigió , pues , al castillo vestido de mendigo y se unió a los demás desgraciados que esperaban una limosna. El rey se acercó ; se paró ante él y, sorprendido por algo extraordinario que había en su aspecto, lo miró largamente, como sí , a través de aquellos harapos, quisiera escrutar el alma del mendigo.
Luego ordenó que se le vistiera con suntuosos ropajes; lo puso a su lado en la mesa rea, le trató con gran gentileza y respeto, como si fuese un personaje de alto rango. No se separaba nunca de él; no tomando ninguna decisión, por grave y secreta que fuera, sin antes pedir consejo al joven.
Un día , el rey se dirigió con Frigildo al bosque y, habla que hablarás, se adentraron sin darse cuenta en la espesura del bosque y se extraviaron. El rey, que era muy viejo y se hallaba cansado del largo camino, se hecho al pie de una encina durmiéndose enseguida. Por fin Frigildo tenía en su poder a su enemigo ¿Qué hacer? Una terrible lucha se entablo en su ánimo: el odio y el respeto, la ira y la gratitud atormentaban a un tiempo al desgraciado joven. Finalmente, resuelto a matar al rey, Frigildo desenvainó la espada con gesto decidido ; pero al ver la hoja desenvainada, su lealtad triunfó y, para alejar de sí toda tentación, arrojó el arma con fuerza, lejos de sí entre las matas.
En tanto el rey Ring despertó y, sonriendo al guerrero, le dijo:
-Frigildo, durante mi sueño pensamientos extraños han ocupado tu espíritu, pero los buenos sentimientos han vencido por fin . Nunca dudé de ellos. Has de saber que desde el primer instante en que te vi te reconocí. Sé que me equivoqué respecto a ti, por lo que te pido perdón : trataré de reparar lo hecho, lo mejor que pueda.
Dicho esto lo tomó de la mano, lo llevó al castillo y allí ante toda la gente de la corte, proclamó a Frigildo su sucesor al trono.En efecto, en poco tiempo moría el rey Ring y era proclamado soberano el joven y valeroso Frigildo, que desde entonces reinó en paz sobre sus súbditos, haciéndoles felices y gloriosos.
Entonces Frigildo se dedicó a recorrer los mares en unión de unos pocos compañeros que le permanecieron fieles en la desgracia. Pronto la fama de su audacia y el valor de sus empresas se difundió por el mundo entero, acudieron a él de todas partes los que gustaban de la guerra y la aventura . Al frente de este minúsculo y valeroso ejército , Frigildo se dedicó a acudir allí donde sabía que un tirano oprimía al pueblo, trayendo la libertad con el fulgor de su espada; capturaba a los bandidos que hacían inseguros los caminos para los honrados mercaderes; socorría a los débiles, castigaba a los tiranos. En todo el Norte no había un solo el hombre que no respetase el nombre de Frigildo el Fuerte. Pero la nostalgia de su tierra, el recuerdo de sus bosques y de sus tranquilos fiordos , donde se refugiaban los pájaros marinos, así como su deseo de vengarse del que tanto daño le había causado, afligían siempre el corazón del guerrero, que , un día, no pudiendo resistir más, abandonó a sus compañeros y regresó a su patria. Apenas puso el pie en tierra, se juró a sí mismo llevar a cabo la venganza que tantas veces meditara en las largas noches de insomnio, pasadas en el destierro, contra el rey Ring, causante de todos sus males.
Se dirigió , pues , al castillo vestido de mendigo y se unió a los demás desgraciados que esperaban una limosna. El rey se acercó ; se paró ante él y, sorprendido por algo extraordinario que había en su aspecto, lo miró largamente, como sí , a través de aquellos harapos, quisiera escrutar el alma del mendigo.
Luego ordenó que se le vistiera con suntuosos ropajes; lo puso a su lado en la mesa rea, le trató con gran gentileza y respeto, como si fuese un personaje de alto rango. No se separaba nunca de él; no tomando ninguna decisión, por grave y secreta que fuera, sin antes pedir consejo al joven.
Un día , el rey se dirigió con Frigildo al bosque y, habla que hablarás, se adentraron sin darse cuenta en la espesura del bosque y se extraviaron. El rey, que era muy viejo y se hallaba cansado del largo camino, se hecho al pie de una encina durmiéndose enseguida. Por fin Frigildo tenía en su poder a su enemigo ¿Qué hacer? Una terrible lucha se entablo en su ánimo: el odio y el respeto, la ira y la gratitud atormentaban a un tiempo al desgraciado joven. Finalmente, resuelto a matar al rey, Frigildo desenvainó la espada con gesto decidido ; pero al ver la hoja desenvainada, su lealtad triunfó y, para alejar de sí toda tentación, arrojó el arma con fuerza, lejos de sí entre las matas.
En tanto el rey Ring despertó y, sonriendo al guerrero, le dijo:
-Frigildo, durante mi sueño pensamientos extraños han ocupado tu espíritu, pero los buenos sentimientos han vencido por fin . Nunca dudé de ellos. Has de saber que desde el primer instante en que te vi te reconocí. Sé que me equivoqué respecto a ti, por lo que te pido perdón : trataré de reparar lo hecho, lo mejor que pueda.
Dicho esto lo tomó de la mano, lo llevó al castillo y allí ante toda la gente de la corte, proclamó a Frigildo su sucesor al trono.En efecto, en poco tiempo moría el rey Ring y era proclamado soberano el joven y valeroso Frigildo, que desde entonces reinó en paz sobre sus súbditos, haciéndoles felices y gloriosos.
Historia de Regner y de Aslog
Había una vez un rey poderoso llamado Regner que, con sus guerreros , recorría los mares en sus magníficos navíos, conquistando victoria tras victoria, y reuniendo inmensos tesoros con el botín que arrebataba a los vencidos.
Un día, encontrándose , al caer la noche, junto a las costas de Noruega , Regner decidió bajar a la tierra con los suyos. La playa estaba completamente desierta; sólo, a lo lejos, se divisaba una casucha aislada. Regner ordenó a los criados que fueran allí a preparar la comida. Cuando regresaron contaron a su señor que en la mísera casita vivía una doncella hermosísima .Y tanto y tanto dijeron, tantas fueron las alabanzas que hicieron, que el rey decidió que, si la inteligencia de la joven respondía a su hermosura, la haría su esposa. Llamó, en efecto a algunos de sus guerreros y les dijo:
-Id a la casita que se ve a lo lejos y decid a la doncella que habita e ella que se presente a mí , pero que no lo haga con la copa, ni sin ella, ni sola ni acompañada; no deberá estar en ayunas, pero tampoco deberá haber comido.
Partieron los mensajeros y poco después llegó la doncella .Ninguna capa cubría su cuerpo, más sus largos cabellos d oro la cubrían hasta los pies. Venía sola, pero la seguía un perro pequeño. Llevaba en la mano una manzana, a la que había dado un mordisco, sin haber ingerido otro alimento, de modo que no se podía decir que estuviera en ayunas, ni tampoco hecho su comida habitual.
Regner, verdaderamente sorprendido de la extraordinaria belleza de la doncella, así como de su agudeza, ya que había conseguido satisfacer sus tres condiciones, la llevó a su nave y apenas desembarcaron en su reino, la hizo su esposa .Aslog (que tal era el nombre de la reina), a pesar de haber ascendido a tan alto rango, continuó siendo humilde y buena; pero en la corte pronto se empezó a murmurar sobre una soberana de tan bajo origen y se intentó convencer al rey de que debía repudiarla, para casarse con una verdadera princesa se sangre real. El rey amaba mucho a su esposa, pero no podía oponerse a los deseos de su pueblo. Entonces la reina le reveló un secreto que hasta entonces había ocultado a todo el mundo.
-Mi padre-dijo Aslog- no era un campesino. Se llamaba Sigurd y era rey de Noruega. Viéndose obligado a partir a la guerra, me confió a unos míseros campesinos que me educaron como a su propia hija. El rey, mi padre, murió en la batalla y yo continué viviendo en la mísera casucha donde me has encontrado.
El rey, feliz ante esta revelación, lo hizo saber inmediatamente a la corte y al pueblo, y así Aslog pudo vivir siempre a su lado, amada y respetada por todos.
Un día, encontrándose , al caer la noche, junto a las costas de Noruega , Regner decidió bajar a la tierra con los suyos. La playa estaba completamente desierta; sólo, a lo lejos, se divisaba una casucha aislada. Regner ordenó a los criados que fueran allí a preparar la comida. Cuando regresaron contaron a su señor que en la mísera casita vivía una doncella hermosísima .Y tanto y tanto dijeron, tantas fueron las alabanzas que hicieron, que el rey decidió que, si la inteligencia de la joven respondía a su hermosura, la haría su esposa. Llamó, en efecto a algunos de sus guerreros y les dijo:
-Id a la casita que se ve a lo lejos y decid a la doncella que habita e ella que se presente a mí , pero que no lo haga con la copa, ni sin ella, ni sola ni acompañada; no deberá estar en ayunas, pero tampoco deberá haber comido.
Partieron los mensajeros y poco después llegó la doncella .Ninguna capa cubría su cuerpo, más sus largos cabellos d oro la cubrían hasta los pies. Venía sola, pero la seguía un perro pequeño. Llevaba en la mano una manzana, a la que había dado un mordisco, sin haber ingerido otro alimento, de modo que no se podía decir que estuviera en ayunas, ni tampoco hecho su comida habitual.
Regner, verdaderamente sorprendido de la extraordinaria belleza de la doncella, así como de su agudeza, ya que había conseguido satisfacer sus tres condiciones, la llevó a su nave y apenas desembarcaron en su reino, la hizo su esposa .Aslog (que tal era el nombre de la reina), a pesar de haber ascendido a tan alto rango, continuó siendo humilde y buena; pero en la corte pronto se empezó a murmurar sobre una soberana de tan bajo origen y se intentó convencer al rey de que debía repudiarla, para casarse con una verdadera princesa se sangre real. El rey amaba mucho a su esposa, pero no podía oponerse a los deseos de su pueblo. Entonces la reina le reveló un secreto que hasta entonces había ocultado a todo el mundo.
-Mi padre-dijo Aslog- no era un campesino. Se llamaba Sigurd y era rey de Noruega. Viéndose obligado a partir a la guerra, me confió a unos míseros campesinos que me educaron como a su propia hija. El rey, mi padre, murió en la batalla y yo continué viviendo en la mísera casucha donde me has encontrado.
El rey, feliz ante esta revelación, lo hizo saber inmediatamente a la corte y al pueblo, y así Aslog pudo vivir siempre a su lado, amada y respetada por todos.
Historia del príncipe Frigildo
En su magnifico castillo, erguido a pico sobre el mar, habitaba el joven príncipe Frigildo, hábil en las artes y en la guerra y amado y respetado por todos. Un día vio a la hermosa princesa Irene, hermana del rey, su señor, e inmediatamente quedó prendado de ella.
Se dirigió entonces a la capital, se presentó en la corte y pidió al soberano la mano de su hermana.
El rey sintió deseos de arrojar de su palacio al temerario vasallo que osaba tener miras tan altas; pero sus súbditos, que conocían la audacia y e valor del joven y, por tanto le temían le aconsejaron que tuviera paciencia y que emplease con él la astucia mejor que la fuerza.
-Te daré por esposa a mi hermana, si así lo deseas- repuso entonces el rey a Frigildo-, pero antes deberás dirigirte a las islas Orcadas, y rescatar para mí los tributos que aquellos pueblos no me pagan hace algunos años, invocando pretextos absurdos.
Frigildo partió inmediatamente con algunos valerosos compañeros en su mágico navío, que tenia el don de hablar y comprender el lenguaje humano.
Cuando Frigildo hubo partido, el rey llamó a dos poderosas brujas y les ordeno que hicieran estrellarse la nave del joven contra una roca y que desencadenasen una tormenta que destruyera por completo la nave y a sus ocupantes. Las brujas pusieron enseguida manos a la obra. En unos enormes pucheros de cobre, echaron unas hierbas mágicas y de inmediato un intenso hedor sofocante s difundió entorno. Las brujas entonces, con sus cabellos sueltos, con los ojos flameantes y retorciéndose las manos, prorrumpieron en gritos y lanzaron palabras arcanas.
Ignorante de cuanto ocurría , el joven príncipe navegaba en tanto por el mar y había ya perdido de vista la costa, cuando densas nubes cubrieron el cielo y un viento impetuoso de tempestad empezó a soplar. En un segundo, las olas se alzaron gigantescas, como enormes montañas, y la nave quedó envuelta en una cortina de finísima niebla. Subido al palo mayor para orientarse sobre la ruta a seguir, Frigildo vio una larguísima serpiente que rodeaba la nave en un triple anillo. A lomos del monstruo iban sentadas son mujeres horribles que tendían sus brazos hacia el navío.
-El príncipe grito entonces:
-¡Valor mi hermoso navío, lancémonos contra las brujas!-
De un salto, la nave se lanzo sobre las dos mujeres, golpeándola con su poderosa quilla y entonces ellas, con un alarido de rabia, se sumergieron en las profundidades marinas en unión de la serpiente. La tempestad cesó súbitamente, las nubes se disiparon, una luz iluminó el mar y las ansiadas islas Orcadas aparecieron, por fin, en el horizonte.
Pocos días, Frigildo estaba de regreso en su patria llevando consigo el oro de los tributos que los habitantes de aquellas islas le habían pagado por fin. El rey, aunque a su pesar, no tuvo más remedio que mantener su promesa y preparó grandes festejos para celebrar las bodas de su hermana con el vasallo; la pareja vivió feliz durante muchísimos años.
Se dirigió entonces a la capital, se presentó en la corte y pidió al soberano la mano de su hermana.
El rey sintió deseos de arrojar de su palacio al temerario vasallo que osaba tener miras tan altas; pero sus súbditos, que conocían la audacia y e valor del joven y, por tanto le temían le aconsejaron que tuviera paciencia y que emplease con él la astucia mejor que la fuerza.
-Te daré por esposa a mi hermana, si así lo deseas- repuso entonces el rey a Frigildo-, pero antes deberás dirigirte a las islas Orcadas, y rescatar para mí los tributos que aquellos pueblos no me pagan hace algunos años, invocando pretextos absurdos.
Frigildo partió inmediatamente con algunos valerosos compañeros en su mágico navío, que tenia el don de hablar y comprender el lenguaje humano.
Cuando Frigildo hubo partido, el rey llamó a dos poderosas brujas y les ordeno que hicieran estrellarse la nave del joven contra una roca y que desencadenasen una tormenta que destruyera por completo la nave y a sus ocupantes. Las brujas pusieron enseguida manos a la obra. En unos enormes pucheros de cobre, echaron unas hierbas mágicas y de inmediato un intenso hedor sofocante s difundió entorno. Las brujas entonces, con sus cabellos sueltos, con los ojos flameantes y retorciéndose las manos, prorrumpieron en gritos y lanzaron palabras arcanas.
Ignorante de cuanto ocurría , el joven príncipe navegaba en tanto por el mar y había ya perdido de vista la costa, cuando densas nubes cubrieron el cielo y un viento impetuoso de tempestad empezó a soplar. En un segundo, las olas se alzaron gigantescas, como enormes montañas, y la nave quedó envuelta en una cortina de finísima niebla. Subido al palo mayor para orientarse sobre la ruta a seguir, Frigildo vio una larguísima serpiente que rodeaba la nave en un triple anillo. A lomos del monstruo iban sentadas son mujeres horribles que tendían sus brazos hacia el navío.
-El príncipe grito entonces:
-¡Valor mi hermoso navío, lancémonos contra las brujas!-
De un salto, la nave se lanzo sobre las dos mujeres, golpeándola con su poderosa quilla y entonces ellas, con un alarido de rabia, se sumergieron en las profundidades marinas en unión de la serpiente. La tempestad cesó súbitamente, las nubes se disiparon, una luz iluminó el mar y las ansiadas islas Orcadas aparecieron, por fin, en el horizonte.
Pocos días, Frigildo estaba de regreso en su patria llevando consigo el oro de los tributos que los habitantes de aquellas islas le habían pagado por fin. El rey, aunque a su pesar, no tuvo más remedio que mantener su promesa y preparó grandes festejos para celebrar las bodas de su hermana con el vasallo; la pareja vivió feliz durante muchísimos años.
sábado, 21 de febrero de 2009
El rey que llego del mar
Dinamarca llevaba mucho tiempo sin jefe y por eso nadie respetaba las leyes: los fuertes vivían a costa de los débiles y los pobres eran maltrataos y considerados como esclavos.
Un día los habitantes de la costa vieron avanzar por el mar un navío con velas escarlata, adornado con guirnaldas de flores alrededor de la borda, brillante de oro y piedras preciosas. El navío se detuvo al llegar a la playa, pero nadie descendió de él y su vela se plegó sola .Entonces acudieron los pescadores de las aldeas cercanas para contemplar aquel misterioso buque, pero nadie se atrevió a acercarse a el. Al día siguiente llegaron los campesinos de la comarca, enterados de la llegada del extraordinario velero, y se arremolinaron en la playa , contemplándolo llenos de inquietud. Por último, al tercer día llegaron los fuertes guerreros del país que, blandiendo sus formidables armas, asaltaron la borda del desconocido navío y subieron hasta el puente, lanzando terribles gritos de guerra. Allí, dormido sobre el puente, encontraron un niño :una corona de oro ceñía su cabecita y en torno a él se hallaban acumulados toda suerte de objetos preciosos, que constituían un riquísimo tesoro.
Estupefacto, los guerreros comprendieron que los dioses, benévolos, habían enviado aquella nave en signo de paz y como presagio de prosperidad y gloria .Se arrodillaron entones, alzaron en sus rudas y temblorosas manos al pequeño, y llevándole en un escudo, atravesaron la multitud aclamaste, conduciéndole hasta el lugar del consejo de Dinamarca, imponiéndole el nombre de Skiold, que en el idioma del país quiere decir “escudo”
Skiold fue, en efecto, el defensor de Dinamarca; pronto se hizo famoso por su bondad y espíritu de justicia. Terrible contra el enemigo sabia , en cambio , ser bondadoso con los débiles y los humildes y generoso con todos sus fieles, siendo así amado por todos. Los años pasaron veloces, trayendo a Dinamarca la paz y la prosperidad. Cuando Skiold , ya anciano , sintió que la muerte estaba próxima , convoco a sus guerreros y les dijo:
-Amigos, cuando mis ojos se cierren en el sueño eterno, llevaréis mi cuerpo al navío que me trajo hasta aquí y me abandonéis a merced de las olas. Yo me iré contento sabiendo que he cumplido mi misión en la tierra.
Cuando el rey murió , sus súbditos le ciñeron, la corona, le vistieron con sus más ricos ropajes, ciñeron a su costado la gloriosa espada, y levantándole en un escudo, lo llevaron en medio del gentío sollozante , hacia el mar.Llegados a la playa, subieron a navío y le dejaron en el puente; entonces, cada uno de sus súbditos, fue darle ultimo adiós a su amado soberano, ofreciéndole los más ricos presentes. Cuando, en torno al cadáver de Skiold, se reunió un verdadero tesoro, ofrende del reconocimiento de un pueblo por que el había hecho tanto, la vela escarlata se izó y el navío se hizo a la mar. Nadie supo nunca hacia que región navegaba se dijo que los dioses que lo habían enviado, lo clamaban ahora para ellos, más allá de las tinieblas e los mares desconocidos. Según la leyenda el buque surca las aguas misteriosamente.
Un día los habitantes de la costa vieron avanzar por el mar un navío con velas escarlata, adornado con guirnaldas de flores alrededor de la borda, brillante de oro y piedras preciosas. El navío se detuvo al llegar a la playa, pero nadie descendió de él y su vela se plegó sola .Entonces acudieron los pescadores de las aldeas cercanas para contemplar aquel misterioso buque, pero nadie se atrevió a acercarse a el. Al día siguiente llegaron los campesinos de la comarca, enterados de la llegada del extraordinario velero, y se arremolinaron en la playa , contemplándolo llenos de inquietud. Por último, al tercer día llegaron los fuertes guerreros del país que, blandiendo sus formidables armas, asaltaron la borda del desconocido navío y subieron hasta el puente, lanzando terribles gritos de guerra. Allí, dormido sobre el puente, encontraron un niño :una corona de oro ceñía su cabecita y en torno a él se hallaban acumulados toda suerte de objetos preciosos, que constituían un riquísimo tesoro.
Estupefacto, los guerreros comprendieron que los dioses, benévolos, habían enviado aquella nave en signo de paz y como presagio de prosperidad y gloria .Se arrodillaron entones, alzaron en sus rudas y temblorosas manos al pequeño, y llevándole en un escudo, atravesaron la multitud aclamaste, conduciéndole hasta el lugar del consejo de Dinamarca, imponiéndole el nombre de Skiold, que en el idioma del país quiere decir “escudo”
Skiold fue, en efecto, el defensor de Dinamarca; pronto se hizo famoso por su bondad y espíritu de justicia. Terrible contra el enemigo sabia , en cambio , ser bondadoso con los débiles y los humildes y generoso con todos sus fieles, siendo así amado por todos. Los años pasaron veloces, trayendo a Dinamarca la paz y la prosperidad. Cuando Skiold , ya anciano , sintió que la muerte estaba próxima , convoco a sus guerreros y les dijo:
-Amigos, cuando mis ojos se cierren en el sueño eterno, llevaréis mi cuerpo al navío que me trajo hasta aquí y me abandonéis a merced de las olas. Yo me iré contento sabiendo que he cumplido mi misión en la tierra.
Cuando el rey murió , sus súbditos le ciñeron, la corona, le vistieron con sus más ricos ropajes, ciñeron a su costado la gloriosa espada, y levantándole en un escudo, lo llevaron en medio del gentío sollozante , hacia el mar.Llegados a la playa, subieron a navío y le dejaron en el puente; entonces, cada uno de sus súbditos, fue darle ultimo adiós a su amado soberano, ofreciéndole los más ricos presentes. Cuando, en torno al cadáver de Skiold, se reunió un verdadero tesoro, ofrende del reconocimiento de un pueblo por que el había hecho tanto, la vela escarlata se izó y el navío se hizo a la mar. Nadie supo nunca hacia que región navegaba se dijo que los dioses que lo habían enviado, lo clamaban ahora para ellos, más allá de las tinieblas e los mares desconocidos. Según la leyenda el buque surca las aguas misteriosamente.
Aventuras de Huon de Burdeos
Erase una vez un joven duque llamado Huon, señor de Burdeos. Habiendo ido a París a rendir homenaje al emperador Carlomagno retó a duelo a un caballero de la corte y lo mató. El emperador, airado, mandó al temerario, en castigo a Bagdad, y le impuso que le trajese cuatro dientes y la barba del Emir de aquélla ciudad .Partió Huon con una pequeña tropa de fieles soldados. El viaje fue larguísimo y fatigoso y los guerreros tuvieron que soportar penalidades y privaciones de todas clases.
Cierto día , hambrientos, sedientos y cansados, llegaron a un bosque y , al hallar en èl un claro, se echaron agotados sobre la hierba, convencidos de que iba a morir. Pero he aquí que el potente toque de un cuerno de caza se oyó entre la espesura y casi por milagro, los hombres dejaron de sentir la sed, el hambre y el cansancio. Entonces, de entre los árboles, salió un enano hermoso como el sol, que hacia sonar un cuerno de marfil. Era Oberón, el rey e los genios del aire, que venía en ayuda de la pequeña tropa.
Acercándose entonces a Huon, le dijo:
-bienvenido a mi bosque, ¡Oh, noble caballero! Te conozco muy bien y sé a donde te diriges y la peligrosa empresa que te aguarda. Pero no temas. Como eres valeroso y bueno yo te protegeré.
Dicho esto, el hombrecillo hizo un ademán e inmediatamente surgió de la tierra un maravilloso palacio en el cual entraron los caballeros. En uno de sus salones estaba dispuesta una mesa cargada de los más ricos manjares, a los que Huon y sus soldados hicieron honor sin hacerse rogar. Cuando estuvieron hartos y hubieron reposado, se prepararon a reanudar su camino. Entones Oberón entregó su cuerno de marfil a Huon, diciéndole:
-Cuando necesites socorro, haz sonar este cuerno; yo te oiré a cualquier distancia que me halle y acudiré a la cabeza de cien mil hombres armados.
Huon dio las gracias al generoso enano y partió , mientras el mágico palacio desaparecía entre las entrañas de la tierra de que había salido.
Después de cabalgar largo tiempo, los viajeros llegaron a una ciudad donde reinaba un soberano cruel que mataba a todos los cristianos que caían entre sus manos. Apenas este rey tuvo noticia de la llegada del duque de Burdeos , armó una tropa numerosa y se dirigió a su encuentro. El combate fue encarnizado por ambas partes, y los franceses , aunque muy valerosos eran en tan exiguo número , que estaban a punto de ceder a las numerosas fuerzas de su adversario , cuando Huon hizo sonar con toda la fuerza de sus pulmones el cuerno de marfil, y fiel a su promesa, poco después entraba Oberón en la ciudad a la cabeza de cien mil hombres armados y derrotaba al enemigo, poniéndole en fuga: el mismo rey cayó en el combate.
Después de haber reposado en la ciudad conquistada, Huon y los suyos continuaron el viaje hasta llegar a las orillas del mar Rojo, pero allí se vieron obligados a detenerse, pues no había puente, ni vado, ni nave para atravesarlo. Cuando ya Huon, desesperado , se preparaba a tirase al agua para cruzar el mar a nado o perecer, un delfín se llegó a la orilla y , acercándose al joven , le dijo:
-Me manda a ti Oberón. Ven, sube a mi lomo y te conduciré sano y salvo a la orilla opuesta.
Huon dejó a sus compañeros y subió sobre el delfín que, en un instante, le llevó a través del mar y le dejó sano y salvo cerca de Bagdad.
El joven entró valerosamente en la ciudad pero, el emir, sabiendo que venía en su busca, le hizo aprender por sus esbirros y encerrar en un calabozo después de quitarle el cuerno mágico. Ya desesperado Huon, convencido de que nunca podría salir de allí, cuando un día vio abrirse la puerta de la tétrica prisión y entrar por ella uno de los hombres que había dejado del otro lado del mar. Este hombre le contó que el y sus compañeros habían encontrado un navío , en el que embarcaron para Bagdad , donde habían logrado introducirse en el palacio del emir. Entonces el joven duque, recobrada la esperanza, ordenó a su vasallo que a toda costa le trajera el cuerno de marfil. Logró el hombre arrebatárselo al emir y se lo trajo enseguida a Huon, quien sopló con fuerza. Fiel a su promesa , Oberón acudió a la cabeza de sus guerreros. El emir, desprevenido, fue fácilmente vencido y muerto. Huon le cortó la barba, le arrancó los dientes y con este botón retornó a su patria.
Después de largo viaje llegó , al fin en unión de sus compañeros , a París donde Carlomagno le perdonó y ordenó grandes fiestas en todo el imperio en honor del valeroso duque.
Cierto día , hambrientos, sedientos y cansados, llegaron a un bosque y , al hallar en èl un claro, se echaron agotados sobre la hierba, convencidos de que iba a morir. Pero he aquí que el potente toque de un cuerno de caza se oyó entre la espesura y casi por milagro, los hombres dejaron de sentir la sed, el hambre y el cansancio. Entonces, de entre los árboles, salió un enano hermoso como el sol, que hacia sonar un cuerno de marfil. Era Oberón, el rey e los genios del aire, que venía en ayuda de la pequeña tropa.
Acercándose entonces a Huon, le dijo:
-bienvenido a mi bosque, ¡Oh, noble caballero! Te conozco muy bien y sé a donde te diriges y la peligrosa empresa que te aguarda. Pero no temas. Como eres valeroso y bueno yo te protegeré.
Dicho esto, el hombrecillo hizo un ademán e inmediatamente surgió de la tierra un maravilloso palacio en el cual entraron los caballeros. En uno de sus salones estaba dispuesta una mesa cargada de los más ricos manjares, a los que Huon y sus soldados hicieron honor sin hacerse rogar. Cuando estuvieron hartos y hubieron reposado, se prepararon a reanudar su camino. Entones Oberón entregó su cuerno de marfil a Huon, diciéndole:
-Cuando necesites socorro, haz sonar este cuerno; yo te oiré a cualquier distancia que me halle y acudiré a la cabeza de cien mil hombres armados.
Huon dio las gracias al generoso enano y partió , mientras el mágico palacio desaparecía entre las entrañas de la tierra de que había salido.
Después de cabalgar largo tiempo, los viajeros llegaron a una ciudad donde reinaba un soberano cruel que mataba a todos los cristianos que caían entre sus manos. Apenas este rey tuvo noticia de la llegada del duque de Burdeos , armó una tropa numerosa y se dirigió a su encuentro. El combate fue encarnizado por ambas partes, y los franceses , aunque muy valerosos eran en tan exiguo número , que estaban a punto de ceder a las numerosas fuerzas de su adversario , cuando Huon hizo sonar con toda la fuerza de sus pulmones el cuerno de marfil, y fiel a su promesa, poco después entraba Oberón en la ciudad a la cabeza de cien mil hombres armados y derrotaba al enemigo, poniéndole en fuga: el mismo rey cayó en el combate.
Después de haber reposado en la ciudad conquistada, Huon y los suyos continuaron el viaje hasta llegar a las orillas del mar Rojo, pero allí se vieron obligados a detenerse, pues no había puente, ni vado, ni nave para atravesarlo. Cuando ya Huon, desesperado , se preparaba a tirase al agua para cruzar el mar a nado o perecer, un delfín se llegó a la orilla y , acercándose al joven , le dijo:
-Me manda a ti Oberón. Ven, sube a mi lomo y te conduciré sano y salvo a la orilla opuesta.
Huon dejó a sus compañeros y subió sobre el delfín que, en un instante, le llevó a través del mar y le dejó sano y salvo cerca de Bagdad.
El joven entró valerosamente en la ciudad pero, el emir, sabiendo que venía en su busca, le hizo aprender por sus esbirros y encerrar en un calabozo después de quitarle el cuerno mágico. Ya desesperado Huon, convencido de que nunca podría salir de allí, cuando un día vio abrirse la puerta de la tétrica prisión y entrar por ella uno de los hombres que había dejado del otro lado del mar. Este hombre le contó que el y sus compañeros habían encontrado un navío , en el que embarcaron para Bagdad , donde habían logrado introducirse en el palacio del emir. Entonces el joven duque, recobrada la esperanza, ordenó a su vasallo que a toda costa le trajera el cuerno de marfil. Logró el hombre arrebatárselo al emir y se lo trajo enseguida a Huon, quien sopló con fuerza. Fiel a su promesa , Oberón acudió a la cabeza de sus guerreros. El emir, desprevenido, fue fácilmente vencido y muerto. Huon le cortó la barba, le arrancó los dientes y con este botón retornó a su patria.
Después de largo viaje llegó , al fin en unión de sus compañeros , a París donde Carlomagno le perdonó y ordenó grandes fiestas en todo el imperio en honor del valeroso duque.
Pedro de Provenza y la bella Margarita
Había una vez un rey de Nápoles que tenía una hija bellísima llamada Margarita. Los más valerosos caballeros del mundo acudían de todas partes para verla, ansiosos de mostrar a la bella joven su habilidad y su valor en los numerosos torneos que se celebraban en la corte napolitana.
Un domingo, el campo donde se realizaba el torneo estaba más concurrido que de costumbre, nunca se habían visto tantos ilustres y valientes caballeros reunidos. El rey , la reina y la princesa estaban rodeados de toda la corte y Margarita resplandecía como una estrella, superando en belleza y elegancia a todas las otras damas presentes. El torneo empezó con un toque de trompeta lanzado por el heraldo. Se adelantó un joven caballero armado de pies a cabeza que llevaba incrustadas n el escudo, en vez de blasón, dos llaves de plata. A mitad del vasto recinto, el caballero declaró su deseo de permanecer incógnito y se presentó a combatir con los campeones presentados por el rey.
Desde el principio se mostró hábil y valeroso y pronto alcanzó la victoria sobre los caballeros que habían aceptado el desafió. Al final del torneo, quedando por suyo el honor del campo , se acercó a la tribuna real para recibir el premio de manos de Margarita, y sólo entonces se quito el yelmo. Un murmullo de admiración se alzo entre los espectadores. El caballero era muy joven, tenía un rostro noble, de rasgos perfectos, ojos claros y luminosos cabello rubio y rizado.
El rey le preguntó entonces quien era y el caballero le respondió respetuosamente:
-Majestad, no puedo deciros mi nombre porque he hecho votos de no revelarlo. Pero doy fe de ser noble y caballero.
El acento firme y los nobles modales del desconocido le atrajeron la simpatía de todos los presentes, especialmente de Margarita, que quedó muy impresionada. El rey le invitó a su palacio, y el joven fue con frecuencia, conversando especialmente con la princesa. Un día le confeso que había ido a Nápoles expresamente para verla, por haber oído alabar tanto su belleza en su país. Margarita quiso saber entonces de que país procedía, y el caballero al fin, le confesó que se llamaba Pedro y era hijo único del conde de Provenza, hermano del rey de Francia.
Desde aquel día Margarita buscó más que nunca la compañía de Pedro y los dos jóvenes que estaban siempre juntos, daban a menudo largos paseos. Una vez que llegaron más lejos de lo acostumbrado, hallándose cansados, se sentaron a reposar a la orilla del mar y la princesa se quedó dormida. Y he aquí que un ave marina vio relucir el anillo que la doncella se había quitado dejándolo sobre una piedra, lo cogió con el pico y se lo llevó volando hasta un escollo en mitad del mar, donde lo dejo caer. Pedro que conocía el cariño que la joven tenía a aquella joya, quiso devolvérselo. Encontrando una barca junto a la orilla, embarcó en ella y se dirigió hacia la roca.
Pero he aquí que se levanto un viento fortísimo de tierra que en poco tiempo transporto la frágil embarcación a alta mar, no obstante los desesperados esfuerzos de Pedro para combatir su furia impetuosa. Pronto la tierra desapareció de la vista y las olas azotaron la barquilla, amenazando a cada momento hacerla zozobrar. Todo el día y toda la noche combatió el joven príncipe con los elementos que se desencadenaban furiosos, y al alba, exhausto, cayó desmayado en el fondo de la barca. Así lo encontró una nave de moros que pasaba por allí. Los infieles, viéndole tan hermoso, pensaron reglárselo como esclavo al sultán y se apresuraron a llevárselo. El sultán agradeció mucho el presente y se aficionó tanto al joven que le trataba como a un hijo. Pero Pedro estaba siempre triste pensando en sus padres y en Margarita. Por último, se armó de valor y pidió al sultán, que le dejase volver a su patria. El soberano accedió , aunque profundamente dolorido. Pedro embarcó , entonces en un navío que iba a Provenza, llevando consigo un rico presente, regalo de su buen protector. Durante el viaje, los marineros, que eran provenzales, le contaron cuanto había sucedido en su patria durante su larga ausencia, hablándole especialmente de una bellísima dama que había ido a establecerse en Provenza y que empleaba su riqueza en obras de caridad. Todos la amaban y respetaban mucho, pero nadie conocía su estirpe ni de dónde venia.
Impulsado por un presentimiento, Pedro quiso visitar enseguida a la incógnita dama que hacía tanto bien en su país. En efecto, apenas desembarcado, fue a verla , y en cuanto la tuvo ante sus ojos un grito escapo de sus labios. Había reconocido en ella a la princesa Margarita. Ella también había reconocido a Pedro , y ambos enamorados, tan felices de encontrarse milagrosamente se relataron sus aventuras. Margarita le refirió que cuando despertó aquel lejano día sin encontrar a su lado a su compañero, lo había buscado durante horas y horas llamándolo desesperadamente. Pero cuando cayó la noche sin verle volver, comprendió que algo muy grave le había sucedido, y decidió ir a Provenza, pues imaginaba justamente que si el joven vivía aún , algún día regresaría allí.
Pedro llevo a la joven a su castillo donde sus padres, felices ante el regreso de su hijo, ordenaron que se celebraran grandes fiestas. Pasados algunos días, se celebraron también las bodas de joven cabalero con la bella Margarita, y los esposos vivieron siempre felices. Poco tiempo después tuvieron un hijo que llego a ser un caballero noble y valeroso, digno de sus padres, y que fue coronado a la vez, rey de Nápoles y conde de Provenza.
Un domingo, el campo donde se realizaba el torneo estaba más concurrido que de costumbre, nunca se habían visto tantos ilustres y valientes caballeros reunidos. El rey , la reina y la princesa estaban rodeados de toda la corte y Margarita resplandecía como una estrella, superando en belleza y elegancia a todas las otras damas presentes. El torneo empezó con un toque de trompeta lanzado por el heraldo. Se adelantó un joven caballero armado de pies a cabeza que llevaba incrustadas n el escudo, en vez de blasón, dos llaves de plata. A mitad del vasto recinto, el caballero declaró su deseo de permanecer incógnito y se presentó a combatir con los campeones presentados por el rey.
Desde el principio se mostró hábil y valeroso y pronto alcanzó la victoria sobre los caballeros que habían aceptado el desafió. Al final del torneo, quedando por suyo el honor del campo , se acercó a la tribuna real para recibir el premio de manos de Margarita, y sólo entonces se quito el yelmo. Un murmullo de admiración se alzo entre los espectadores. El caballero era muy joven, tenía un rostro noble, de rasgos perfectos, ojos claros y luminosos cabello rubio y rizado.
El rey le preguntó entonces quien era y el caballero le respondió respetuosamente:
-Majestad, no puedo deciros mi nombre porque he hecho votos de no revelarlo. Pero doy fe de ser noble y caballero.
El acento firme y los nobles modales del desconocido le atrajeron la simpatía de todos los presentes, especialmente de Margarita, que quedó muy impresionada. El rey le invitó a su palacio, y el joven fue con frecuencia, conversando especialmente con la princesa. Un día le confeso que había ido a Nápoles expresamente para verla, por haber oído alabar tanto su belleza en su país. Margarita quiso saber entonces de que país procedía, y el caballero al fin, le confesó que se llamaba Pedro y era hijo único del conde de Provenza, hermano del rey de Francia.
Desde aquel día Margarita buscó más que nunca la compañía de Pedro y los dos jóvenes que estaban siempre juntos, daban a menudo largos paseos. Una vez que llegaron más lejos de lo acostumbrado, hallándose cansados, se sentaron a reposar a la orilla del mar y la princesa se quedó dormida. Y he aquí que un ave marina vio relucir el anillo que la doncella se había quitado dejándolo sobre una piedra, lo cogió con el pico y se lo llevó volando hasta un escollo en mitad del mar, donde lo dejo caer. Pedro que conocía el cariño que la joven tenía a aquella joya, quiso devolvérselo. Encontrando una barca junto a la orilla, embarcó en ella y se dirigió hacia la roca.
Pero he aquí que se levanto un viento fortísimo de tierra que en poco tiempo transporto la frágil embarcación a alta mar, no obstante los desesperados esfuerzos de Pedro para combatir su furia impetuosa. Pronto la tierra desapareció de la vista y las olas azotaron la barquilla, amenazando a cada momento hacerla zozobrar. Todo el día y toda la noche combatió el joven príncipe con los elementos que se desencadenaban furiosos, y al alba, exhausto, cayó desmayado en el fondo de la barca. Así lo encontró una nave de moros que pasaba por allí. Los infieles, viéndole tan hermoso, pensaron reglárselo como esclavo al sultán y se apresuraron a llevárselo. El sultán agradeció mucho el presente y se aficionó tanto al joven que le trataba como a un hijo. Pero Pedro estaba siempre triste pensando en sus padres y en Margarita. Por último, se armó de valor y pidió al sultán, que le dejase volver a su patria. El soberano accedió , aunque profundamente dolorido. Pedro embarcó , entonces en un navío que iba a Provenza, llevando consigo un rico presente, regalo de su buen protector. Durante el viaje, los marineros, que eran provenzales, le contaron cuanto había sucedido en su patria durante su larga ausencia, hablándole especialmente de una bellísima dama que había ido a establecerse en Provenza y que empleaba su riqueza en obras de caridad. Todos la amaban y respetaban mucho, pero nadie conocía su estirpe ni de dónde venia.
Impulsado por un presentimiento, Pedro quiso visitar enseguida a la incógnita dama que hacía tanto bien en su país. En efecto, apenas desembarcado, fue a verla , y en cuanto la tuvo ante sus ojos un grito escapo de sus labios. Había reconocido en ella a la princesa Margarita. Ella también había reconocido a Pedro , y ambos enamorados, tan felices de encontrarse milagrosamente se relataron sus aventuras. Margarita le refirió que cuando despertó aquel lejano día sin encontrar a su lado a su compañero, lo había buscado durante horas y horas llamándolo desesperadamente. Pero cuando cayó la noche sin verle volver, comprendió que algo muy grave le había sucedido, y decidió ir a Provenza, pues imaginaba justamente que si el joven vivía aún , algún día regresaría allí.
Pedro llevo a la joven a su castillo donde sus padres, felices ante el regreso de su hijo, ordenaron que se celebraran grandes fiestas. Pasados algunos días, se celebraron también las bodas de joven cabalero con la bella Margarita, y los esposos vivieron siempre felices. Poco tiempo después tuvieron un hijo que llego a ser un caballero noble y valeroso, digno de sus padres, y que fue coronado a la vez, rey de Nápoles y conde de Provenza.
viernes, 20 de febrero de 2009
Cabellos de oro
Había una vez una princesa que tenía los cabellos más hermosos del mundo: parecían oro fundido y brillaban como el sol. Por eso todos llamaban a la muchacha cabellos de oro. La fama de su belleza corría por todo el mundo, y fueron mucho los príncipes que pidieron su mano, pero la muchacha rechazaba a todos, no encontrando a ninguno digno de ella.
Pero un mal día un gigante que vivía en la montaña vio a cabellos de oro y se enamoró de ella. Bajó de su cueva altísima, entró de noche en el palacio y se llevó a la muchacha. Cuando Cabellos de oro se encontró en la montaña con aquel terrible marido, lloró amargamente derramando abundantes lágrimas.
No podía huir, porque su carcelero la tenía encerrada en una torre altísima de su castillo de granito. Desde allá arriba , la pobrecilla podía hablar solo con las nubes, pero pasaban indiferentes sin detenerse en el cielo. Los pájaros no llegaban hasta allí en sus vuelos, y ningún ser humano subía esa cima elevada. No, no había ningún camino de escape. Pero allá abajo, muy al fondo, al pie de la montaña, mugía el mar. Quizá aquella inmensa extensión salada podía ayudarle. Cabellos de oro se cortó un mechón de pelo y lo tiró al mar. Las olas se llevaron muy lejos el mechón y lo dejaron en una playa , donde los palafreneros del rey llevaban todos los días a bañar los cabellos. Pero una mañana los caballos no quisieron bañarse y se retiraron asustados ¿Qué les ocurría ? Asombrado, un palafrenero miró al agua y distinguió en el fondo algo que brillaba.
¿Una estrella caída del cielo? Se echó al mar, se zambulló y volvió a flore estrechando en su mano unos hilos de oro. El hombre nunca había visto un oro tan fino y tan brillante como aquél ,y se lo llevó al rey, que se quedó deslumbrado. Entones llamó a palacio a una adivina y , enseñándole el oro, le preguntó si sabía de dónde procedía esa rareza.
-Esto no es oro, sino un mechón de pelo-respondió la adivina.
-¿Un mechón de pelo? Pero ¿quién puede tener semejante pelo, si no es una maga?
-Estos cabellos son de Cabellos de Oro, la hermosísima princesa que ha desaparecido de su reino misteriosamente. Yo ye puedo decir donde está ahora.
Se encerró en un cuarto con el mechón de pelo y pasó todo l día quemando hierbas aromáticas y haciendo conjuros. Al anochecer se presento al rey.
-Señor-le dijo-la princesa Cabellos de Oro está prisionera en la torre más alta del castillo del gigante de la montaña. El camino es largo y difícil, pero más difícil es arrebatarle la princesa al gigante. El gigante es inmortal , porque su alma no esta en su cuerpo sino que está escondida en una navaja que lleva siempre en el cinturón. Hay que arrancarle la navaja, abrir el mango y partir después la hoja.
Esa hoja es el alma, y solamente así podrá morir el gigante.
El rey, que era joven e impetuoso, decidió intentar la aventura para salvar a una princesa tan bella y que tenía una cabellera tan maravillosa. Anduvo durante siete años, solo, para ir a la montaña, sin tomarse ni una hora de descanso, gastando siete pares de zapatos por el camino y derramando lágrimas suficientes para llenar siete grandes odres. Pero por fin llegó a la cima de la montaña. Por una ventana de la torre se veía una luz tan intensa que por poco no le cegó ; era la melena de la princesa. La muchacha estaba asomada la ventana de su cárcel esperando que viniese alguien a liberarla, y cuado vio al joven caballero, le llamó.
-¡Sálvame, extranjero, sálvame!-dijo. Escóndete entre estas matas, y cuando el gigante vuelva a casa, sáltale encima y trata de cortarle con la espada el cinturón que lleva puesto; caerá una navajita. Tù agárrala y escapa con ella, y luego, cuando encuentres un escondite seguro , ábrela y rompe la hoja, que es el alma del gigante.
-Te obedeceré. Dulce princesa mía-respondió el rey, inclinándose hasta el suelo.
Se escondió de tras de una mata y espero. Al poco tiempo oyó un rugido tremendo por el aire, luego un paso pesado hizo temblar la montaña, y por fin apareció` el gigante .Rápido como el pensamiento, el joven rey le saltó encima , dándole un hábil tajo con su espada en el cinturón, que se partió en dos, dejando caer por el suelo una navaja. El rey la agarró rápidamente y echó a correr sin mirar atrás. Más allá encontró una gruta; entró y sintiéndose seguro allí dentro abrió la navajita y partió la hoja. Entonces oyó un terrible estrépito, la montaña tembló, cayendo el valle en aludes, y el príncipe fue arrollado con ella. Cuando volvió en si, estaba a la orilla del mar y a su lado lo miraba con sus bellos ojos Cabellos de oro. Del gigante, de la montaña y del castillo torreado no quedaban ni restos.
Los dos jóvenes fueron a la capital del rey, y en su palacio celebraron sus bodas con gran alegría y esplendor.
Pero un mal día un gigante que vivía en la montaña vio a cabellos de oro y se enamoró de ella. Bajó de su cueva altísima, entró de noche en el palacio y se llevó a la muchacha. Cuando Cabellos de oro se encontró en la montaña con aquel terrible marido, lloró amargamente derramando abundantes lágrimas.
No podía huir, porque su carcelero la tenía encerrada en una torre altísima de su castillo de granito. Desde allá arriba , la pobrecilla podía hablar solo con las nubes, pero pasaban indiferentes sin detenerse en el cielo. Los pájaros no llegaban hasta allí en sus vuelos, y ningún ser humano subía esa cima elevada. No, no había ningún camino de escape. Pero allá abajo, muy al fondo, al pie de la montaña, mugía el mar. Quizá aquella inmensa extensión salada podía ayudarle. Cabellos de oro se cortó un mechón de pelo y lo tiró al mar. Las olas se llevaron muy lejos el mechón y lo dejaron en una playa , donde los palafreneros del rey llevaban todos los días a bañar los cabellos. Pero una mañana los caballos no quisieron bañarse y se retiraron asustados ¿Qué les ocurría ? Asombrado, un palafrenero miró al agua y distinguió en el fondo algo que brillaba.
¿Una estrella caída del cielo? Se echó al mar, se zambulló y volvió a flore estrechando en su mano unos hilos de oro. El hombre nunca había visto un oro tan fino y tan brillante como aquél ,y se lo llevó al rey, que se quedó deslumbrado. Entones llamó a palacio a una adivina y , enseñándole el oro, le preguntó si sabía de dónde procedía esa rareza.
-Esto no es oro, sino un mechón de pelo-respondió la adivina.
-¿Un mechón de pelo? Pero ¿quién puede tener semejante pelo, si no es una maga?
-Estos cabellos son de Cabellos de Oro, la hermosísima princesa que ha desaparecido de su reino misteriosamente. Yo ye puedo decir donde está ahora.
Se encerró en un cuarto con el mechón de pelo y pasó todo l día quemando hierbas aromáticas y haciendo conjuros. Al anochecer se presento al rey.
-Señor-le dijo-la princesa Cabellos de Oro está prisionera en la torre más alta del castillo del gigante de la montaña. El camino es largo y difícil, pero más difícil es arrebatarle la princesa al gigante. El gigante es inmortal , porque su alma no esta en su cuerpo sino que está escondida en una navaja que lleva siempre en el cinturón. Hay que arrancarle la navaja, abrir el mango y partir después la hoja.
Esa hoja es el alma, y solamente así podrá morir el gigante.
El rey, que era joven e impetuoso, decidió intentar la aventura para salvar a una princesa tan bella y que tenía una cabellera tan maravillosa. Anduvo durante siete años, solo, para ir a la montaña, sin tomarse ni una hora de descanso, gastando siete pares de zapatos por el camino y derramando lágrimas suficientes para llenar siete grandes odres. Pero por fin llegó a la cima de la montaña. Por una ventana de la torre se veía una luz tan intensa que por poco no le cegó ; era la melena de la princesa. La muchacha estaba asomada la ventana de su cárcel esperando que viniese alguien a liberarla, y cuado vio al joven caballero, le llamó.
-¡Sálvame, extranjero, sálvame!-dijo. Escóndete entre estas matas, y cuando el gigante vuelva a casa, sáltale encima y trata de cortarle con la espada el cinturón que lleva puesto; caerá una navajita. Tù agárrala y escapa con ella, y luego, cuando encuentres un escondite seguro , ábrela y rompe la hoja, que es el alma del gigante.
-Te obedeceré. Dulce princesa mía-respondió el rey, inclinándose hasta el suelo.
Se escondió de tras de una mata y espero. Al poco tiempo oyó un rugido tremendo por el aire, luego un paso pesado hizo temblar la montaña, y por fin apareció` el gigante .Rápido como el pensamiento, el joven rey le saltó encima , dándole un hábil tajo con su espada en el cinturón, que se partió en dos, dejando caer por el suelo una navaja. El rey la agarró rápidamente y echó a correr sin mirar atrás. Más allá encontró una gruta; entró y sintiéndose seguro allí dentro abrió la navajita y partió la hoja. Entonces oyó un terrible estrépito, la montaña tembló, cayendo el valle en aludes, y el príncipe fue arrollado con ella. Cuando volvió en si, estaba a la orilla del mar y a su lado lo miraba con sus bellos ojos Cabellos de oro. Del gigante, de la montaña y del castillo torreado no quedaban ni restos.
Los dos jóvenes fueron a la capital del rey, y en su palacio celebraron sus bodas con gran alegría y esplendor.
El milagro de Ronan
Había una vez un ermitaño llamado Ronan, que vivía a las puertas de la ciudad de Quimper. Habitaba en una húmeda gruta cavada en la roca , y por único vestido llevaba una piel de cabra.
No se sabía de donde había llegado ni que motivo le había inducido a retirarse del mundo . Muchas cosas se contaban de èl. Algunos decían haberlo visto al caer de la tarde transformarse en loo y dar vueltas por la selva aullando en busca de niños que devorar. Otros, en cambio, aseguraban que curaba a los leprosos y que resucitaba a los muertos. Todos, sin embargo, estaban de acuerdo en afirmar que era un brujo vendido al diablo .Estos rumores llegaron a oídos del rey , que quiso asegurarse de si ciertamente se trataba de un brujo para castigarle en tal caso con la muerte, de acuerdo con la ley que había en aquel tiempo. Envió, para ello, a sus guardias al bosque y éstos hallaron a Ronan rezando al pie de una rústica cruz formada por ramas de un árbol, mientras en torno a èl callaban los pájaros , y los tímidos ciervos, al lado de los feroces jabalís, que se tendían mansamente a sus pies. El ermitaño fue encadenado y conducido a la presencia del rey , que le dijo:
-Todos te acusan de brujería; dicen que devoras a los niños y sirves al demonio. Defiéndete si puedes.
-Señor-repuso el viejo- yo sirvo al único y verdadero Dios y para servirle mejor me aparto de la suciedad de los hombres. Me alimento tan solo de pan cocido bajo las cenizas, bebo agua de pantano y vivo en plegaria y penitencia.
-Se dice también –prosiguió el rey- que has hablado mal de mì a mis súbditos , incitándoles a rebelarse contra mi poder ¿Has olvidado acaso que tu vida está entre mis manos?
-Te engañas ,rey-exclamo decidido Ronan-; mi vida está solo en manos del Señor.
-¿Ah, sí?-dijo el rey airado.¡Pues bien: que tu Señor te salve!
Y haciendo atar al viejo a un robusto árbol, lanzó contra el dos perros feroces y hambrientos. Los animales, que durante varios días habían estado sujetos y en ayuno, al verse libres se lanzaron contra su presa con ojos llameantes y fauces abiertas. Entonces el santo ermitaño murmuró:
-Que el señor, que todo lo puede os detenga.
Apenas había pronunciado estas palabras, cuando los feroces perros se detuvieron y, como dóciles corderos, fueron, mansos, a lamer las manos del viejo. Los presentes gritaron: “¡Milagro!¡Milagro!”, y el rey arrepentido, quiso cortar el mismo las cuerdas que sujetaban a Ronan al árbol y, posándose de rodillas a sus pies, le pidió perdón llorando.
No se sabía de donde había llegado ni que motivo le había inducido a retirarse del mundo . Muchas cosas se contaban de èl. Algunos decían haberlo visto al caer de la tarde transformarse en loo y dar vueltas por la selva aullando en busca de niños que devorar. Otros, en cambio, aseguraban que curaba a los leprosos y que resucitaba a los muertos. Todos, sin embargo, estaban de acuerdo en afirmar que era un brujo vendido al diablo .Estos rumores llegaron a oídos del rey , que quiso asegurarse de si ciertamente se trataba de un brujo para castigarle en tal caso con la muerte, de acuerdo con la ley que había en aquel tiempo. Envió, para ello, a sus guardias al bosque y éstos hallaron a Ronan rezando al pie de una rústica cruz formada por ramas de un árbol, mientras en torno a èl callaban los pájaros , y los tímidos ciervos, al lado de los feroces jabalís, que se tendían mansamente a sus pies. El ermitaño fue encadenado y conducido a la presencia del rey , que le dijo:
-Todos te acusan de brujería; dicen que devoras a los niños y sirves al demonio. Defiéndete si puedes.
-Señor-repuso el viejo- yo sirvo al único y verdadero Dios y para servirle mejor me aparto de la suciedad de los hombres. Me alimento tan solo de pan cocido bajo las cenizas, bebo agua de pantano y vivo en plegaria y penitencia.
-Se dice también –prosiguió el rey- que has hablado mal de mì a mis súbditos , incitándoles a rebelarse contra mi poder ¿Has olvidado acaso que tu vida está entre mis manos?
-Te engañas ,rey-exclamo decidido Ronan-; mi vida está solo en manos del Señor.
-¿Ah, sí?-dijo el rey airado.¡Pues bien: que tu Señor te salve!
Y haciendo atar al viejo a un robusto árbol, lanzó contra el dos perros feroces y hambrientos. Los animales, que durante varios días habían estado sujetos y en ayuno, al verse libres se lanzaron contra su presa con ojos llameantes y fauces abiertas. Entonces el santo ermitaño murmuró:
-Que el señor, que todo lo puede os detenga.
Apenas había pronunciado estas palabras, cuando los feroces perros se detuvieron y, como dóciles corderos, fueron, mansos, a lamer las manos del viejo. Los presentes gritaron: “¡Milagro!¡Milagro!”, y el rey arrepentido, quiso cortar el mismo las cuerdas que sujetaban a Ronan al árbol y, posándose de rodillas a sus pies, le pidió perdón llorando.
Historia de Griselda
Erase una vez un joven marqués que poseía vastísimas tierras y castillos numerosos. Cierto día , mientras iba de caza, encontró a una pastorcita muy bella de la que se enamoro enseguida. Se informó y supo que la joven se llamaba Griselda y vivía con su padre en una pobre cabaña de las cercanías. El marqués, decidido a hacerla su esposa, se dirigió a la pobre habitación y pidió al viejo pastor la mano de su hija. Pocos días después se celebraron con gran fausto las bodas pero Griselda, aunque elevada a tan lata posición, se conservó humilde y modesta como había sido antes.
Pasó el tiempo y la joven marquesa tuvo una hija. Pero su esposo quiso probar la sumisión y obediencia de su mujer . Para ello la hizo llamar y le dijo que sus cortesanos no podían admitir en la corte la presencia de una hija de una mujer de tan bajo origen y que, por ello, habría que matar a la recién nacida. Griselda se inclinó ante las órdenes de su señor sin una palabra de protesta. Poco tiempo después le nació un hijo varón que le fue arrancado por el marido con el mismo pretexto. La marquesa se sometió también sin discutir a esta segunda crueldad.
Pasaron veloces los años y el marqués , todavía no satisfecho, quiso imponer a su esposa otra prueba. La hizo llamar y le dijo que para calmar las murmuraciones de sus noble, se veía obligado a devolverla a su casa y casarse con una dama de alto linaje. Resignada, Griselda volvió a su casucha después de despojarse de sus ricos vestidos , que sustituyó por los míseros trapos que había abandonado. Pocos días después el marqués la hizo llamar a espacio para servir a su nueva esposa. Griselda acudió con entusiasmo a la llamada de su dueño y señor. Todos los caballeros y las damas de la corte hablaban de la extrema juventud y la belleza maravillosa de la nueva marquesa, que había llegado al castillo con su joven hermano , y la propia Griselda cuando la vio , unió sus alabanzas a las de los demás.
El marqués quedó entonces, por fin convencido de la gran bondad e su esposa, y ante toda la corte la abrazó conmovido y le dijo:
-He querido probar tu humildad y tu amor hacia y he visto que ninguna mujer en el mundo posee cualidades como las tuyas. Pero ahora basta. Tu sola eres mi verdadera esposa, tu la más buena y virtuosa de las mujeres,. Ha de saber que esta doncella bellísima , a quien has creído mi nueva esposa , es nuestra hija, y que el joven que la acompaña es nuestro hijo. Ven a abrazarlos; después de tantos años como has vivido separado de ellos, tienes todo el derecho.
Los dos jóvenes, conmovidos, estrecharon entre sus brazos a la pobre madre, que lloraba de alegría. El marqués ordenó que se celebraran grandes fiestas en todo el país y durante largos días el palacio resonó de músicas y cantos en honor de la marquesa.
Pasó el tiempo y la joven marquesa tuvo una hija. Pero su esposo quiso probar la sumisión y obediencia de su mujer . Para ello la hizo llamar y le dijo que sus cortesanos no podían admitir en la corte la presencia de una hija de una mujer de tan bajo origen y que, por ello, habría que matar a la recién nacida. Griselda se inclinó ante las órdenes de su señor sin una palabra de protesta. Poco tiempo después le nació un hijo varón que le fue arrancado por el marido con el mismo pretexto. La marquesa se sometió también sin discutir a esta segunda crueldad.
Pasaron veloces los años y el marqués , todavía no satisfecho, quiso imponer a su esposa otra prueba. La hizo llamar y le dijo que para calmar las murmuraciones de sus noble, se veía obligado a devolverla a su casa y casarse con una dama de alto linaje. Resignada, Griselda volvió a su casucha después de despojarse de sus ricos vestidos , que sustituyó por los míseros trapos que había abandonado. Pocos días después el marqués la hizo llamar a espacio para servir a su nueva esposa. Griselda acudió con entusiasmo a la llamada de su dueño y señor. Todos los caballeros y las damas de la corte hablaban de la extrema juventud y la belleza maravillosa de la nueva marquesa, que había llegado al castillo con su joven hermano , y la propia Griselda cuando la vio , unió sus alabanzas a las de los demás.
El marqués quedó entonces, por fin convencido de la gran bondad e su esposa, y ante toda la corte la abrazó conmovido y le dijo:
-He querido probar tu humildad y tu amor hacia y he visto que ninguna mujer en el mundo posee cualidades como las tuyas. Pero ahora basta. Tu sola eres mi verdadera esposa, tu la más buena y virtuosa de las mujeres,. Ha de saber que esta doncella bellísima , a quien has creído mi nueva esposa , es nuestra hija, y que el joven que la acompaña es nuestro hijo. Ven a abrazarlos; después de tantos años como has vivido separado de ellos, tienes todo el derecho.
Los dos jóvenes, conmovidos, estrecharon entre sus brazos a la pobre madre, que lloraba de alegría. El marqués ordenó que se celebraran grandes fiestas en todo el país y durante largos días el palacio resonó de músicas y cantos en honor de la marquesa.
San Pedro y el Juglar
Erase una vez un juglar que iba de pueblo en pueblo tratando de ganar algunas monedas para gastarlas en la taberna bebiendo o jugando a los dados. Eran éstos sus dos vicios dominantes por lo que, cuando el juglar murió, vino el diablo a tomar su alma y se la llevó a los profundos infiernos.
Un día los demonios decidieron hacer una gran expedición a la tierra a la conquista de las almas, y al partir dejaron al pobre juglar de guardia en el infierno. Este se sentó junto al fuego y no tardo en dormirse. Pero, de improviso, se sintió sacudido por un hombre y despertándose, vio a un anciano de larga barba blanca que le dijo:
-¿Quieres que juguemos a los dados? Yo apostare una bolsa llena de monedas de oro y tu, que nada posees, pondrás contra mi oro las almas del infierno.¿Aceptas?
Despertando en el juglar el vicio del juego, no se hizo rogar y acepto con entusiasmo la proposición del desconocido. Permanecieron sentados ante la mesa toda la noche, pero el juego no fue favorable al juglar, que no logró ganar ni una sola moneda , mientras su compañero que vencía a cada apuesta, se fue al amanecer llevándose todas las almas del infierno.
Cuando los diablos volvieron al reino de las tinieblas, encontraron la inmensa caverna absolutamente desierta y el fuego apagado. Su cólera fue indescriptible y Satanás , fuera de sí, arrojó del infierno al culpable. No sabiendo a dónde ir , éste se dirigió a las puertas del Paraíso. Allí acudió a abrirle San Pedro , pero ¡ Cual no seria el asombro del juglar al reconocer en el Gran portero a su compañero de juego de la noche anterior!¡Únicamente que el rostro del viejo mostràbase ahora majestuoso y sereno y entorno a su cabeza brillaba una aureola luminosa !El pobre cayó de rodillas ante el santo que, abriendo para él la puerta de luz, le hizo entrar en el reino de los cielos, donde le aguardaban cánticos y gozos sin fin.
Un día los demonios decidieron hacer una gran expedición a la tierra a la conquista de las almas, y al partir dejaron al pobre juglar de guardia en el infierno. Este se sentó junto al fuego y no tardo en dormirse. Pero, de improviso, se sintió sacudido por un hombre y despertándose, vio a un anciano de larga barba blanca que le dijo:
-¿Quieres que juguemos a los dados? Yo apostare una bolsa llena de monedas de oro y tu, que nada posees, pondrás contra mi oro las almas del infierno.¿Aceptas?
Despertando en el juglar el vicio del juego, no se hizo rogar y acepto con entusiasmo la proposición del desconocido. Permanecieron sentados ante la mesa toda la noche, pero el juego no fue favorable al juglar, que no logró ganar ni una sola moneda , mientras su compañero que vencía a cada apuesta, se fue al amanecer llevándose todas las almas del infierno.
Cuando los diablos volvieron al reino de las tinieblas, encontraron la inmensa caverna absolutamente desierta y el fuego apagado. Su cólera fue indescriptible y Satanás , fuera de sí, arrojó del infierno al culpable. No sabiendo a dónde ir , éste se dirigió a las puertas del Paraíso. Allí acudió a abrirle San Pedro , pero ¡ Cual no seria el asombro del juglar al reconocer en el Gran portero a su compañero de juego de la noche anterior!¡Únicamente que el rostro del viejo mostràbase ahora majestuoso y sereno y entorno a su cabeza brillaba una aureola luminosa !El pobre cayó de rodillas ante el santo que, abriendo para él la puerta de luz, le hizo entrar en el reino de los cielos, donde le aguardaban cánticos y gozos sin fin.
jueves, 19 de febrero de 2009
La leyenda de la ciudad YS
Erase una vez un rey que tenía una hija bellísima, llamada Dahuta. Su padre la adoraba, cumpliendo hasta sus más pequeños deseos. Pero la princesa era mala, egoísta y cruel . A cada instante tenia un nuevo capricho y no estaba tranquila hasta haberlo satisfecho . Cierto día, Dahuta se presento a su padre y le dijo:
-Quiero ser reina y dominar como soberana absoluta en una ciudad mía, una ciudad que se levante a la orilla del mar, lejos de aquí. Quiero disponer a mi capricho de mis súbditos, quienes deberán obedecer ciegamente todas mis ordenes. Es un sueño que llevo desde hace largo tiempo en mí y ahora comprendo que no podré vivir hasta que lo vea transformado en realidad. Compláceme, padre mío, pus eres rico y poderoso , o si no me veras morir miserablemente en dolor.
Conmovido ante las lágrimas que surgían , copiosas, de los hermosos ojos de su hija, el rey le prometió complacerla. Convocó , para ello, a los mejores arquitectos del reino y ordenó que , en la bahía más pintoresca de su territorio, levantasen una gran ciudad.
Miles y miles de obreros pusieron enseguida manos a la obra, trabajando noche y día y, en poco tiempo , levantaron a orillas del océano, la más bella ciudad como jamás se halla visto hasta entonces y a la que se dio el nombre de Ys. Así Dahuta pudo satisfacer su sed de dominio. Reinó como dueña y señora del país, imponiendo leyes crueles e injustas. Hizo de sus súbditos unos piratas y bandidos , y pronto su fama se difundió por todo el mundo , haciendo que peregrinos y navegantes evitasen con cuidado pasar cerca de aquélla ciudad. Las gentes de Ys llegaron a ser riquísimas, pero con sus costumbres y tantas riquezas, se volvieron viciosos y perezosos: hombres y mujeres vivieron en el lujo más desenfrenado y ya no respetaron ninguna ley humana ni divina.
Dios envió a la ciudad perversa varias advertencias que no fueron escuchadas y entonces , enojado, la maldijo y envió al ángel de la venganza , con su espada de llamas para que la destruyera.
Una noche se oyó un lejano rumor amenazante que, poco a poco fue transformando se en un estrépito cercano y ensordecedor.. Y he aquí que, de pronto , e mar se agitó, lanzando sus olas espumeantes sobre los diques que protegían el puerto, e invadió, impetuoso, la ciudad dormida, sumergiéndola con todas sus habitantes.
Pocos segundos después, allí donde había existido la ciudad Ys, se extendía una bahía tranquila , en la que se reflejaba la pálida luz de las estrellas. Pero, en el fondo del mar, se oye, a veces un tañido de campañas. Son las campanas de la ciudad sumergida , que piden a Dios el perdón para sus habitantes condenados.
-Quiero ser reina y dominar como soberana absoluta en una ciudad mía, una ciudad que se levante a la orilla del mar, lejos de aquí. Quiero disponer a mi capricho de mis súbditos, quienes deberán obedecer ciegamente todas mis ordenes. Es un sueño que llevo desde hace largo tiempo en mí y ahora comprendo que no podré vivir hasta que lo vea transformado en realidad. Compláceme, padre mío, pus eres rico y poderoso , o si no me veras morir miserablemente en dolor.
Conmovido ante las lágrimas que surgían , copiosas, de los hermosos ojos de su hija, el rey le prometió complacerla. Convocó , para ello, a los mejores arquitectos del reino y ordenó que , en la bahía más pintoresca de su territorio, levantasen una gran ciudad.
Miles y miles de obreros pusieron enseguida manos a la obra, trabajando noche y día y, en poco tiempo , levantaron a orillas del océano, la más bella ciudad como jamás se halla visto hasta entonces y a la que se dio el nombre de Ys. Así Dahuta pudo satisfacer su sed de dominio. Reinó como dueña y señora del país, imponiendo leyes crueles e injustas. Hizo de sus súbditos unos piratas y bandidos , y pronto su fama se difundió por todo el mundo , haciendo que peregrinos y navegantes evitasen con cuidado pasar cerca de aquélla ciudad. Las gentes de Ys llegaron a ser riquísimas, pero con sus costumbres y tantas riquezas, se volvieron viciosos y perezosos: hombres y mujeres vivieron en el lujo más desenfrenado y ya no respetaron ninguna ley humana ni divina.
Dios envió a la ciudad perversa varias advertencias que no fueron escuchadas y entonces , enojado, la maldijo y envió al ángel de la venganza , con su espada de llamas para que la destruyera.
Una noche se oyó un lejano rumor amenazante que, poco a poco fue transformando se en un estrépito cercano y ensordecedor.. Y he aquí que, de pronto , e mar se agitó, lanzando sus olas espumeantes sobre los diques que protegían el puerto, e invadió, impetuoso, la ciudad dormida, sumergiéndola con todas sus habitantes.
Pocos segundos después, allí donde había existido la ciudad Ys, se extendía una bahía tranquila , en la que se reflejaba la pálida luz de las estrellas. Pero, en el fondo del mar, se oye, a veces un tañido de campañas. Son las campanas de la ciudad sumergida , que piden a Dios el perdón para sus habitantes condenados.
La historia del caballero Blancandino
Erase una vez un rey de Frigia que teniendo un solo hijo temía verlo expuesto a los peligros de las armas. Por ello había ordenado que no se hablase nunca al joven de torneos y combates y que en ninguna ocasión se le mostrasen armas, yelmos ni escudos. De acuerdo con estas órdenes, los caballeros de la corte comparecían siempre ante el príncipe enteramente desarmados ; sin embargo sin embargo, un día Blancandino (que éste era el nombre del hijo del rey ) entró en una cámara del castillo de cuyos muros pendían unos tapices representando caballeros y escuderos amados, todos cubiertos de acero y montaos en hermosísimos caballos. Blancandino sintió gran admiración ante aquellas figuras para él tan nuevas y pregunto a su preceptor quiénes eran aquellos hombres maravillosos. De mala gana del preceptor le explico que se trataba de heroicos caballeros , y el joven juro inmediatamente que en lo profundo de su corazón que él también sería algún día un caballero como ellos.
A escondidas fue a encontrar un viejo escudero de su padre , que le prometió enseñarle a caballo, a manejar la lanza y la espada y a protegerse con el escudo. En efecto, todas las mañanas al rayar el alba, cuando el castillo estaba todavía hundido en el sueño, el príncipe recibía las lecciones del escudero, y cuando se sintió bastante hábil, partió del castillo armado sólo con la lanza en busca de aventuras.
Se adentró en una basta selva, y habiendo llegado a una gran explanada, vio tendido sobre la hierba empapada en sangre a un caballero.
-¡Socorredme!- gimió el desgraciado . He sido herido a traición por un caballero que después de vencerme ha huido raptando a la dama a quien yo acompañaba.
-Señor-repuso Blancandino-: Quisiera alcanzar al traidor y castigarlo por su vil conducta, pero no soy caballero, ni tengo armas .
-Eso lo arreglo yo- dijo el herido y haciendo que el príncipe se pusieras su propia armadura , le armó caballero a la usanza de la época.
Entonces, Blancandino montó de nuevo a caballo y se puso en persecución del traidor. Pronto le alcanzó, le invitó a defenderse blandiendo la lanza, arremetió contra el con vehemencia . Después de reñido combate el príncipe logro herir al adversario dejándolo en tierra exánime, tras lo cual condujo a la dama raptada junto al caballero herido y devolviéndole a éste sus armas, reanudo el viaje.
Pasado algún tiempo, llegó ante un río muy ancho sobre el cual no había puente alguno ; pero el joven sin arredrarse por ello, espoleó vivamente al caballo hacía el agua pensando en hallar un vado. Pero he aquí que vio surgir de improviso del rió a un caballero armado de punta en blanco., que quiso persuadirle de que debía marcharse porque en la otra orilla empezaba el reino de la princesa orgullosa , que encarcelaba y enviaba a la muerte a cuantos caballeros extranjeros se presentaban. Pero Blancandino sin dar muestras de temor, afirmó que a toda costa quería proseguir su camino . Admirado ante el valor del joven, el caballero le enseño el vado, y desapareció de nuevo en el agua.
El príncipe paso a la otra orilla sin dificultad . Y he aquí que vio avanzar hacia el a una bellísima seguida de un cortejo de damas y caballeros. Era la princesa orgullosa con su corte , Blancandino permaneció absorto ante la rara belleza de aquélla criatura , se detuvo n instante para admirarla y enseguida espoleó su caballo y se dirigió veloz hacia la capital . Al llegar a ella , sintió a la ciudad muy agitada , pues en el horizonte se divisaban numerosas naves enemigas conducidas por el rey Alimodes. La flota de este rey era muy potente y los enemigos desembarcaron sin dificultad mientras los vasallos de Orgullosa, así sorprendidos, se replegaban ante los asaltantes, que pronto llegaron a las puertas de la capital. Entonces, Blancandino, quiso ayudar a la princesa . Consiguió procurarse una armadura y una lanza y haciendo que le abrieran una puerta de la ciudad, salió al encuentro de los enemigos . Aprovechándose de su estupor arremetió furiosamente contra ellos y logró ponerlos en fuga, persiguiéndolos luego hasta su propio campo. Allí invitó a los más famosos caballeros de Alimodes a batirse con él. Once guerreros entre los más hábiles y valerosos salieron a combatir contra el osado defensor de la ciudad, pero todos invariablemente fueron vencidos por él que los llevo prisioneros a orgulloso. La princesa enamorada del joven a quien tanto agradecimiento debía , le prometió ser su esposa.
La misma noche los enemigos atacaron de nuevo la ciudad, pero también Blancandino logró ponerlos en fuga. Arrastrado , sin embargo, por el entusiasmo de la persecución se hallo muy lejos de la capital, cerca de un bosque en el que penetró sin vacilar. Pero he aquí que entonces numerosos hombres armados, ocultos en la espesura , aparecieron de improviso, lanzándose sobre el . Pronto el joven caballero se halló rodeado de enemigos. No pudiendo resistir el número de los adversarios fue desarmado, atado y llevado a la tienda del re Alimodes que le hizo embarcar en una nave; y ésta inmediatamente zarpó en dirección a una tierra lejana.
Después de algunos días de navegación , se desencadeno una violenta borrasca sobre el océano y el navío terriblemente azotado por las olas fue a estrellarse cerca de la costa . Sólo Blancandino entre todos cuantos se hallaban en el buque logró llegar a tierra a nado siendo acogido por los habitantes de aquel otro país con grandes muestras de hospitalidad . Se presentó entonces en la corte donde el rey lo alojo en el palacio. El joven se hizo querer y respetar por todos, merced de sus dotes verdaderamente raras y especialmente conquisto gran amistad del príncipe Sandino, hijo del rey. En ocasión de una guerra , Blancandino dio pruebas de su gran valor y salvó el reino de su real protector. Sandino quiso entonces demostrar su agradecimiento. Armo una potentísima flota, embarcó en ella numerosos soldados y partió con Blancandino hacia el país de la princesa orgullosa. Después de varios días , d navegación, los buques llegaron ante la capital que seguía asediada y que alcanzando el límite de su resistencia, estaba a punto de rendirse. La flota de Sandino, desembarco asaltando el campamento de Alimodes por la espalda. Los sitiadores, viéndose acogidos por sorpresa, se aterrorizaron y abandonando las armas, huyeron para alcanzar sus naves . Muy pocos pudieron salvarse, quedando muerto el propio rey Alimodes. Los vencedores entraron en la ciudad liberada, llevados en triunfo. Orgullosa salió a su encuentro ¡Y cuál no seria su dicha viendo a Blancandino al que había llorado por muerto, cabalgando a la cabeza del ejercito victorioso! Las fiestas duraron largos días y antes de que Sandino reembarcara para regresar a su patria , se celebraron las bodas con gran boato y esplendor del príncipe Blancandino con la princesa Orgullosa.
A escondidas fue a encontrar un viejo escudero de su padre , que le prometió enseñarle a caballo, a manejar la lanza y la espada y a protegerse con el escudo. En efecto, todas las mañanas al rayar el alba, cuando el castillo estaba todavía hundido en el sueño, el príncipe recibía las lecciones del escudero, y cuando se sintió bastante hábil, partió del castillo armado sólo con la lanza en busca de aventuras.
Se adentró en una basta selva, y habiendo llegado a una gran explanada, vio tendido sobre la hierba empapada en sangre a un caballero.
-¡Socorredme!- gimió el desgraciado . He sido herido a traición por un caballero que después de vencerme ha huido raptando a la dama a quien yo acompañaba.
-Señor-repuso Blancandino-: Quisiera alcanzar al traidor y castigarlo por su vil conducta, pero no soy caballero, ni tengo armas .
-Eso lo arreglo yo- dijo el herido y haciendo que el príncipe se pusieras su propia armadura , le armó caballero a la usanza de la época.
Entonces, Blancandino montó de nuevo a caballo y se puso en persecución del traidor. Pronto le alcanzó, le invitó a defenderse blandiendo la lanza, arremetió contra el con vehemencia . Después de reñido combate el príncipe logro herir al adversario dejándolo en tierra exánime, tras lo cual condujo a la dama raptada junto al caballero herido y devolviéndole a éste sus armas, reanudo el viaje.
Pasado algún tiempo, llegó ante un río muy ancho sobre el cual no había puente alguno ; pero el joven sin arredrarse por ello, espoleó vivamente al caballo hacía el agua pensando en hallar un vado. Pero he aquí que vio surgir de improviso del rió a un caballero armado de punta en blanco., que quiso persuadirle de que debía marcharse porque en la otra orilla empezaba el reino de la princesa orgullosa , que encarcelaba y enviaba a la muerte a cuantos caballeros extranjeros se presentaban. Pero Blancandino sin dar muestras de temor, afirmó que a toda costa quería proseguir su camino . Admirado ante el valor del joven, el caballero le enseño el vado, y desapareció de nuevo en el agua.
El príncipe paso a la otra orilla sin dificultad . Y he aquí que vio avanzar hacia el a una bellísima seguida de un cortejo de damas y caballeros. Era la princesa orgullosa con su corte , Blancandino permaneció absorto ante la rara belleza de aquélla criatura , se detuvo n instante para admirarla y enseguida espoleó su caballo y se dirigió veloz hacia la capital . Al llegar a ella , sintió a la ciudad muy agitada , pues en el horizonte se divisaban numerosas naves enemigas conducidas por el rey Alimodes. La flota de este rey era muy potente y los enemigos desembarcaron sin dificultad mientras los vasallos de Orgullosa, así sorprendidos, se replegaban ante los asaltantes, que pronto llegaron a las puertas de la capital. Entonces, Blancandino, quiso ayudar a la princesa . Consiguió procurarse una armadura y una lanza y haciendo que le abrieran una puerta de la ciudad, salió al encuentro de los enemigos . Aprovechándose de su estupor arremetió furiosamente contra ellos y logró ponerlos en fuga, persiguiéndolos luego hasta su propio campo. Allí invitó a los más famosos caballeros de Alimodes a batirse con él. Once guerreros entre los más hábiles y valerosos salieron a combatir contra el osado defensor de la ciudad, pero todos invariablemente fueron vencidos por él que los llevo prisioneros a orgulloso. La princesa enamorada del joven a quien tanto agradecimiento debía , le prometió ser su esposa.
La misma noche los enemigos atacaron de nuevo la ciudad, pero también Blancandino logró ponerlos en fuga. Arrastrado , sin embargo, por el entusiasmo de la persecución se hallo muy lejos de la capital, cerca de un bosque en el que penetró sin vacilar. Pero he aquí que entonces numerosos hombres armados, ocultos en la espesura , aparecieron de improviso, lanzándose sobre el . Pronto el joven caballero se halló rodeado de enemigos. No pudiendo resistir el número de los adversarios fue desarmado, atado y llevado a la tienda del re Alimodes que le hizo embarcar en una nave; y ésta inmediatamente zarpó en dirección a una tierra lejana.
Después de algunos días de navegación , se desencadeno una violenta borrasca sobre el océano y el navío terriblemente azotado por las olas fue a estrellarse cerca de la costa . Sólo Blancandino entre todos cuantos se hallaban en el buque logró llegar a tierra a nado siendo acogido por los habitantes de aquel otro país con grandes muestras de hospitalidad . Se presentó entonces en la corte donde el rey lo alojo en el palacio. El joven se hizo querer y respetar por todos, merced de sus dotes verdaderamente raras y especialmente conquisto gran amistad del príncipe Sandino, hijo del rey. En ocasión de una guerra , Blancandino dio pruebas de su gran valor y salvó el reino de su real protector. Sandino quiso entonces demostrar su agradecimiento. Armo una potentísima flota, embarcó en ella numerosos soldados y partió con Blancandino hacia el país de la princesa orgullosa. Después de varios días , d navegación, los buques llegaron ante la capital que seguía asediada y que alcanzando el límite de su resistencia, estaba a punto de rendirse. La flota de Sandino, desembarco asaltando el campamento de Alimodes por la espalda. Los sitiadores, viéndose acogidos por sorpresa, se aterrorizaron y abandonando las armas, huyeron para alcanzar sus naves . Muy pocos pudieron salvarse, quedando muerto el propio rey Alimodes. Los vencedores entraron en la ciudad liberada, llevados en triunfo. Orgullosa salió a su encuentro ¡Y cuál no seria su dicha viendo a Blancandino al que había llorado por muerto, cabalgando a la cabeza del ejercito victorioso! Las fiestas duraron largos días y antes de que Sandino reembarcara para regresar a su patria , se celebraron las bodas con gran boato y esplendor del príncipe Blancandino con la princesa Orgullosa.
miércoles, 18 de febrero de 2009
Fiorello y Blancaflor
Fiorello y Blancaflor habían nacido el mismo día, se educaron juntos, siempre en compañía, jugaron e niños y sus estudios los realizaron juntos. Fiorello era el único hijo del poderoso rey de España, en tanto que Blancaflor era hija de una dama de compañía de la reina. El día que su hijo cumplía quince años, el rey le mando a llamar y le dijo que debía de buscar una esposa digna de el entre las más poderosas princesas de la tierra. Pero el príncipe declaro que no aceptaría a otra esposa que no fuera Blancaflor, la dulce compañera de la infancia. Entonces el rey decidió romper a todo trance aquella peligrosa amistad entre los jóvenes. Alejó por tanto durante unos días a su hijo de la corte y durante su ausencia, vendió a la inocente Blancaflor como esclava a unos mercaderes, que la condujeron en su nave hacia Oriente. Cuando Fiorello regreso a la corte le dijeron que la doncella había muerto de improviso. El dolor del joven al conocer la noticia fue inmenso, y cuando más tiempo pasaba más agudo era . Pasaba todas las horas del día y de la noche llorando y suspirando, pensando siempre en la dulce compañera perdida , de un modo que partía el corazón , y sin duda habría muerto de dolor, si su padre, viéndole reducido a aquel estado, no le hubiese revelado la verdad.
Entonces Fiorello, sin perder un instante, se vistió de mercader, y se embarco en una nave que hacia rumbo hacia Oriente. Tras muchos días de navegación, desembarco cerca de Bagdad a donde le dieron que había sido conducida la doncella. Allí se entero de que al verla, el gran sultán se había enamorado de ella, hasta el punto de hacerla su esposa, y en aquellos días precisamente , se estaban haciendo los preparativos de la boda. En tanto, la pobre Blancaflor vivía encerrada en una torre altísima, que se alzaba en medio de la ciudad, y era rigurosamente vigilada por la guardia del sultán , que temía que su hermosa prometida le fuese raptada.
Con ricos presentes, Fiorello consiguió sobornar a uno de los guardias que vigilaban a la prisionera, Este metió al príncipe en un gran cesto, cubriéndolo con bellísimas flores, que luego entrego como presente a Blancaflor. Cuando estuvo en presencia de la doncella, Fiorello salió de su escondite.
¡Imaginad la alegría de la niña ante aquella inesperada aparición ! Pero la alegría duro poco. En efecto, cuando menos lo esperaban , se abrió la puerta y en ella apareció el propio sultán, que iba a visitar a su prometida .Al ver al desconocido en la habitación de su futura esposa, el sultán le hizo detener por la guardia y ordenó que fuese muerto en el acto.
Los cortesanos, sin embargo, atraídos por la hermosa apariencia del príncipe y por sus modales corteses y graciosos y apiadando se de la hermosa Blancaflor , rogaron al señor que perdonase al extranjero, y tanto hicieron y tanto dijeron, que el sultán acabo por dejarse convencer ; revoco la orden dada y perdono a los dos jóvenes .
Conmovidos por la historia que los jóvenes le contaron, quiso que los preparativos que se estaban haciendo sirvieran para las bodas de Fiorello y Blancaflor, las cuales se celebraron pocos días después. Luego, cuando los jóvenes esposos quisieron regresar a su patria, les colmó de preciosos presentes y les acompaño hasta los confines del reino.
Blancaflor y Fiorello, regresaron, pues, a su patria donde fueron acogidos con grandes fiestas y allí vivieron ,siempre felices y amados por todos sus súbditos.
Entonces Fiorello, sin perder un instante, se vistió de mercader, y se embarco en una nave que hacia rumbo hacia Oriente. Tras muchos días de navegación, desembarco cerca de Bagdad a donde le dieron que había sido conducida la doncella. Allí se entero de que al verla, el gran sultán se había enamorado de ella, hasta el punto de hacerla su esposa, y en aquellos días precisamente , se estaban haciendo los preparativos de la boda. En tanto, la pobre Blancaflor vivía encerrada en una torre altísima, que se alzaba en medio de la ciudad, y era rigurosamente vigilada por la guardia del sultán , que temía que su hermosa prometida le fuese raptada.
Con ricos presentes, Fiorello consiguió sobornar a uno de los guardias que vigilaban a la prisionera, Este metió al príncipe en un gran cesto, cubriéndolo con bellísimas flores, que luego entrego como presente a Blancaflor. Cuando estuvo en presencia de la doncella, Fiorello salió de su escondite.
¡Imaginad la alegría de la niña ante aquella inesperada aparición ! Pero la alegría duro poco. En efecto, cuando menos lo esperaban , se abrió la puerta y en ella apareció el propio sultán, que iba a visitar a su prometida .Al ver al desconocido en la habitación de su futura esposa, el sultán le hizo detener por la guardia y ordenó que fuese muerto en el acto.
Los cortesanos, sin embargo, atraídos por la hermosa apariencia del príncipe y por sus modales corteses y graciosos y apiadando se de la hermosa Blancaflor , rogaron al señor que perdonase al extranjero, y tanto hicieron y tanto dijeron, que el sultán acabo por dejarse convencer ; revoco la orden dada y perdono a los dos jóvenes .
Conmovidos por la historia que los jóvenes le contaron, quiso que los preparativos que se estaban haciendo sirvieran para las bodas de Fiorello y Blancaflor, las cuales se celebraron pocos días después. Luego, cuando los jóvenes esposos quisieron regresar a su patria, les colmó de preciosos presentes y les acompaño hasta los confines del reino.
Blancaflor y Fiorello, regresaron, pues, a su patria donde fueron acogidos con grandes fiestas y allí vivieron ,siempre felices y amados por todos sus súbditos.